Se crío entre las mesas del restaurante Happening, y después fundaría también Costanera Gardiner
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Podría decirse, sin exagerar, que Osvaldo Brucco es el hombre que atesora el libro azul imaginario de los secretos de la ciudad. Del Buenos Aires nocturno, claro. Porque el empresario, famoso por haber creado la emblemática disco Tequila y dos de los restaurantes más frecuentados por las celebridades, fue testigo de todos los cuentos más apasionantes de la noche porteña.
Voz ronca, perfil bajo, discreto, siempre con un proyecto impactante bajo el brazo, acepta la entrevista con algunas dudas. “Es que yo no soy el importante sino mis proyectos, las experiencias que me interesan y que genero. Reconozco que hice mucho, que las cosas salieron bien. Le di de comer e hice bailar a millones de personas, cosa que hasta el día de hoy me sigue pareciendo una locura”, dice el hombre que relaciona los noventa con la creatividad, la expansión y los sueños sin límites.
–¿Esperabas un éxito de décadas, conseguir el galardón de lo icónico?
–Uno puede planear hasta cierto punto. La disco fue creada como espacio de amigos. Lo que pasaba en Tequila quedaba en Tequila. En aquellos tiempos no había redes ni celulares. Las postales eran los recuerdos que vivíamos cada noche. Miro para atrás y veo que siempre avancé en forma constante, enfocado para donde creí que debía hacerlo. Las oportunidades me encontraron en movimiento y supe aprovecharlas. La clave es que siempre estuve acompañado de un equipo increíble, que me apoyó incondicionalmente. Y creo que el secreto del éxito es que nunca me acostumbré a nada. Me sigo sorprendiendo y sigo buscando. Nunca frené ni pienso hacerlo.
–¿Qué pasó que este año no abriste el emblemático espacio de Punta del Este? ¿Es cierto que vas a volver, pero con otra impronta?
–Yo confío en la evolución de las cosas. Vi que era momento de cambiar y no lo dudé. En cuanto a lo que se viene, estamos trabajando y desarrollando algo nuevo, que fusionará toda nuestra experiencia con las nuevas necesidades: arte, playa, música y sensaciones, todo en un mismo espacio. Creo que los vamos a sorprender.
–Volviendo al gigante de Buenos Aires, que tanta tela dio para cortar. ¿Te molestaban las críticas, los debates por el tema de la admisión, algún que otro escándalo?
–Obviamente hay momentos más cómodos y otros que son todo lo contrario, pero siempre entendimos que eran situaciones circunstanciales y que no hacían al lugar ni a nuestra gente. En cuanto a ser un club, Tequila nació de esa manera. Un espacio para los amigos, que fue transformándose con los años. Pero fue, es y seguirá siendo un club. Siempre.
–¿La costanera pasó de moda?
–La costanera es un lugar atemporal. Como el obelisco, emblemáticos, que no pasan de moda. Son parte de la tradición de nuestra ciudad. Ayer fueron nuestros padres, hoy van nuestros hijos y así se va a seguir reinventando y resignificando constantemente.
–La pandemia cambió todo, ¿también los hábitos nocturnos? ¿Cómo lo viviste?
–Mi mayor aprendizaje de ese momento fue la conciencia sobre nuestra vulnerabilidad. Como optimista, no lo viví como el fin de nada, sino como un principio. Fueron meses de meterme para adentro, hacer trabajo personal e introspección, buscar otros proyectos más alineados a esta nueva etapa que nos tocó vivir. Esto, por ejemplo, me empujó a involucrarme en un desarrollo de parches de detección temprana para el cáncer de mama, que nos tiene muy entusiasmados y creo va a aportar mucho a la sociedad. No solo en salud, sino en tranquilidad. Pero por supuesto que hubo cambio de hábitos. Ahora la gente sale más temprano, y está bien.
–Antes no había tanta juntada en casas, “caravana” y jarra loca antes de la disco. ¿Te preocupa?
–Cada época vino con sus dificultades y puntos donde hubo que poner atención y cuidado. Los cambios de época traen cosas positivas y negativas, como todo en la vida. Así que considero simplemente que hay que estar atentos y manejar los cuidados pertinentes como siempre lo hicimos.
–¿Cómo te definís?
–A veces me tildan de empresario gastronómico [Brucco es fundador de Gardiner; sus padres crearon Happening], pero yo me describiría como restauranter. Mi interés siempre estuvo enfocado en armar la experiencia. El restaurante y el club fueron la excusa para que eso suceda. No podemos dejar de lado las tendencias, pero tampoco corremos detrás de ellas.
–Contanos un poco de vos. El mini-Brucco adolescente, ¿qué quería ser?
–No tengo el recuerdo de qué quería ser. Pero me apasionaba poder descubrir el funcionamiento de las cosas. Desarmaba y volvía a armar lo que caía en mis manos; mi mayor desafío era entender su lógica. Lograr descifrarlo era un desafío y eso me motivaba. Podía pasarme horas prestando atención a cada detalle. Creo que esa cualidad que atesoré, la llevé a cada momento de mi vida. También recuerdo que tenía pasta de emprendedor. No tenía claro qué, pero en todo lo que se me ocurría había un por qué en común. Deseaba reunir gente, armar espacios de encuentro, vincularme con personas y generar experiencias. Mis padres fueron y serán mi norte. Dos personas luchadoras, con infancias difíciles pero que encontraron la forma de transformar sus vidas. Son personas humildes, empáticas y leales. Gran parte de lo que soy lo aprendí de ellos.
–¿Tenés algún sueño loco, confesable, por cumplir?
–Mi vida es un sueño loco. Si le preguntabas al Osvaldo adolescente lo mismo, ni él se lo hubiese imaginado. Les di de comer e hice bailar a millones de personas; hoy me sigue pareciendo una locura. Estoy realmente agradecido. Todo lo que venga de acá en adelante es un bonus track.
–El otro día, en una entrevista, Teté Coustarot dijo: “Eran los 90 y no nos dimos cuenta” ¿Qué magia tuvieron esos tiempos, que no se pueden olvidar?
–Los 90 fueron años de creatividad y expansión, una época de proyectar sueños. Tequila fue creado como un espacio para amigos y lo que pasaba ahí quedaba ahí. No había Instagram ni teléfonos traicioneros. Era una tribu con sus códigos.
–Perfil bajo y redes en proporciones homeopáticas. ¿Siempre fuiste así?
–Sí. De hecho, lo que menos quiero es que se hable más de mí que de mis lugares. Gardiner, Tequila, Happening tienen vida propia, están y son más allá de mi persona. Y espero que así sigan siendo. Además, toda la vida estuve bien escoltado. Paola Pravato es mi compañera, visionaria, emprendedora, compinche y astuta mujer. No me alcanzan los adjetivos para describirla. Trabajamos como equipo hace 32 años y ella es un pilar fundamental en esta historia
–¿Quiénes te sorprendieron eligiendo tu lugar?
–Conocí infinidad de personajes interesantes; desde Bono, el príncipe Alberto de Mónaco, hasta el enano Nelson. Siempre fue un placer recibirlos, agasajarlos y conocer sus historias. Me produce mucho orgullo, felicidad y agradecimiento que, con todos los lugares que hay en Sudamérica, elijan venir a conocernos.
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