Jurado de MasterChef Celebrity y chef ejecutivo del Duhau, no reniega de la fama, sueña con su pastelería propia y prefiere no planificar
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Todos los invitados al multitudinario festejo de aniversario de una bodega que tiene lugar en el Palacio Sans Souci se dan vuelta a su paso. Los más rápidos desenfundan su smartphone y se apresuran a pedirle una selfie. Es que, ya promediando el evento, el sorpresivo ingreso de Damián Betular ha cambiado el mood de muchos que estaban por irse y ahora hacen fila en torno al jurado de MasterChef Celebrity. Sin queja alguna, él sonríe ante los flashes de los celulares. “Creo que es parte del juego. Devolverle un poco a la gente lo que ha hecho con este programa maravilloso”, dice el pastelero de 38 años, que reconoce que hoy ser jurado de uno de los programas más vistos de la televisión argentina es una carta de presentación mucho más fuerte que ser chef ejecutivo del Palacio Duhau -Park Hyatt Buenos Aires. “Siempre lo hablamos con Germán [Martitegui]: uno va a un lugar y se presenta ‘soy el chef del Duhau’, y la gente lo que dice es ‘conocí al de MasterChef’. No reniego de eso”.
–Germán, Donato [De Santis] y vos hoy son celebridades y en MasterChef tienen delante a otras celebridades. ¿Hay disputa de egos en esa relación?
–No, cero. MasterChef es un programa en el que los jurados evaluamos únicamente la gastronomía. Además no tenemos contacto con los participantes: ellos entran por una puerta, nosotros por otra. Yo creo que el programa es como cuando Harry Potter pasa por una lluvia y le sacan los poderes: MasterChef logra eso. Y mirá que tenés personas que han estado en un juego olímpico, en un mundial o en un teatro, celebridades que hace muchos años que están en el medio y la tienen clara, pero que te dicen “tiemblo cuando te llevo el plato”. Así que no, no hay competencias de egos, para nada. Es muy divertido y cuando hay que retar, se reta.
–Hay algo muy particular de tu participación en el programa y es cómo hablás o mirás a cámara. ¿Eso fue buscado o se dio en forma natural?
–MasterChef tiene una biblia, es un formato muy exitoso de Endemol que no se corre mucho de los parámetros de lo que podés o no podés hacer. La verdad es que tenemos un contacto directo con el director, que es esa cucaracha que uno ve que te ponen en la oreja, que más que nada tiene que ver con dónde te tenés que ubicar por temas de cámara. Y muchas veces mi mirada a cámara es hablar con él, y es algo que después en edición lo empezaron a usar. Y así nacieron todas esas cosas que nunca se pensaron, pero que hacen que los espectadores se diviertan y se sientan mis cómplices.
–Vos venís del ámbito de la hotelería, muy formal, y en MasterChef aparecés súper extrovertido, más relajado. ¿En qué situación te sentís más cómodo?
–En las dos. Yo en el hotel por ahí tengo que hablar con un primer mandatario y me sale natural tratar de usted a todo el mundo. Pero al mismo tiempo lo que se ve en la tele es cómo soy en mi equipo de trabajo. Es como un mix. No por ser divertido perdés el respeto de la gente del equipo. Es más, a mí me gusta trabajar en un ambiente con música, empático, relajado, pero obviamente con la disciplina que corresponde para que el producto salga bien y para que el huésped que paga lo que paga en un hotel 5 estrellas se sienta único. La verdad es que no podría moverme en un ambiente tan rígido o acartonado como muchos creen que es la hotelería. Y me encanta rodearme de gente, no podría trabajar nunca solo. Eso lo tengo muy claro: no podría hacer home office y no podría poner una pastelería en mi casa solo, porque me vuelvo loco al minuto dos.
–¿Y qué música se escucha en tu cocina?
–Ah, se escucha de todo. Pop, rocanrol, rock argentino... tengo una playlist que asombra a todo el mundo por lo variada que es. Me divierte muchísimo.
–¿Tres temas que no faltan en tu playlist?
–”Luna de miel”, de Virus, “Demoliendo hoteles”, de Charly... y también te paso una Lady Gaga.
–¿Cómo es tu proceso creativo en la cocina del hotel?
–Tenemos varios cambios de carta o colecciones, como nos gusta llamarlas. Muchas veces el proceso creativo es pensar, pero yo lo tengo que dibujar para poder imaginar lo estético, que para mí tiene que ir muy de la mano con el sabor. Ojo, si me decís “mañana tenés que pensar una carta para Pascuas” por ahí no sé qué hacer, a veces faltan quince días y todavía no se cuál va a ser la temática. Es como que me agarra por momentos. Uno va absorbiendo información en viajes, o cuando vas en el auto y ves algo y te hace pensar en un postre, o cuando charlo con un colega o con mi mamá. Y todo eso lo voy anotando para el día en que lo necesite. No es un proceso fácil. Son muchos años y el desafío de no repetirse es un poco complejo.
–¿Sos de esas personas que proyecta o que planifica?
–No, me abruma. Y ojo que trabajando en una corporación como el Hyatt hasta en la entrevista de ingreso te preguntan “qué planificás de acá a 5 años, a 10 años”. Pero es muy difícil poder planificar, y más en el actual contexto mundial. Obviamente, uno tiene sueños y metas, pero planificar tanto no va conmigo.
–¿Y cuáles son tus sueños?
–Tener una linda pastelería, con todo lo que conlleva eso. Mi sueño es que la gente coma cosas ricas dulces, consolidar el trabajo de tantos años y tener una marca propia. A mí eso de estar hasta en elegir la cucharita para revolver el café me encanta.
–¿Cómo te la imaginás?
–Como un espacio tranquilo, bastante despojado; que el protagonista sea el producto y que yo pase a un segundo plano. Eso me encantaría. Que la gente vaya porque se come rico y no por mí. Y que en el mismo espacio se puedan dictar clases y seguir formando talentos. Sería un espacio bastante lindo, porque yo soy muy hincha con lo estético, y moderno. Me gustaría que haya de todo un poco, me imagino algo grande porque para tanta cosa...
–¿Cómo es hoy tu rutina?
–Me levanto, desayuno, voy al hotel. A las 12, tres veces por semana, voy al gimnasio, y a la una, una y media, llego al canal. Así hasta las 7 u 8.
–¿El trabajo te deja tiempo para la vida personal?
–¡Yo los fines de semana los disfruto tanto! Los dedico a mis amigos, a los hijos de mis amigos, a sobrinos. Eso sí es sagrado.
–¿Estás en pareja?
–No.
–¿Cómodo en ese lugar?
–Feliz. He estado en pareja, no lo he estado; para mí todo llega en el momento justo. Me gustaría dedicarle tiempo en caso de que llegue. Por ahora, son cosas que uno no puede diagramar: a mí no me gusta mucho la proyección, y en esto menos.
–Imagino que tampoco pensás en la paternidad...
–No, eso lo tengo claro. Germán me dice que lo piense, pero yo estoy contento como estoy. Para mí es una responsabilidad grandísima. Por ahí sucede en el futuro, pero hoy no veo la paternidad como algo cercano.
–¿Dejarías la pastelería por la tele?
–No. La pastelería me ayuda a expresarme como me gusta. Ojo, es apasionante el mundo de la televisión, pero a mí el poder hacer cosas con las manos, el poder crear, formar equipos, los eventos, desayuno-almuerzo-merienda-cena... todo eso me vuelve loco. Es como el tema de los hijos, por ahora es un no rotundo. Pero viste que ni los no ni lo sí rotundos existen ya, así que hay que dejar que fluya.
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