En los últimos seis años no hubo evidencias de que sus ojos felinos alumbraran las sombras de algún rincón del monte. Ni huellas, ni rugidos ni restos de presas que denotaran su esquiva presencia en el chaqueño Parque Nacional El Impenetrable. Nada. Pura ausencia. Pero hace un mes aparecieron unas marcas en la arenosa costa del río Bermejo, en el límite con Formosa, y la esperanza de que hubiera un ejemplar de yaguareté en esos parajes iluminó las noches de un grupo de expertos en fauna. Después de semanas de paciente trabajo acaban de dar un exitoso primer paso en el plan de reinserción de la especie al ponerle a un animal rozagante de casi 108 kilos un collar rastreador.
Un equipo de LA NACIÓN compartió tres días con estos especialistas para ver de cerca de qué modo prepararon el abordaje, cómo vivieron la experiencia de enfrentarse cara a cara con este enorme felino, qué expectativas tienen con respecto al futuro de la especie en la zona y qué acciones concretas deben ponerse en marcha para colaborar con la estrategia de crecimiento de la población.
Gerardo Cerón, entusiasta biólogo, resume las emociones. "Fue un momento único en mi vida. Tener la oportunidad de estar con un ejemplar así, impresionante, gigante, y en estas condiciones tan buenas, fue un sueño. Nos abrazamos todos los miembros del equipo porque –confiesa- sentimos una gran alegría y porque este animal nos unió".
En toda la región del Gran Chaco quedan menos de 20 ejemplares, por lo que no cumplen con su rol ecológico de predadores tope y van camino a la extinción.
El experto valora que se haya actuado de forma rápida, eficiente e interdisciplinaria (participaron técnicos de Proyecto Yaguareté del CONICET, responsables de Parques Nacionales y especialistas de CLT) pero aclara que es solo el primer paso. "Este individuo aislado no es una población. En toda la región del Gran Chaco quedan menos de 20 ejemplares, por lo que no cumplen con su rol ecológico de predadores tope y van camino a la extinción. De ahí –advierte- que sea imprescindible anclar a este animal en el Parque y suplementar el número".
Semanas de trabajo
Hace alrededor de un mes los guardaparques encontraron las huellas de este animal, al que el 15 de septiembre pasado Cerón pudo fotografiar y filmar con una de las 30 cámaras trampas que instala estratégicamente. A partir del hallazgo, avanzaron con la retención. Era una carrera contrarreloj porque si el animal se alejaba podía ser presa de cazadores.
Mientras tanto, seguían encontrando huellas. Una noche detectaron, tal como les habían enseñado los baqueanos, que sobre el polvo fino del suelo las pisadas estaban húmedas en el centro: el animal había pasado por ahí hacía unos 20 minutos. Tal vez respiraba a sus espaldas, entre yararás y vinales espinosos… "Para mantener al ejemplar en la zona –detalla- pusimos luego llamadores sonoros, parlantes que emiten cada 30 minutos la vocalización de una hembra en celo".
Con esos rugidos de cortejo como señuelo, paralelamente decidieron construir en tiempo récord, apenas tres días, un gigantesco recinto en cercanías de la laguna La tapada. Allí pensaron en alojar con las mayores comodidades posibles a Tobuna, una yaguareté de cautiverio (llegó a Corrientes desde el zoológico de Batán) que si bien ya no es fértil sigue entrando en celo. El predio que armaron era de 10 metros por 5. Tenía dos zonas de manejo donde retenerla mientras le cambiaban el agua, sombra, estímulos sonoros de la naturaleza salvaje, una tina para que se bañe, una tarima para que explore y no se aburra y hasta pasto con su olor que trajeron antes de su llegada para que se sintiera más a gusto. La trasladaron desde la provincia vecina, siempre con la idea de atraer al macho para ponerle un collar rastreador.
"Colocamos lazos entonces alrededor de la jaula y en los caminos que suponíamos podía recorrer. El plan era capturarlo y moverlo 500 metros para que no quede cerca de una laguna y que al despertar de la anestesia –explica Cerón- no hubiera riesgos de que se ahogue".
Tobuna entró en celo. Resultó irresistible y pudieron capturar al macho. Uno de los lazos lo inmovilizó tomándolo de una pata sin dañarlo, y en siete minutos los expertos (alertados por sensores en la soga) llegaron desde la estación de campo donde viven, distante 4 kilómetros, para aplicarle un dardo adormecedor, revisarlo, tomarle la temperatura y una muestra de sangre, medirlo, pesarlo. Y, finalmente, colocarle un collar que tiene GPS para medir cada tres horas en tiempo real su ubicación, y además VHF que permite el seguimiento en campo. Cerón agrega otra ventaja: "Este sistema emite una alarma en caso de que el animal salga de los límites del parque o se acerque a alguna zona poblada. Nos da tiempo como para ir a hablar con los habitantes, explicarles que no tengan miedo, que no le disparen y, si es necesario, dar intervención a Parques Nacionales para su reubicación".
"Creemos que este yaguareté tiene 5 años, está en la plenitud de su vida, súper saludable. Esperamos traer una hembra fértil de cautiverio para que se reproduzcan, y luego más ejemplares salvajes", anticipa Cerón, doctor en Biología y Coordinador a campo de Rewilding CLT en El Impenetrable.
Este sistema emite una alarma en caso de que el animal salga de los límites del parque o se acerque a alguna zona poblada. Nos da tiempo como para ir a hablar con los habitantes, explicarles que no te
Los yaguaretés se mueven en grandes distancias por lo que para protegerlos "es necesario fortalecer con equipos, recursos y personal los corredores del Gran Chaco, que comprenden los parques nacionales El impenetrable y Copo y los provinciales Loro hablador y Fuerte Esperanza. Se necesita también la colaboración de la provincia de Formosa, porque es fundamental proteger la margen norte del río Bermejo, límite con Chaco, del ingreso de cazadores furtivos al Parque Nacional. Es importante –resalta- que se cambie el patrón económico local, se pare con las topadoras y el desmonte, deje de plantarse soja y de dedicar los campos a la ganadería para volcarse hacia el ecoturismo. Para eso hay que mejorar la infraestructura, los servicios, las comunicaciones. Nosotros, los humanos, compartimos el lugar de los animales con ellos, y no al revés".
A modo de demorada despedida, en el Chaco la gente se saluda con dos besos, uno en cada mejilla. En ese adiós con el que se prolonga el presente, una queda retenida, anclada a esa tierra. Como se quiere hacer con el yaguareté.
Fotos y video: @hernanaguilarfilms
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