El singular recorrido de Nicolás Minetti: de su infancia en Navarro, donde aprendió a cocinar, a la adolescencia en Buenos Aires y la formación en la alta cocina en Alicante.
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Aprendió a cocinar por necesidad. La suya es una familia numerosa, pero su madre, Marita Minetti, debía hacer reposo los nueve meses de gestación. Su padre, Arturo Minetti, eminencia en el mundo de las conservas, estaba al frente de un autoservicio y pasaba horas fuera de la casa. En la cocina de aquella familia hacían falta manos en la masa. Fue así como Nicolás y Ramiro, los mayores, empezaron a entenderse con hornallas y fogones.
De más grande, NIcolás se dio cuenta de que cocinar era su mayor deseo, pero estudiar en una escuela profesional salía tanto dinero que se decidió por algo que también le gustaba y que podía solventar económicamente: profesorado de educación física. En 2001, Nicolás y Noelia Sineiro, su compañera desde entonces, se mudaron a Alicante, España. Aunque la decisión más valiosa no fue esa: Nicolás había decidido renunciar a lo que hacía para dedicarse por completo a la cocina. Como no tenía experiencia, fraguó un curriculum de cocinero y lo repartió en los restaurantes de aquella ciudad portuaria situada en la costa mediterránea. Trabajó un tiempo de mozo, cuando se hizo un lugar en la cocina, se abalanzó sobre las ollas.
Vivieron ocho años en Europa y, cumplida la etapa, decidieron regresar a Navarro. Él estuvo en un restaurante hasta que compró el fondo de comercio de otro y lo transformó en un éxito. Llego la pandemia y lo cerró; no por la situación mundial, sino porque quería algo distinto, un dinamismo que el restaurante no le daba. El 10 de noviembre de 2022 nació Cuina club de cocina, una propuesta que incluye envasados al vacío, bodega selecta, cenas por pasos en una mesa comunitaria, o la introducción a la cata de gin y whisky.
El recuerdo de una infancia feliz
A veces las necesidades son la antesala de lo que será el deseo propio. “Nuestra infancia fue preciosa, pero mi vínculo con la cocina no tuvo que ver con una abuela amasando y los nietos mirando alrededor”, dice Nicolás. Mientras el padre trabajaba y la madre guardaba cama hasta la llegada de los próximos hermanos, los dos Minetti mayores se las ingeniaban para darle de comer al resto de la familia. Aquella experiencia fue el principio indiscutido de su amor por la cocina, pasión que también supo transmitirle su padre.
Un punto en el mapa: allá vamos!
Después de aquella infancia feliz y aventurada, Nicolás viajó a Buenos Aires para jugar al fútbol en Racing Club de Avellaneda, pero una hernia de disco lo obligó a retirarse y a pensar en el deporte desde otro lugar, y decidió estudiar educación física en el Cenard. En Buenos Aires, también conoció a Noelia, y aquello fue un flechazo mutuo. Se casaron diez meses después de haberse conocido, el 21 de abril de 2001. Al poco tiempo, quisieron viajar a España, pero no sabían adónde, en qué lugar aterrizar. Internet no existía, lo que había eran mapas que señalaban ciudades, países, ríos. Noelia y Nicolás deslizaron el dedo índice por los diferentes nombres: Barcelona, Oviedo, Madrid. Tenían condiciones: a ella le gustaba el mar; ninguno se imaginaba en una ciudad grande, los dos querían el buen clima del Mediterráneo, “...elegimos el lugar por el tamaño del círculo que marcaba la ciudad. Queríamos vivir frente al mar, pero que no fuera una mega ciudad”, cuenta Nicolás. Se mudaron a Alicante donde él trabajó en cuatro restaurantes: Cactus cantina; una parrilla; La mamma nostra, y Katagorri, donde aprendió los secretos de la alta cocina.
La vuelta a Navarro
En 2009, después de ocho años, Nicolás y Noelia decidieron regresar a Navarro. ¿La razón? Extrañaban aquello intangible que no se consigue con dinero: los afectos. “Estás sentado comiendo una langosta y hablas con tu viejo que está en otro país y te dice, “Sí, nos juntamos a comer unos fideos”. Y vos querés estar comiendo los fideos, no la langosta”. Quería que sus hijos tuviesen una infancia parecida a la que había tenido él, “la infancia de la bicicleta, los amigos, juntarse, ir a tirar piedras al campo”. Cuando llegaron, en seguida entró en un restaurante y aquello fue un boom: traía manos transformadoras para una gastronomía tradicional que iba de la milanesa a la pasta (aunque la milanesa y la pasta fueran deliciosas). Al año de estar en Navarro, compraron el fondo de comercio de Don Julio y le agregaron “campero mediterráneo”, de esta manera se fusionaban la tradición campera de Nicolás y aquello que había aprendido en Alicante. Trabajaron 10 años, maravillosamente bien, hasta que llegó otra idea, un escalón más, el espacio gastronómico que le daría a él la plasticidad que venía buscando.
Cuina club de cocina
Cuina significa “cocina” en valenciano, el idioma que se habla en la ciudad de Alicante, “era una manera de homenajear lo que aprendí en España”, dice Nicolás. “Don Julio campero mediterráneo” cerró el 9 de julio y, el 1 del mismo mes, ya habían alquilado el local donde funcionaría el nuevo proyecto, un club de cocina que podía ofrecer diferentes vertientes del mundo gastronómico.
“Cuina club de cocina, como todos los clubes, tiene varias aristas”, dice él. “Le buscamos la vuelta para que la gente, en forma diaria, vaya a buscar su comida”. Por un lado es una rotisería gourmet y de alimentos envasados al vacío. Hay ñoquis, tartas, carnes. Además, en un espacio contiguo, está el restó, donde se hacen (con reserva previa) cenas personalizadas y a puertas cerradas, con un mínimo de 8 comensales, menú por pasos y en una mesa comunitaria. Está “Cuina eventos corporativos y familiares” y “Cuina cursos de cocina”. Los productos son de primera calidad, algunos elaborados por Nicolás y el equipo que trabaja con él, otros por productores locales. Así es como este creativo y trabajador de la cocina, que en fechas como Semana Santa elabora una cazuela de mariscos para más de 800 personas, supo unificar en una palabra valenciana, todo lo que quería hacer. Tal vez, en su vejez, regrese a Alicante, a pasar sus días disfrutando una paella, el plato valenciano que más le gusta, frente al ir y venir del mar Mediterráneo.
Cuina. Calle 9 126, Navarro. T: (2272) 40-0098. Horario de la rotisería: de lunes a sábados, de 8 a 13.30 y 17.30 a 21.30 hs. Horario del restaurante: lunes a sábado mediodía y noche. Solo con reservas, mínimo de 8 comensales y máximo de 18.
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