La vigencia de la huelga como protesta divide a los gremios
El pacto entre el Gobierno y la CGT que desactivó un paro general en la antesala de la cumbre del G-20 derivó en un inesperado debate en el corazón de la central obrera peronista: ¿la huelga sigue siendo la manera más efectiva para canalizar los reclamos y el descontento?
Rompió el hielo el mercantil Armando Cavalieri , que defendió el acuerdo por el bono de $5000, cuestionó la vigencia del paro como herramienta de presión y ubicó a la Argentina como una curiosa excepción. Desde una cabecera surgió una reacción aislada, con el argumento de que en los países en los que la huelga está agotada las estadísticas de pobreza, empleo y educación son disímiles de las nuestras. El debate quedó tapado por la agenda urgente de la compensación salarial y el trato para frenar despidos hasta el 31 de marzo.
Periódicamente, Mauricio Macri conversa con cuatro o cinco sindicalistas. No con muchos más. Uno de ellos es Cavalieri, jefe del Sindicato de Empleados de Comercio desde 1986. Pero no fue solo el eterno líder mercantil quien planteó la caducidad del paro como mecanismo de presión. Piensan de manera similar el grupo de los autodenominados "independientes", cuyos integrantes, Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (Uocra) y José Luis Lingeri (Aysa), cuentan con un historial de reelecciones casi tan rico como el del mercantil.
Ellos hoy forman parte de la mesa chica de la central obrera, junto con los secretarios generales Héctor Daer y Carlos Acuña. "Tenemos que ser responsables en el uso del paro como herramienta de acción. La CGT no debe dejarse llevar de las narices de Moyano , la CTA o la izquierda", plantean desde la cúpula cegetista.
En la Casa Rosada celebran la discusión interna que sobrevoló la semana pasada durante la última reunión de consejo directivo de la CGT. El Gobierno lo relaciona a una suerte de efecto contagio con el paso que dio el petrolero Guillermo Pereyra, que aceptó evitar conflictos que perjudiquen la productividad del yacimiento Vaca Muerta, el inmenso reservorio de gas y petróleo no convencional que se recuesta en la cuenca neuquina y que es considerado una mina de oro.
Pero a la inversa de lo que se discute en un círculo chico de la CGT, los gremios docentes , por ejemplo, sostienen que la huelga es hoy la única salida viable para agilizar sus reclamos. Pasado mañana, en la provincia de Buenos Aires se concretará el vigésimo séptimo paro en lo que va del año. La paritaria está aún indefinida.
A nivel nacional, en tanto, se está gestando un acuerdo sindical para que no se inicie el ciclo lectivo de 2019. Sergio Romero, jefe de la Unión Docentes Argentinos y secretario de políticas educativas de la CGT, es tajante: asegura que las clases no comenzarán en marzo y que el conflicto amenaza con ser infinito.
Eliminada por decreto la paritaria nacional docente, el salario inicial se define hoy en el Consejo del Salario, junto con el salario mínimo vital y móvil. El sueldo inicial de un maestro actualmente es de $11.400 y llegará a $15.000 en junio de 2019, cuando se efectivice el último tramo del incremento anual de 19% que el Gobierno cerró de manera unilateral. Una cuarta parte de los 1.200.000 docentes que hay en el país cobra el salario inicial. "El paro de la CGT hubiera tenido sentido antes del presupuesto, ahora ya somos boleta", se resigna Romero, una voz cada vez más crítica con la conducción cegetista.
Entre la postura amigable de Cavalieri y Pereyra y el reclamo inflexible docente surge una escala intermedia, que es ahora ocupada por la poderosa Confederación de Trabajadores del Transporte. Juan Carlos Schmid se refugió entre los transportistas para conservar influencia en el ajedrez sindical tras su salida del triunvirato de la CGT y de su distanciamiento del clan Moyano. Schmid presiona al Gobierno para conseguir la exención de Ganancias del medio aguinaldo o una excepción para su sector.
El primer paso de la protesta será activar asambleas el 27 de este mes, entre las 4 y las 7 de la mañana, lo que retrasaría colectivos y trenes urbanos e interurbanos, además de afectar el horario de los vuelos internacionales y de cabotaje, y la actividad portuaria. ¿El segundo paso sería un paro? Schmid comprobó en carne propia durante su jefatura en la CGT que el éxito de una huelga depende de la adhesión de los colectiveros y ferroviarios. Es decir, la suerte estaría otra vez atada a los indescifrables Roberto Fernández, jefe de la UTA, y Omar Maturano, de La Fraternidad. Ambos suelen estar más cerca de la retórica de Schmid aunque en la práctica se parecen más a Cavalieri.
No fue casual que el debate sobre la vigencia de la huelga en la CGT haya coincidido con los días en los que Jorge Triaca negociaba su salida de la Secretaría de Trabajo. Los gremialistas que encendieron la mecha de la discusión y que desactivaron lo que hubiera sido el quinto paro general contra la gestión macrista son los mismos que intentaron mediar ante el Presidente para evitar la ida de Triaca, un funcionario al que consideraban propio y al que involucraron en más de una trapisonda sindical.
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