Sin espacio interior pero con mucha convocatoria, estas ventanitas mágicas nacieron en la cuarentena y son la última tendencia gastronómica en alza.
- 10 minutos de lectura'
Desde mostradores o directamente ventanas a la calle, ofrecen café, vinos, ramen, pizza, crêpes, donuts y hasta comida vegetariana. Estos espacios donde la fila sobre la vereda nunca afloja nacieron en plena cuarentena, cuando sólo se permitía hacer take away. Y así quedaron. Con o sin espacio para sentarse afuera, la clave es un servicio ágil y fresco, que acompañe la dinámica veloz y relajada de la escena gourmet porteña. Aquí, 7 exponentes para comer rico al paso.
1. Pizza: Piccantino
Resilientes, los socios creadores de Piccantino decidieron abrir en febrero de este año, “producto del 2020 y sus infortunios”. Gastronómicos, sentían que no debían dar el brazo a torcer, y así decidieron llevar a Recoleta un poco de los sabores de la Puglia italiana que caracterizaron los domingos de su infancia. Desde un pequeño mostrador ubicado sobre la calle Rodríguez Peña despachan pizzas estilo napolitano –finita, pequeña o XXL– y romano –al molde–, panzerotto al forno (similar a un calzone) y focaccia de distintos sabores, todo hecho con masa madre y harina orgánica. Entre sus éxitos distintivos se cuenta la Diavola, con pepperoni de Tandil, ají molido ahumado y pasta de ajo. También cuentan con prepizzas con salsa de tomate italiana listas para llevar al freezer de casa y un surtido interesante de pastelería para las mañanas y tardes.
“Es innegable que nuestros hábitos han cambiado. Debido a las normas sanitarias en constante evolución, las costumbres gastronómicas no fueron la excepción”, razonan desde el local. Por eso eligieron poner la mejor calidad de producto al servicio de que el cliente la disfrute en su casa, pero permitiendo que su cocina abierta muestre cómo y con qué ingredientes trabajan. “De todos modos, ofrecemos mesas en la vereda para los que no se aguantan y la prefieren recién salida del horno, con una cerveza o una copa de vino y un tiramisú al final”, agregan. El formato tuvo eco desde el inicio, y hoy hay varios que piden para llevar, van comiendo en el camino y vuelven sobre sus pasos a comprar más o elogiar en vivo. “Y algunos se fueron animando y ya hacen los pedidos a su justa medida, para algunos más quemadita, para otros con más queso, y luego llegó quien la prefirió con menos, como en Italia”, describen. Seguramente haya sido entonces cuando sintieron que estaban en el camino correcto.
Rodríguez Peña 1216, Recoleta. Instagram: @piccantino.recoleta
2. Café: Sippin
Sí, el café al paso es un hábito arraigado hace varios años, pero no así en el formato de especialidad. Y eso es lo que propone Sippin, nacido en plena cuarentena en el barrio de Belgrano, una zona residencial pero que no se caracteriza por sus propuestas gourmet, y justamente en esa carencia recaló su creador, Daniel Biber. “Se me dificultaba mucho comprar café rico por mi casa, y por eso pensé en abrir un local al paso para los que no queremos sentarnos y esperar, sino que pedimos en la barra o ventana y seguimos viaje”, relata. Habiendo visto mucho este concepto en el exterior pero casi nada en Argentina, decidió apostar y alquiló un espacio que resuelve todo en 24 m2. Entre edificios y con apenas dos banquitos rojos en la barra, se posicionó como un lugar perfecto para tomar un rico flat white (que marida muy bien con cookies caseras de Vauquita y coco o con una porción de budín de banana).
La elección del formato también responde a estos nuevos tiempos: no permite ingresar muchos clientes al local, evita largas estadías en mesas y atiende una sola persona, acortando gastos que serían difíciles de afrontar si llegaran nuevas restricciones. “Algo que nos pareció interesante es que sea un sistema dinámico y con poca espera de los clientes para ser atendidos”, apunta Biber. Aunque algunos comienzan a pedir mesas en el exterior, la mayoría asegura sentirse de viaje cada vez que pasa, se acoda en la barra y elige su café espumoso listo para llevar.
Moldes 2293, Belgrano. Instagram: @sippin.cafe
3. Vinos y empanadas: Vina Buchette
Sin duda, Vina Buchette es la propuesta que mejor se adaptó al concepto “ventanita mágica”. Inspirada en aquellos hoyos en la pared que funcionaron hacia el siglo XVI en Florencia como una forma de mantener distancia social en épocas de otra peste, la versión porteña también ofrece buenos vinos. “En ese momento se servía en recipientes provistos por la buchette o en los propios de los clientes, que traían los suyos para rellenar. Estos eran unas botellas de vidrio recubiertas de paja trenzada”, ilustra Sebastián Lahera, socio junto a Gustavo Sancricca y Luciana Guerrero. Buchette significa agujero en italiano y se pronuncia “buquete”.
Instalados en el corredor de Echeverría que se orquestó al costado de la vía elevada, por su ventana no sólo ofrecen vinos, sino también empanadas “y otras sorpresas”. Según cuentan, su propósito es llevar algo tan simple y nacional como el vínculo de la empanada y el vino a un plano más contemporáneo. Así, proponen vinos de baja intervención, naturales, definidos por el territorio y sus creadores, con ética biodinámica, agroecológica y orgánica. “Queremos fomentar nuevas maneras de relacionarnos con los clientes y los proveedores. Para esto investigamos mucho los pequeñísimos productores que hay en el país”, detalla Lahera. En lo que hace a las empanadas, su gran diferencial es que la masa es a base de plantas, totalmente vegana, y que en cada versión buscan que el ingrediente principal se destaque y el resto acompañe, sin demasiadas estridencias.
Echeverría 1677, Belgrano. Instagram: @vina.buchette
4. Ramen: Orei
A pasos de Vina, otra ventanita emana su magia en el corredor de Echeverría. Orei es la última creación de Roy Domínguez Asato, un chef descendiente de japoneses que lleva años deslumbrando con Sushi Asato, su emprendimiento en Olivos, reconocido por la excelencia y vanguardia. Las filas que se arman ante su mostrador dan cuenta de que también despliega maestría en otro ícono japonés: el ramen. “Me gusta lo descontracturado, siento que no es necesario ser un restaurante para tener un producto excelente”, apunta sobre su elección de formato para esta nueva apuesta (que abrió su ventana en julio pasado). A sabiendas también de que el servicio puede ser un dolor de cabeza en un local, prefirió este despacho sencillo, con foco 100% en el producto.
Su menú es concreto y extra cumplidor. Hay siete versiones de ramen con carne y cinco veggies y también onigiris, triángulos de arroz rellenos con panceta, atún o berenjena. Entre esta variedad, la estrella imperdible viene siendo el kumamoto black garlic, con caldo de cerdo de 14 horas de cocción, sal marina, fideos alcalinos, cebolla de verdeo, hongos negros, huevo marinado, fetas de panceta y aceite de ajo quemado. Abiertos desde el mediodía hasta las 16, los canteros del corredor suelen bañarse de sol y ser el refugio perfecto para disfrutar alguno de los platos, aunque también tientan las barrancas de Belgrano.
Echeverría 1677, Belgrano. Instagram: @orei.jp
5. Cocina vegetariana: Hola Chola
Desde que fue ideada, Hola Chola se pensó en un garage. No sólo porque fue un proyecto que nació en pandemia, y por ende se pensó un formato chico y fácil de manejar, sino porque a su creadora, Lucía Barbato, le gustaba la idea de que los clientes pudieran ver qué sucedía en la cocina. Apenas un mostrador separa el local de la calle y los clientes. “Me gusta que se vea que la magia sale de un lugar muy pequeño, que no hay ningún secreto por guardar, que parte de la experiencia sea ver qué sucede adentro”, apunta Barbato. En esos 22 m2 surgen maravillosos exponentes de la cocina vegetariana, como el sándwich de milanesa de gírgola, con pan de papa con alioli de ajo asado, rúcula, pickles de pepino y frutas y stracciatella, lo que se dice el corazón de la burrata. “Vendemos unos 200 por semana”, se enorgullece su creadora. Otro hit es la chipa rellena, hecha de dos quesos y con un mix de hongos, frutos secos y más queso por dentro.
Muy lejos de la quínoa y las lentejas, aquí la cocina vegetariana se propone ser realmente para todos, incluso los más carnívoros. A pocos meses de su inauguración, el efecto parece el deseado: “nunca me imaginé que iba a ser lo que es; tenemos clientes del barrio y otros que vienen desde lejos especialmente a comer y vivir la experiencia”, cuenta Barbato. Un éxito que hace aún más meritorio el pequeño espacio donde sucede todo: “de esa cocina chiquita salen cosas enormes, porque le damos de comer a mucha gente por día, sobre todo los fines de semana”.
Paroissien 1817, Núñez. Instagram: @holacholagarage
6. Donuts: Donut Garage
Si bien ya tenían otros locales más tradicionales, en Villa Urquiza decidieron innovar. Allí tenían su centro de producción, y por eso la idea quedó literalmente servida. En julio, los creadores de Donut Garage abrieron su primer local al paso, enmarcado en una fachada antigua con una amplia ventana de vidrio y madera, bajo la que descansan algunas banquetas. Desde allí se despachan las “donuts de especialidad” que son el sello de la marca, hechas con masa de estilo brioche y con un proceso de fermentación lenta de 48 horas, lo que las vuelve esponjosas y livianas. A esto le suman bagels salados rellenos y café, y en esa variedad encontraron la razón para su nuevo formato. “Nuestros productos son al paso, ya que acompañan a la gente en su camino. También nos gusta que desde la vereda se pueda ver todo lo que ofrecemos, así como mostrar nuestra cocina al 100%. Que la gente pueda ver nuestro ‘detrás de escena’ con el gran equipo que tenemos, el esfuerzo que requiere conseguir un producto así y la materia prima que usamos”, detalla Tomás Sarni, socio del emprendimiento.
La mayoría vota por versiones como la Boston Cream, rellena de crema pastelera y cubierta con ganache de chocolate; la Lemon Pie, rellena de curd de limón y cubierta con glaseado clásico y merengue italiano; la Peanut Caramel, con glaseado de dulce de leche cubierto con garrapiñada de maní; y la clásica de chocolate con dulce de leche.
Ballivian 2317, Villa Urquiza. Instagram: @donutgarage.ar
7. Crêpes: París Crepas
En París Crepas, lo que nació como una solución pandémica para brindar take away resultó un lindo giro del negocio que se terminó aplicando en varias sucursales más. “El primer local que teníamos, en Ramos Mejía, contaba con ventana, así que la usamos en la pandemia. Luego lo replicamos en los siguientes locales que se inauguraron, porque sabíamos que era un factor que ayudaba”, cuentan Leandro Mambretti y Hernán Menéndez, socios propietarios de esta cadena que invita a probar crêpes de masa fina y crujiente de los más diversos rellenos. En septiembre de 2019, la cuarentena los sorprendió con pocos meses de establecidos, y aquellas ventanitas resultaron cruciales para que los clientes pudieran seguir conociéndolos y tentándose con sus creaciones.
Hoy, tanto en modo take away como en el interior de los salones y sus espacios al aire libre es posible disfrutar de variantes dulces y saladas. La de nutella y dulce de leche con toppings, la de carne braseada y la veggie son las más pedidas. “Al inicio, el concepto estaba orientado al estilo francés-europeo. Pero pasados los primeros meses sentimos la necesidad de crecer y le dimos vuelo a la propuesta: armamos una carta con productos saludables, pastelería americana, sándwiches de autor y diseñamos los rellenos para que fueran novedosos y únicos”, sintetiza la dupla creadora.
Av. De Mayo 359, Ramos Mejía, y sucursales. Instagram: @pariscrepas
Temas
Más notas de Gourmet
Más leídas de Revista Lugares
¿Cuál es? La provincia argentina que reúne dos de los pueblos más lindos del mundo
Trevelin. El pueblo que ganó, logró imponer la temporada de tulipanes y es un boom turístico
Hay cuatro argentinos. Estos son los mejores pueblos del mundo 2024
Joya porteña. La biblioteca que parece salida de Harry Potter, un libro de 1600 y el misterio del fantasma