Un encuentro de vecinos y amigos; un espacio envuelto por el “mal del sauce”, donde se puede disfrutar de un buen café, la mejor pastelería y descubrir que aquel mal no mata, sino que da vida.
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Dice la leyenda que aquellos afortunados que visitan las costas rioplatenses y el Delta del Paraná contraen “el mal del sauce”, un síndrome que se manifiesta en una suerte de vagancia, movimientos lentos y el olvido de las preocupaciones ordinaras de la vida. De la mano de su poder encantador, todo ser que se sumerja en el paisaje ribereño anhelará regresar, una y otra vez.
“Más que `mal del sauce´, debería llamarse `bien del sauce´”, reflexiona Luis, un hombre con muchas vidas, anfitrión de Dock, y un rostro emblemático del bajo sanisidrense. “Nuestro espacio nació cuando tuve la necesidad de volver a mi barrio, a mi lugar en el mundo. Dock no es del Mediterráneo, no es de La Barra: Dock tiene el alma del Bajo de San Isidro. Acá, tomando un buen café, se puede entender la leyenda urbana del `mal del sauce´, un mal que no mata, sino que da vida”.
El Bajo de San Isidro: gente de río y un lugar único en el mundo
Hace veinte años que Luis vive en el Bajo de San Isidro, aunque trabaja en la zona desde los 70, épocas de menor urbanización, río salvaje y frecuentes inundaciones. Durante las fuertes sudestadas, a veces las calles del barrio ribereño se transformaban en ríos, y los autos semisumergidos eran reemplazados por canoas. Entre la belleza y lo descontracturado, por aquellas esquinas, Luis encontró gente noble y trabajadora, hechizada por la magia de aquella región: “Trabajaba junto a los carpinteros de barcos, la gente del bajo era gente del río”, rememora. “El aire puro y fértil de la zona me sedujo”.
Artista, coleccionista y amante de las antigüedades, Luis rescataba los materiales olvidados con historia y los transformaba; le llevó meses, que se convirtieron en años, crear objetos distintivos que adquirieran otro porte y sentido. Por aquel camino ingresó en el mundo de la decoración y la puesta de valor de antiguas construcciones.
Con el paso del tiempo, el `mal del sauce´ ya corría por su sangre y su relación con el barrio se estrechó, hasta conocer a cada vecino: “En el Bajo de San Isidro encontré mi lugar en el mundo. Visité otras tierras, pero jamás me fui”.
Un viaje y una revelación: el nacimiento de Dock
Hubo un tiempo en el que se ausentó. Fue cuando viajó por cuenta de un cliente y amigo a Brasil, lugar que lo recibió por tres años. Allí, en una bella isla, Luis reveló el grado de amor por su suelo, así como un nuevo propósito; `el mal del sauce´ lo empujaba a volver.
“Vivir ahí me alertó. Me di cuenta de que lo mío era socializar con mi gente y mis amigos, en mi atmósfera. Volví con ganas de eso”, cuenta. “Llegué al principio de esta pandemia que revolucionó al mundo; hacía tiempo que teníamos planeado con mi amigo, Fernando, tener un lugar donde reunirnos, ser anfitriones”.
En el Bajo de San Isidro, Luis era dueño de un local de antigüedades que solía transformarse en punto de encuentro de vecinos y amigos, todos creadores de hermosos recuerdos. Fue así que se asoció para amalgamar en aquel lugar su afición por la amistad y un buen café, con el amor por el barrio.
“Más que una unidad de negocios, creamos una unidad social”, reflexiona. “Con Fernando pactamos un acuerdo y nos pusimos en marcha, sin miedos y confiando en nuestro sueño. En poco tiempo nació Dock”.
Dock: un café único, con el alma de San Isidro
Aparte de ser atendido por sus anfitriones, Dock ofrece un muy buen café, así como excelente pastelería y panadería. En el acogedor y reinventado rincón del Bajo de San Isidro, los amigos, vecinos y nuevos clientes encuentran también profesionalismo, calidez y una atmósfera social.
“La recepción fue excelente, porque nuestro empeño está puesto en que pasen un momento agradable”, aseguran sus dueños. “Las personas que llegan a nuestro espacio son estupendas”.
Sin importar los años que transcurran, Luis jamás deja de maravillarse cuando camina por las calles de su barrio; hoy siente orgullo por su sueño cumplido y por el vínculo maravilloso que generó con su comunidad y sus visitantes, siempre bienvenidos.
Es cierto que no es del Mediterráneo, no, Dock es único en su especie: se halla hechizado por el `mal del sauce´, uno que da vida y tiene el alma del Bajo de San Isidro.
Dónde queda: Primera Junta 1128, B1642 San Isidro, Provincia de Buenos Aires.
Horario de atención:
• Martes a jueves de 10 a 19 hs.
• Viernes de 10 a 21 hs.
• Sábado de 9 a 21 hs.
• Domingo de 9 a 19 hs.
• Lunes cerrado
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