A tres cuadras de Plaza de Mayo, abrió un nuevo lugar donde se fusionarán la gastronomía italiana, muestras itinerantes de arte y eventos privados
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Era un día de mayo como este cuando en 1875 dos comerciantes españoles fundaron en tierra argentina las Tiendas San Juan. Emblemáticas en la época, su consolidación las empujó en poco tiempo a instalarse en uno de los puntos neurálgicos de la ciudad. Sobre la calle Hipólito Yrigoyen al 800, en ese entonces llamada calle De la Victoria, echaron raíces en un complejo de edificios que ocupaba casi una manzana, a 300 metros de Plaza de Mayo.
El tiempo cambió la escena drásticamente. El camino de tierra donde paseaban caballos con carretas fue reemplazado por pavimento y colectivos. Donde supieron estar las tiendas, los edificios que tanto glamour desprendían con los años se modificaron con capas de durlock y se convirtieron en el Hotel Mérit, en una sede del Ejército y, ahora, un nuevo centro cultural.
“Con la pandemia esta zona se apagó más que otras pero estando en el corazón de ciudad me rehusaba a que quede con las persianas bajas”, dice Daniel de Abrantes, dueño del espacio desde 2007. Junto a su socio y amigo arquitecto -Guillermo Mansini- empezaron a escarbar en 2020 los 1300 metros cuadrados que le pertenecían del edificio para convertirlo en un nuevo polo de cultura, arte, gastronomía y encuentro.
“La idea que rondaba la obra era replicar lo que hicieron nuestros abuelos europeos cuando llegaron a esta tierra para enraizar su cultura: fundaban una sociedad de fomento o sociedades de socorro mutuo... lo que hoy llamamos espacio cultural”, dice De Abrantes. En honor a este concepto es que decidieron colgar una raíz de un árbol Teca gigante traída de Tailandia, que pesa 400 kilos y mide dos metros y medio de diámetro. “Nos pareció que podía ser nuestro logo y emblema dado que este es un lugar que busca enraizarse en Buenos Aires”, agrega el dueño.
Cómo es
Quienes caminan por la angosta Yrigoyen notan de repente un pulmón en la vereda. Abra Cultural, como se denomina el emprendimiento, invita desde sus primeros metros a entrar a conocer su propuesta. En una vereda ensanchada, la transparencia de una gran vidriera deja ver el interior original del edificio, que hoy a primera vista es un restaurante italiano con una amplia propuesta cultural.
El primer impacto es un choque de estilos arquitectónicos: las paredes con ladrillo a la vista erguidas originalmente en 1920, decoraciones geométricas originales forjadas en hierro y mobiliario moderno mezclan la actualidad con el estilo industrial y art déco.
En la planta baja se encuentra el restaurante donde supieron funcionar los bancos Bisel y Macro. Con un horno traído directo desde Nápoles, se distribuyen pizzas y cannolis por las mesas que rodean el patio interno del edificio.
“Pusimos paredes retráctiles porque cuando la temperatura lo permite las abrimos para favorecer la ventilación cruzada y minimizar el uso del aire acondicionado”, detalla. A su lado, el arquitecto Masini señala que “generalmente, esto es muy difícil de encontrar en locales de gastronomía, ya que en muchas ocasiones se trata de locales profundos donde en el fondo no hay luz natural”. Para sumarle algo de verde a la escena, trajeron desde La Rioja un olivo de 50 años que más adelante se complementará con un jardín vertical.
Detrás del patio central, una larga mesa para 28 comensales se aparta con privacidad, pensada para reuniones privadas, celebraciones o quienes quieran comer en una mesa compartida.
A metros de la barra de la entrada, unas escaleras recuperadas del banco que allí funcionaba llevan al entrepiso, donde se encuentra una muestra itinerante de arte que abre paso al primer espacio cultural del lugar. Las exhibiciones son sin fines de lucro, las elige una curadora especializada, rotan cada mes y realizan eventos sociales de inauguración y cierre.
“Estos espacios son multiuso. Si una persona quiere hacer una comida privada se puede hacer acá, o por ejemplo un evento como la presentación de un libro, que de hecho ya nos pidieron y están en agenda. Queremos que en este espacio se hagan actividades culturales”, señaló Daniel de Abrantes.
Esta parte se compone por una sala para 50 personas, tiene activa una exposición de cuadros y se complementa con otra pequeña sala contigua más privada y una expansión del restaurante con mesas, sillas y espacio para un artista musical que se presente tanto en la muestra de arte como para el restaurante.
El arte también se escurre por otras escaleras iluminadas y baja un nivel y medio para llegar al subsuelo, donde algunos cuadros de la misma muestra cuelgan de la pared de un gran pasillo ancho. Las Tiendas San Juan resurgen a la superficie y se encuentran latentes en varios puntos. El piso de madera original restaurado, la vidriera que supo estar tapada con durlock por décadas y que se colocará en forma de un gran espejo de 4,5 x 2,5 metros y la nobleza de la construcción original que se ve en las tuberías de hierro a la vista.
El subsuelo todavía está en obra. Finalizada la segunda etapa en transcurso, este tendrá un sector de baños, una cava que se usará como continuación y un auditorio con sus columnas de hierro industriales a la vista para 290 personas preparada con un escenario, pantallas e iluminación para eventos.
El espacio ya fue reservado para capacitaciones de empresas gastronómicas y se alquila a un precio base de $600.000 por día. En caso de eventos, hay escaleras internas para movimiento del personal, asignado a la segunda cocina y un elevador para platos.
Una zona que recupera su vitalidad
Con el proyecto que demandó la suma de US$500.000 para su restauración y equipación, la zona porteña que busca reconvertirse a través de una serie de incentivos gubernamentales suma una nueva propuesta gastronómica y cultural.
El nuevo movimiento de gente que pretende generar en el microcentro, sumado a los servicios que se adicionan al tradicional edificio podrían revalorizan las oficinas que se encuentran vacantes de momento. “El edificio está entre un 50 y 60% vacío pero a quienes estén interesados en invertir les digo que miren lo que pasó en otras grandes ciudades como Madrid. Estos procesos de vacancia de revierten y las grandes ciudades tienen vida por encima del país, como Roma es Roma más allá de Italia”, destaca De Abrantes.
De acuerdo a los portales inmobiliarios, una planta dividida de 1150 metros cuadrados se vende a US$1,4 millones en este edificio. Las oficinas pueden complementarse con el espacio gastronómico del restaurante, o mismo alquilar el subsuelo para eventos con la facilidad de estar a pocos pasos del ambiente regular de trabajo.
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