Te mostramos cómo un espacio en ele fue reformado para tener privacidad y a la vez convertirse en hábitat de especies silvestres capaces de soportar condiciones climáticas adversas.
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La situación inicial de esta terraza representaba un desafío para quien debía rediseñarla: ubicada en un piso 8, recibía mucho viento, y además sufría por exceso y por carencia de sol, según la época del año. La forma en ele rodeaba el departamento, abrazando el hall de entrada, el estar, la cocina y las habitaciones. La premisa de la paisajista Valeria Hermida, a cargo de la reforma, fue trabajar con plantas altas y silvestres en grandes contenedores para evitar problemas de filtraciones, pero tratando de ocultarlos. Conservar esa sensación de “plantado en la tierra” fue un objetivo siempre presente.
La propuesta
Una vez aprobado por un ingeniero especializado el peso de los maceteros que podía soportar la terraza, hubo que definir el espacio. Se propusieron plantas altas para “absorber” la altura de la reja y para abrigar el espacio de vientos y miradas de vecinos. Si bien el proyecto integraba propuestas de equipamiento a medida, una vez establecidos los dueños diseñaron unas estructuras de hierro con toldos romanos rebatibles en la expansión del estar y del comedor diario, para paliar el sol del verano y taparse de las miradas de pisos más altos.
Para realizar desniveles y de esa manera sectorizar la terraza, se cubrió la superficie con un deck que proporciona uso y circulación. Los dueños eligieron lapacho. La base de la reja existente marcaba el nivel al que llegaba el jardín original. Se ideó un escalonado con el objetivo de armar espacios hundidos en los sectores de los fuertes vientos y en las puertas ventana de los dormitorios, y otros más altos para captar la impresionante vista de las grúas del puerto de Buenos Aires. En la esquina, que fue resuelta a nivel del interior de la casa, diseñaron un juego de living de madera dura en “L” contra las macetas ya plantadas.
Se propuso una ducha exterior a pleno sol, camuflada entre las plantas danzantes. Las gramíneas y herbáceas en maceta deberán ir reponiéndose con los años. El sustrato elegido fue de compost, arena y colchón de perlita. La técnica de plantarlas “entremezcladas” asegura que rápidamente cubran el sustrato y así se evite el trabajo de desmalezar constantemente.
Las plantas elegidas
Las especies de sol se pensaron para soportar condiciones similares a las de las plantas de la costa −expuestas a los vientos constantes, pleno sol, amplitud térmica− y también las que se adaptan a la semisombra y vientos, y otras pensadas al abrigo de las más altas. Se combinaron: Paspalum haumanii, Erianthus ravennae, Cortaderia selloana, Pennisetum alopecuroides ‘Hameln’, Miscanthus gracillimus, salvias (Salvia guaranitica ‘Indigo Blue’, S. uliginosa, S. greggii), Erigeron karviskianus, Asclepia curassavica, Chasmanthium latifolium, Poa iridifolia, Kniphofia uvaria. Las grises: Santolina chamaecyparissus, Lavandula dentata, Plectranthus neochilus y aromáticas como romero, orégano y tomillo. Además, boj (Buxus sempervirens) podado en el sector de la cocina. En este tipo de plantación natural y entremezclada es fundamental mantener un calendario de poda anual de gramíneas y herbáceas para que las especies luzcan su brotación joven. Natural no es sinónimo de abandonado.