Una joya arquitectónica deshabitada desde hace años fue puesta en valor y convertida en un espacio soñado para encuentros gastronómicos, culturales y espirituales; Toti Quesada lidera el proyecto y emprendió la remodelación junto a Candelaria De Urquiza
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La casa la esperó. Esto piensa hoy que sabe cómo siguió la historia. Pero cuando, hace casi cuatro años, Teodelina “Toti” Quesada la conoció, concluyó que esa propiedad no era para ella. “No soy la indicada para levantar este lugar”, dijo. Y no lo era todavía. Esa vez, la recorrió y le pareció inabarcable, tan inmensa que “asfixiaba”, cuenta.
Entonces instaló su espacio –donde cocina y da talleres- en un ambiente pequeño en Villa Ortúzar, a la medida de su proyecto. Sin embargo, creció: ella y su emprendimiento. Cuando ya el lugar había llegado a su máximo y la demanda del Catering Teodolina continuaba en aumento, se propuso mudarse a algún galpón o local que le diera el margen de expansión que necesitaba.
Casi de casualidad, fuera de cualquier lógica de algoritmo, volvió a encontrarse en su pantalla un aviso de aquella casa. Seguía vacía y en alquiler. Fue a verla y la descubrió con otros ojos. Siempre había sido “su” lugar, solo que tenía que estar preparada para habitarlo y ahora, sí, lo estaba.
Los picaportes son originales, se aceitaron las carpinterías, se colocaron rieles modernos en los antiguos cajones para las cortinas y se recuperaron las fallebas.
Inició así la tarea de remodelar la que fue, hace décadas, la concurrida vivienda de la empresaria cultural Tita Tamames y a gestar Casa Néctar, el espacio donde tres mujeres hacen un entramado de sus profesiones y su creatividad: Toti Quesada con sus experiencias gastronómicas convocó a Astrid Hoffman que organiza círculos femeninos y a Magalí Polverino quien montó allí su estudio fotográfico.
Pero para llegar hasta acá hubo un largo camino. Lo recorrieron en cinco meses de una reforma veloz, intensa y muy desafiante.
La emblemática casona de Barrio Norte -ubicada en Agüero y Güemes- data de 1919 y estaba deshabitada desde hacía varios años. Si bien la construcción de altísima calidad resistía, el deterioro por el paso del tiempo era evidente, como así también la falta de actualización estructural para las demandas de las instalaciones modernas.
Tal era el nivel de convencimiento de Toti que no la asustó saber que haría una obra gigante para recuperar los ambientes ni le importó que, a priori, todo lo que necesitaba parecía imposible. No la amilanó el tamaño de la inversión que demandaría como tampoco el tiempo que iba a llevar convertir ese lugar en el que sabía que iba a ser.
La vivienda era una obra de arte desde lo arquitectónico y una joya en su noble historia. Toti Quesada iba a honrarla, era su oportunidad de ampliar la escala y tenía con quién hacerlo.
Aquí entra en escena una figura central en esta historia: Candelaria De Urquiza Anchorena. Arquitecta y artista plástica de profesión -además de directora de arte de eventos y productora como oficio- es la mano derecha de Toti en todo lo vinculado con diseño espacial. Desde que se conocieron en Salú -un club de cocina en Palermo-, entendieron que vibraban en la misma sintonía. Comparten el criterio estético que es esencial en los proyectos que desarrollan, el ritmo incansable de trabajo, el entusiasmo al máximo y una perspectiva en común.
La obra duró cinco meses y estuvo a cargo de Candelaria De Urquiza; el foco fue puesto en la conservación y puesta en valor de la arquitectura original
Todo era polvo y escombros, había trastos arrumbados, la circulación estaba obstruida por el abandono. Pero ellas tenían fe. Cuando pensaban en lo que estaban haciendo se hundían en la ansiedad y la duda, aunque bastaba entrar a la obra para recuperar la confianza total.
“Había algo energético que ya me había conquistado”, asegura Toti. Candelaria agrega: “Nos encontramos con una obra de arte. La casa tenía molduras increíbles, chimeneas en casi todos los ambientes, espacialidades que ya no se ven, con techos altísimos y pisos espectaculares. Si bien la casa había estado cerrada mucho tiempo y en su última etapa habitada no se había llegado a mantener, sabíamos que debajo del polvo lograba perdurar una obra con historia, llena de detalles de calidad que queríamos rescatar y conservar”.
"La base de la mesa de trabajo es ´mi base´ desde el comienzo: es la estructura que nos acompaña desde el primer proyecto, Salú. Le cambiamos la tapa por una mesada Purastone rosada diseñada especialmente como una nube: con cantos curvos."
Toti Quesada
“Yo nunca tengo las cosas demasiado claras cuando arranco un proyecto. Parto de algo algo que me moviliza y me va llevando: no busco un fin concreto, sino que dejo que lo que aparece me vaya trayendo ideas”, sostiene Toti y aclara que sí había dos objetivos muy firmes en la remodelación: revalorizar y mantener, tanto la casa como el espíritu de su historia. Fue la consigna inicial. “Tita amaba los banquetes, los encuentros, el goce. Néctar es el alimento de los dioses”, explica Toti y Cande la sigue: “Ella era una mujer muy empoderada, muy independiente. La energía de la casa brindó esa esencia, que coincidía con la del proyecto”. El pilar donde se articularía la intención fue la arquitectura.
"La paleta de colores que usamos fue la de la identidad de la marca Teodelina, que es muy de los pasteles. Toti es amarillo a full y el rosa está muy presente."
Candelaria Urquiza
Dicen que el amarillo era el color que se usaba en las cocinas de campo para espantar a las moscas.
Uno de los principales desafíos era la instalación de energía eléctrica y gas. “Había que responder a necesidades actuales con una estructura que no estaba preparada. El lineamiento fue no tocar nada, o hacerlo lo mínimo posible, para enaltecer lo arquitectónico. Con ese criterio, pasamos con bandejas el cableado para no romper. Pero el resultado fue peor: las molduras quedaban tapadas, el dispositivo competía con la estética original y no funcionaba como solución. Así que tuvimos que hacer una intervención extremadamente cuidadosa. Romper fue lo más angustiante. Parecía un quirófano en lugar de una obra”, ríe Cande.
"Todos los rubros trabajaron con respeto y admiración por la casa. Se generó un clima de trabajo muy especial."
Toti Quesada
Fue una oportunidad para fortalecer con hierro la estructura que ahora soporta mayor peso que antaño. La fachada de la casa, por protección al patrimonio cultural, no puede ser modificada ni alterada. Esto impide colocar cualquier tipo de luces y los equipos de aires acondicionados tuvieron que llevarse hasta la terraza, a tres pisos de altura.
Una carpa rosa
La idea de sumar Astrid Hoffman al proyecto nunca estuvo en duda. Para Toti ella es como su hada madrina ya que está desde el inicio de su carrera -era la dueña de Salú- y siempre la apoya para que crezca. Casa Néctar, concebida como una ronda de mujeres profesionales creativas era el marco ideal para la actividad que propone Astrid que tiene que ver con lo sagrado femenino: son encuentros y rituales en torno a la maternidad, la astrología, la sexualidad, y los sueños.
La habitación donde se desarrollarán desde marzo estas activaciones se concibió como una cajita rosada, donde desde la ambientación prima la intimidad y el cobijo.
El estudio fotográfico
Magalí Polverino es artista. Se dedica a la fotografía y está especializada en food styling. Y en este punto, siempre estuvo ligada a Toti. Su estudio es un lugar para hacer pero también para crear y compartir ideas. Un living junto al hogar, mucho sol, obras de arte y amplitud son las claves de este espacio que se integra a Casa Néctar.
"Por su actividad, Magalí necesitaba mucho espacio de guardado. Diseñamos este mueble bajo respetando la curvatura de la superficie y elegimos darle un color pastel que se diferencie del resto."
La galería
Originalmente la galería daba al jardín de la casa de Tita Tamames. Actualmente, conecta a las propiedades ya que en donde estaba el césped y la piscina, se construyó un edificio. De esta manera Casa Néctar podría llegar a funcionar en algún momento como un espacio de amenities para los vecinos de los departamentos. El estudio de arquitectura Lacroze Miguens Prati estuvo a cargo del emprendimiento en el pulmón de Barrio Norte junto a la firma Rukan Real Estate.
Para inaugurar Casa Néctar, Toti Quesada, Magalí Polverino y Astrid Hoffmann invitaron a un típico “asado de fin de obra”, en el área común de la vivienda.
El banco es de hierro y lleva un bordado artesanal en el asiento; es de Facón.
El espacio común
El salón principal es un gran distribuidor donde todos los espacios se conectan: la carpa rosa, el estudio fotográfico y el taller de cocina. Es el área de reuniones y de circulación.
"El rosado del cielorraso dialoga con la paleta de colores de la marca y es una manera de exaltar la belleza de la moldura. Cuando vimos cómo quedaba con el piso damero nos fascinó."
En el baño se entelaron las paredes y se equipó con sanitario japonés inteligente: el famoso Toto, que requirió instalación de agua y también de electricidad para su funcionamiento.
El taller de cocina
El corazón del proyecto es el taller para clases de cocina y eventos de Toti. Es un gran ambiente que da sobre la calle Güemes tiene conexión directa con la cocina de producción. Una mesada con hornallas iba a funcionar como isla central, pero una antigua biblioteca de la casa cambió los planes. Era monumental, divina, querían aprovecharla.
En principio quedaría donde estaba y daría marco a un living, junto a un sillón. Sin embargo, un día Toti pasó por delante, Cande la vio y le dijo “quédate ahí”. Le sacó una foto y le mostró que ese mueble debía ser su fondo. Que la mesa de trabajo podía arrinconarse allí y que los estantes, con un mínimo de adaptación, serían útiles y el mejor marco para la actividad. Todo está pensando desde el mejor ángulo para ser filmado, instagrameable.
"La casa nos exigía subir la categoría del espacio, sin perder lo lindo y lo simple de cocinar"
Toti Quesada
La mesada tiene una estética premium y también calidad técnica: la superficie es de cuarzo, con alta resistencia a rayas y manchas, fácil de limpiar y de instalar.
"Los anafes fueron la gran incorporación. Son esculturales. Siempre tuvimos horno eléctrico y acá queríamos gas. Son hornallas que se encastran de forma independiente y dan otra espacialidad a la mesa."
Candelaria Urquiza
“La base tiene que ser la de siempre” entendieron ambas. Por eso, desde el primer proyecto -el club de cocina Salú- a hoy van mudando y adaptando el mismo pie de mesa de trabajo. La estructura de madera, que antes tenía un horno central ahora se reformuló con dos hornos laterales y se completó con una mesada nueva. La tapa, diseñada en canto curvo, que trabajó United Stone y realizó De Stefano, es de Purastone rosado.
La idea fue jerarquizar el área de las clases de cocina y eventos. Un espacio libre de suciedad. La bacha, original de la casa, se usa para lavarse las manos y todo lo que es platos y vajilla se higieniza en el sector cocina.
"Fue un hallazgo. Detrás de muchas puertas viejas encimadas contra la pared y debajo de mucho polvo, encontramos esta alacena que nos enamoró y nos propusimos poner en valor."
Toti Quesada
El mercadito
Casa Néctar funciona como un centro de encuentro y de distintas activaciones culturales. Por eso, en el hall de ingreso, se montó una especie de gift shop típico de museo de arte: ofrecen productos que se relacionan con las actividades que allí se desarrollan (gastronomía, arte, espiritualidad) y también distintas opciones de amigos y amigas de la casa que cuentan con una estricta curaduría.
Toti Quesada empezó su carrera en la gastronomía después de dejar su profesión como psicopedagoga. No se alejó demasiado de la educación ya que enseñar a cocinar es una de sus grandes pasiones. Se hizo conocida en Salú, un club de cocina de Palermo al que fue convocada, y durante la pandemia tuvo un pequeño espacio propio para producir el catering que ofrece y sus eventos. Casa Néctar es su salto de escala, un crecimiento que encontró el lugar ideal para habitar.
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