La arquitecta Ekaterina Künzel reformó su departamento de Recoleta armonizando la impronta de la historia colectiva con la contemporánea, que identifica sus obras.
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Cuando la arquitecta Ekaterina Künzel vio el aviso de venta de este departamento, en seguida intuyó su potencial, pero, al verlo personalmente, quedó directamente cautivada por la calidad de la construcción y la calidez de los detalles originales. Ubicado en una bulliciosa esquina de Recoleta, el edificio que lo contiene tiene solamente tres pisos, fue construido en 1923 y lleva tallada la firma otro arquitecto, Gino Marchesotti.
Pasó un tiempo antes de que Ekaterina se enterara no solo de que Marchesotti había proyectado ese edificio para su familia, sino también que sigue en manos de sus descendientes, que preservan su valioso legado. “Soy la única que no forma parte de esa familia. Los vecinos fueron un gran apoyo durante la remodelación, en particular Marcelo, el sobrino nieto de Gino, que conoce todos los secretos del edificio. Durante la obra no dejamos de sorprendernos de la increíble calidad constructiva que habían empleado cien años atrás”, recuerda.
"Eliminamos las divisiones y generamos un ambiente amplio y luminoso en el que podemos disfrutar del encanto de la arquitectura de época con una distribución actual."
Arq. Ekaterina Kümzel, responsable de la reforma y dueña de casa
Una decisión emocional
Los que conocen el estilo moderno de la arquitectura que practica Ekaterina pueden haberse sorprendido ante su decisión de mudarse a un edificio de principios del siglo XX, pero ella sintió que había encontrado el lugar que buscaba para vivir con su hija y que la nobleza de la planta le permitiría proyectar cambios contundentes. “A fin de cuentas, la elección de una casa es una decisión emocional. Esta casa me da paz. Los techos altos, la luz natural, los colores neutros hacen que quiera quedarme aquí”.
La cocina sale de su encierro
Se utilizaron las puertas vidriadas que estaban en las paredes demolidas para ampliar y reemplazar las aberturas de la cocina, que no respetaban el estilo original.
El equipamiento de cocina está compuesto por dos muebles y un placard revestidos en madera de goiabao donde se guardan los pequeños electrodomésticos para no tenerlos a la vista. La puerta, reubicada, da un pequeño patio con plantas.
“Queríamos que la cocina estuviera solo para lo que se la necesita, sin alterar la estética del ambiente principal. Por eso, mantiene el piso, las molduras y la altura deltecho”.
Intercambios
Para animarse a cruzar las grandes aguas, como invita el I Ching, Ekaterina se rodeó de un equipo tan leal como profesional: Ezequiel Fernández en la ejecución de obra y la dupla compuesta por Aldo Montefiore y Francisco Dulce, de Make Strategy, en el trabajo operativo, la ayudaron a mantener el rumbo en su doble rol de arquitecta y clienta. Además, con su amiga y colega Agustina Arias le dieron mil vueltas a cada tramo del proyecto. Juntos encararon la demolición de las paredes que dividían un departamento compartimentado que solo tenía luz en dos ambientes para generar un espacio social amplio e integrado, recuperaron carpinterías e intervinieron los ambientes privados.
“En mis obras propongo ideas jugadas, pero es un intercambio entre dos: yo planteo estrategias y el cliente, traza sus límites. Esta vez, estar en los zapatos del comitente me aportó otro nivel de comprensión”, reconoce la arquitecta.
Los espacios privados
El dormitorio más pintoresco, con ventana curva, estaba predestinado para la hija de Ekaterina.
Para su dormitorio, la arquitecta diseñó un mueble a medida y en el baño, invirtieron la ubicación de la pileta antigua, que antes le daba la espalda a la ventana, colocaron azulejos blancos de 15x15, un estante de mármol de mármol de Carrara e instalaron luminarias de pared para obtener iluminación frontal.
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