En tiempos en los cuales era extraño imaginar que en un futuro cercano se convertiría en la vecina de Mickey, Estados Unidos emergió atemorizante. Para Carolina Acquila, dejar su casa en Argentina fue uno de los momentos más duros que le tocó atravesar en la vida. Irse había sido una elección, pero el día de la partida se quebró en mil pedazos y, bañada en lágrimas, le imploró a su marido que por favor la sacara de aquel hogar impregnado de nostalgia, que tanto le costaba despedir: "Durante los siguientes tres años soñé con la casa", confiesa la mujer, quien tenía 43 al momento de emigrar. "Me soñaba recorriéndola y podía sentir sus ruidos y sus olores. Hasta hoy, no he podido regresar al barrio ni pasar por la puerta. Siento que dejamos un pedazo de nuestro corazón dentro de esas paredes".
Para Carolina y su marido, Alejandro, animarse al cambio resultó complejo. La decisión de volar lejos arribó tras varias conversaciones en las que, una y otra vez, concluían que la vida se les había dificultado al punto de sentir una tensión cotidiana fuerte y perturbadora. No se trataba de una cuestión económica, sino de ciertos aspectos políticos, sociales y de una rutina diaria que se había tornado insostenible: "Soy abogada y mi marido tenía una empresa de transporte. Simplemente nos cansamos de las pocas reglas de juego del país. Decidimos poner nuestros ahorros en un negocio en Orlando, Florida, y fue esa misma inversión la que nos dio el acceso a la visa".
En un 2017 que hoy siente lejano, Carolina dejó su universo conocido atrás. No solo despedía una profesión y un entorno, allí quedaron también sus tres hijos mayores, fruto de una relación anterior, y parte de su alma. A pesar del dolor, un nuevo destino la esperaba para recibirla junto a su marido, de 41, y sus otros tres hijos de 6, 13 y 14 años. Allí, en Estados Unidos, le tocaría enfrentar uno de los mayores desafíos: reinventarse.
"¿Qué hago acá?" Nuevos hábitos, dificultades y diversión
La ciudad de Orlando surgió prometedora y, aun así, el golpe emocional, tan intenso, desdibujó su realidad. Durante aquellos primeros tiempos, Carolina fue incapaz de dimensionar que, a partir de entonces, cada día tendría un amanecer alejado de su tierra de origen. "¿Qué hago aquí?" y "¿Cómo llegué hasta acá?", solían ser interrogantes que la asaltaban sin previo aviso, como espectadora de un mundo ajeno y extraño: "Era una abogada argentina tratando de encontrar su lugar. La pasé mal", confiesa hoy al rememorar el primer año.
Junto a las dificultades, Carolina tampoco olvidará el cansancio. Hubo noches en donde no podía dormir a causa de los ruidos foráneos a los que no estaba habituada, y otras en las que no recordaba ni cómo había llegado a su cama, exhausta en extremo: "Es tanto lo que hay que incorporar como familia – una casa, un barrio, un colegio, el trabajo, el idioma- que se hace difícil", asegura.
"Algunas cosas parecen mínimas, pero marcan que ya no estás en tu lugar acostumbrado. Tenés que usar el GPS para volver a tu casa, las comidas resultan raras y cuesta encontrar lo que uno desea. ¡Todavía seguimos buscando un queso que nos guste! También sigo pidiendo ayuda con las monedas y sus valores cuando pago. Mis hijos, por otro lado, anduvieron con un nuevo look por meses, porque no encontraban un peluquero `que los entienda´", continúa con una sonrisa.
Sin embargo, para la argentina, aquel primer año también se destacó por su dosis de diversión, esencial para sobrellevar los altos impactos. En su familia, aquellos meses trajeron unión y risas impensadas provocadas por el cambio de vida drástico, en donde se habían despojado de todo para volver a empezar.
"Es divertido ya que dormís en un colchón en el piso y hacés de cada cena un picnic, porque la mesa nueva tarda en llegar. Salir a pasear es una aventura, ¡todos los lugares son inéditos! Al llegar con muy poco inglés, como fue nuestro caso, te convertís en un profesional de las señas y lidiar con el idioma pasa a ser una lucha diaria. Asimismo, es raro comenzar el colegio en agosto y que en Navidad haga frío, pero es muy divertido festejar Halloween y el día de Acción de Gracias", asegura Carolina. "Pero sí, el primer año es duro. Son los primeros cumpleaños que uno atraviesa lejos, y quizás no estés ahí para despedir o recibir a alguien. Puede resultar abrumador, pero con el tiempo entendí que vale la pena".
Vivir al lado de Magic Kigdom: ¿Dónde está la magia?
Sin dudas, en un comienzo hubo varios aspectos de su nuevo hogar que Carolina percibía como encantadores: la maravillaron el orden por doquier, la limpieza, el césped siembre bien corto y perfumado, pero, a pesar de su atractivo, nada se sentía como propio. Fue recién con el correr de los años, en su travesía de reinvención, que supo apreciarlo hasta conquistarla: "Y no es solo eso, Estados Unidos es un país disciplinado, donde la gente entiende que sus derechos terminan donde comienzan los de los otros", manifiesta la abogada argentina.
Para muchos, Carolina estaba viviendo una fantasía hecha realidad. "¡Orlando!", le decían, "Sí, ahí donde está Disney World, vivo justo al lado de Magic Kingdom, soy la vecina de Mickey", replicaba ella invadida por sensaciones agridulces. Su marido y sus hijos parecían haberse adaptado desde el día uno, su historia, en cambio, era otra: ella parecía incapaz de encontrar su camino. Cada mañana, al pasear por su barrio y observar Magic Kingdom, le costaba hallar magia en aquel rincón fantástico.
Lo que Carolina ignoraba es que justo allí, en su aceptación de que ahora era la vecina de Mickey, se escondía la llave de su reinvención.
Estar sin norte y arrojar una botella al mar: hacia una mejor calidad de vida
Todo comenzó en el ocaso de otro día melancólico. Invadida por tantos sentimientos encontrados, Carolina abrió una cuenta a la que simplemente nombró "La vecina de Mickey" y allí, en un camino para purgar sus emociones, comenzó a escribir. Tan solo la seguía su hija, Mora, de 6 años, pero no importaba, para la argentina fue como escribir una carta, meterla en una botella y arrojarla al mar. Lo que no sabía es que abundaban seres similares en otros rincones del planeta con la sensación de estar sin norte, perdidos en una isla sin saber hacia dónde nadar: "Para mi sorpresa, cada mañana cuando me levantaba, iba a la orilla y me encontraba con cientos de botellas con respuestas, consultas acerca de emigrar o en donde compartían emociones similares", explica la mujer, cuya cuenta sumó con los años miles de seguidores, la ayudó a entablar relaciones humanas increíbles y la llevó, a su vez, a insertarse en el competitivo mercado inmobiliario.
"También trabajo con el Consulado Argentino en Miami y con distintas organizaciones argentinas a lo largo de todo Estados Unidos. Fundé Casa Argentina en Orlando, lugar desde donde pretendemos trabajar para toda la comunidad argentina establecida en la Florida Central. Difundimos nuestra cultura, trabajamos en programas para pequeños inversores y, por supuesto, damos una mano a cualquier argentino que lo necesite, ya sea que esté de paso o viviendo en la zona. Sé lo que se siente al estar a la deriva", continúa.
Aprendizajes de una tierra donde el sueño americano es posible
Carolina Acquila encontró un propósito y un lugar en el mundo, sin embargo, volver a su amada Argentina le genera un torbellino de emociones desbordantes. Los días previos y los días posteriores, son tiempos conmovedores y revolucionarios para su corazón nostálgico.
"Cada vez que el avión toca Ezeiza inevitablemente lloro y cada vez que me voy... ¡mejor ni te cuento! En cuanto me dejan en el aeropuerto me largo a llorar y eso me dura hasta subir al avión. No lo hago porque me quiera quedar, no es eso. Es la acumulación de sentimientos, de cenas compartidas, de tantos abrazos, de tantas ganas de volver a ver a los míos, aunque recién me estoy yendo".
Casi cuatro años han pasado desde que Carolina dejó su tierra natal, su entorno, su carrera argentina y un hogar amado para renacer en suelo extranjero. Para ella, emigrar fue un camino arduo, pero hoy, a sus 47 años, siente que fue allí, perdida en la incertidumbre y lo extraño, donde fue capaz de hallar la mejor versión de sí misma: "Emigrar me ha cambiado como persona, sin lugar a dudas. Son tantas las historias increíbles que llegan a nuestros oídos y tantas las experiencias que se viven en familia; todas ellas te nutren y te hacen ver la vida desde otro lugar", reflexiona.
"Ese día, cuando escribí aquella carta en las redes, que sentí como un mensaje en una botella arrojada al mar, mis palabras describían a una mujer que se sentía sola y no encontraba su lugar en un nuevo país. Las botellas que me esperaban con sus respuestas salvaron mi vida. Por eso hoy intento transmitir que la magia sí existe en este mundo y tenderle la mano a todo aquel que quiera salir de su zona de confort para conocer nuevos atardeceres".
"En este suelo aprendí a reinventarme. Soy una abogada argentina que en el extranjero volvió al colegio a estudiar sustantivos y adjetivos, que volvió a estudiar leyes en un idioma distinto, que finalmente logró encontrar un propósito, así como insertarse en el mercado de Estados Unidos y en la sociedad", continúa. "Y en este camino encontré gente increíble. Me costó dejar Argentina, pero con el tiempo comprendí que si sos perseverante, prolijo y trabajás para progresar, seguramente lo vas a lograr: El sueño americano es posible", concluye profundamente emocionada.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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