Tres amigos cumplieron el sueño del negocio propio: comenzaron con nueve mesas y hoy tienen 120 cubiertos y 30 empleados
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Fiel a los tiempos que corren en el que el bienestar es parte de la agenda, Diego Curi (37), Tomás Muñiz (34) y Juan Muchnik (34) se animaron a cumplir el sueño que tenían desde chicos: crear un espacio gastronómico en una playa paradisiaca. Y hace seis años inauguraron El Chiringo, un espacio de gastronomía sobre lo que en ese momento era una playa en el final de José Ignacio, un paisaje despojado del bullicio veraniego.
Pero no sólo tienen comida gourmet, también organizan sunsets musicales, músicos en vivo, cenas temáticas de luna llena y actividades relacionadas con el bienestar, como yoga, meditaciones y hasta jornadas educativas de limpieza en la playa para chicos.
Esta es la fórmula con la que estos tres argentinos arrancaron con el proyecto. Los emprendedores hablan con una expresión fresca, relajada, incluso pese a que la llegada inminente de la temporada veraniega podría ser motivo de estrés para cualquiera que sepa lo que significa el trabajo en gastronomía. Sin embargo, ellos tienen tres ases bajo la manga: recetas de autor, un ambiente descontracturado y un imponente mar de fondo.
Diego Curi fue el primero en llegar. Cuenta que con su pareja solían frecuentar en vacaciones la playa donde hoy está el emprendimiento. En ese punto del mapa, Diego decidió, en diciembre de 2017, montar lo que comenzó siendo un pequeño chiringo de playa de tres por tres metros, con apenas nueve mesas. Enseguida se sumó Tomás Muñiz, a quien Diego conoció a través de un amigo en común, y fue Tomás quien recomendó convocar a Juan Muchnik, su amigo desde la infancia. A fuerza de ideas y trabajo, ese pequeño puesto de playa creció hasta convertirse en un restaurante con capacidad para 120 personas y casi 30 empleados.
“La idea siempre fue armar una propuesta de servicio en la playa, que en ese momento no existía. Apuntábamos más al mediodía, tipo kiosco para disfrutar el día de playa”, dice Diego acerca del emprendimiento, que arrancó con una inversión de US$15.000 y fue creciendo de manera lenta y sostenida.
Explica que la barrera de entrada no fue tan alta porque se trataba de una zona que se encontraba sobre lo que en ese entonces era el final de José Ignacio, que luego fue ampliando sus horizontes. El boca en boca tiene un rol fundamental en el crecimiento de este restaurante, que en la temporada 2022/23 tuvo un promedio de 275 cubiertos por día y proyecta aumentar ese número a 360 en la temporada que comienza.
Tomás Muñiz cuenta que estudió periodismo y jugó al fútbol en el club Platense hasta los 21 años. Él es quien se encarga de “armar equipo”, como dicen sus socios. Está pendiente de que todos se sientan a gusto y las cosas fluyan. Apunta que en los primeros tiempos contaron con ayuda de un chef amigo y un cocinero que los asesoró en el armado del menú con las líneas que ellos tenían en mente.
“La idea fuerte del menú es ofrecer una carta sencilla que mezcla elementos del Río de la Plata con la cocina mediterránea. Se trata de productos frescos, locales: lo que se pesca a la mañana se come al mediodía, por ejemplo. Después también fuimos creciendo en coctelería, pero lo que marcó siempre el camino fue la idea de mechar buena gastronomía en sintonía con un lugar muy lindo y poco explotado”, dice Tomás, y suma que entre los platos estrellla está el ceviche y los que incluyen pescado, como fish and chips, por ejemplo, aunque hay opciones para todos los gustos.
Señala que desde hace cinco años trabajan con el mismo jefe de cocina, Juan Pablo Panzuto, quien cuenta con una gran libertad en las propuestas que desea encarar. “Todo el tiempo estamos aceptando sugerencias y dejamos volar mucho a quienes trabajan con nosotros”, señala Tomás, que destaca también la estabilidad del equipo de gente que trabaja en El Chiringo, algo que no es muy frecuente en gastronomía, ya que es un rubro donde suele haber mucha rotación.
“Nuestra cultura de trabajo siempre fue que la sonrisa no se negocia. Hoy muchos clientes se convirtieron en amigos”, dice Juan Muchnik, quien durante 10 años se dedicó a la comunicación corporativa. Luego, amante de los viajes, al igual que sus socios, emprendió un recorrido que comenzó con una estadía en Australia junto a su amigo Tomás, y lo llevó por diferentes países de Europa en los que sumó experiencias de trabajo en el rubro gastronómico. A su regreso se encontró con la propuesta de sumarse a El Chiringo.
Juan destaca que uno de los puntos fuertes sobre los que trabajan es el respeto por el entorno: hay un gran foco en la sustentabilidad, no sólo desde el armado del menú a base de productos locales de proveedores de cercanía. Además, reciclan casi el 85 por ciento de los residuos que generan. Los tres socios se confiesan enamorados del lugar, y a excepción de Diego, que durante los meses de cierre reside en Barcelona, pasan sus días en José Ignacio.
Así, El Chiringo está pensado no sólo para el turismo, sino también para quienes eligen vivir permanentemente en Punta del Este, un fenómeno que creció durante la pandemia. Por eso son los primeros en abrir en la temporada veraniega en diciembre, y los últimos en cerrar, luego de Semana Santa. Siempre con una sonrisa.
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