Ubicado en Sarmiento al 1300, a menos de cuatro cuadras del Palacio Barolo, el edificio conmemoró sus 150 años a principios de este año
- 15 minutos de lectura'
Enclavado en el corazón del microcentro porteño, el Societá Unióne Operai Italiani (SUOI), alguna vez considerado el edificio más destacado construido por los inmigrantes italianos en Argentina, experimentó una transformación desoladora que lo colocó al borde del colapso.
Este monumento, que antaño fue una impresionante joya de estilo Art Nouveau con una fachada realizada por el arquitecto Virginio Colombo, con una extensión actual de 2282 metros cuadrados, enfrentó durante años un sombrío panorama marcado por la completa negligencia en el mantenimiento.
En un giro sorprendente, la propiedad está ahora en manos de la Iglesia de la Cienciología (Church of Scientology) de Argentina, que se encuentra inmersa en un activo proceso de rescate para restaurar su antigua gloria.
Un viaje al pasado
Ubicado en la calle Sarmiento al 1374, a menos de cuatro cuadras del Palacio Barolo, el edificio conmemoró sus 150 años a principios de este año, marcando un legado que se remonta a su inauguración en 1874 como la sede inaugural de la Sociedad Unione Operai Italiani. Esta entidad, la tercera sociedad italiana establecida en Argentina tras Unione e Benevolenza en 1858 y la Nazionale Italiana en 1861, se destacó como la pionera en fundar escuelas gratuitas en italiano para niñas poco después de su establecimiento. A lo largo de los años, el edificio fue testigo de la presencia de prominentes figuras como Julio A. Roca y Juan Domingo Perón en uno de los sectores más destacados de la sede: el Salón Augusteo, o salón principal.
Incluso a pesar de encontrarse en un estado de abandono, este espacio deja sin aliento a quienes lo visitan, con un esplendor pasado palpable en los elementos que aún perduran. Su techo meticulosamente pintado evoca la grandeza de lugares emblemáticos como el Teatro Colón o la librería El Ateneo y se complementa con dos estatuas de los torsos de un hombre y una mujer sosteniendo las columnas que enmarcan el escenario, donde antaño resonaban los acordes de conciertos.
En sus paredes se perciben vestigios de lo que alguna vez fueron grandes espejos, mientras que las aberturas en el techo sugieren que el salón albergó en su momento impresionantes arañas de cristal. Todas sus ornamentaciones dan testimonio de la rica integración de la cultura italiana de ultramar, que utilizó el Salón Augusteo no solo para realizar banquetes y sorteos, sino también para vibrantes mítines políticos.