Sara Plazibat puso en juego todo su saber y su entusiasmo ante una oportunidad dorada: reformar un chalet de 110m2 maltrecho, pero muy bien ubicado, para transformarlo en su hogar.
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“Hacía tres años que buscábamos casa cuando vimos publicado este chalet de Acassuso. Era bastante escueto el aviso, tenía apenas dos fotos. Cuando fuimos a verlo, mi marido casi sale corriendo del espanto”, recuerda sonriendo la arquitecta Sara Plazibat (foto). Fueron necesarios varios croquis para convencerlo de que no sería tan complicado llevar a la luz todo su potencial: nada de herreros con cuchillos de palo en esta historia.
Antes y después, de entrada
Lo que vemos abajo es la actual entrada principal de la casa, en el lugar donde antes estaba la de servicio. Para garantizar su protección, Sara diseñó una reja de dos hojas plegables que le permite dejar despejado el ingreso durante el día.
Cemento alisado en lugar de lajas, aleros en gris oscuro, detalles de madera al natural y los viejos ladrillos pintados de blanco. Así logró Sara una sensación fresca, luminosa y moderna sin perder la esencia de la casa.
Entramos
El verdadero cambio empezó con una audaz reconfiguración espacial. “Cocina por un lado, comedor por otro, el pequeño living con chimenea, todo estaba dividido por paredes que eliminamos para crear este gran ambiente integrado”. Hoy pasan allí la mayor parte del tiempo, por comodidad y porque la luz que lo recorre desde la entrada hasta el ventanal que da al nuevo jardín es un verdadero imán. Pero queda mucho de lo bueno, como el centro con techos altos a dos aguas, que solo había que develar para disfrutarlo cada día.
Con la consola de petiribí frente a la isla, se desdibujan los límites tradicionales, convirtiendo este espacio en algo más que una cocina.
"Aunque nos encantan los muebles de cocina en color, fue más fuerte el argumento a favor de integrarla. Buscamos que se camuflara discretamente dentro del espacio como un elemento más del diseño."
Arq. Sara Plazibat, dueña de casa
“Para generar mayor escala, demolimos el cielo raso, que acá, en su punto más alto, llega casi a los 5m. Consideré dejar a la vista la estructura original de madera, pero como su color no era uniforme, la revestí con placa de yeso copiando su forma a dos aguas”.
Un gol en la bohardilla
“Acá encontré mi santuario creativo. Tengo lugar para guardar y revisar todo lo que me inspira para mis proyectos de arquitectura”.
Mirar al jardín
“Aprovechando la orientación norte, con mi hermana Mercedes, que es paisajista, vimos que era buena idea reemplazar el patio de ladrillos por este jardín, íntimo y frondoso”. Deslizando la imagen de abajo, se ve que donde estaban la puerta principal y ventanas estándar, se grandes ventanales con salida al nuevo césped.
“La nueva carpintería corrediza de piso a techo creó una relación totalmente distinta con el jardín, y le dio una atmósfera serena y luminosa a nuestro dormitorio”.
“Con este cuarto estamos esperando a Ivo, nuestro primer hijo, que llegará en pocos meses. Lo pensé alegre y funcional, con un mueble que integra un pequeño escritorio”, dice Sara, feliz.
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