A pesar de las voces que no aprobaban su decisión de vivir en Costa Rica, decidió seguir su instinto y su corazón...
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“Mamá, papá, me caso y me voy a vivir a Costa Rica”, anunció Sebastián Castiñeiras y con aquellas palabras transformó al 2014 en el año más intenso de su vida. Por entonces tenía treinta, trabajaba como publicista y llevaba un pasar agitado por las rutinas de una ciudad acelerada. El destino, sin embargo, le había barajado las cartas del amor potente, uno que como un tornado barrió con todas sus ideas preconcebidas acerca de los mandatos y sus planes de vida. Cuando conoció a Fiorella, una costarricense que había arribado al país para complementar sus estudios en periodismo, sintió que un mundo nuevo se abría ante él. Ella era distinta, una mujer especial que pronto supo convertirse en su compañera inseparable, fuerte y dulce, de espíritu tan enérgico y audaz como el de él.
"La decisión llegó cuando me vine de vacaciones con ella. Quedé fascinado con el lugar, no eran solo las playas y la gente, a mí me gusta hacer deportes de aventura y pronto descubrí que podía salir con la bici a las montañas o realizar actividades en la selva. Un día Fio me miró y me dijo: `Yo termino en Buenos Aires y me vuelvo para acá´ a lo que le contesté que la amaba, que no pensaba ni loco perderla, junto a un `Me vengo con vos. ¿Te querés casar conmigo?´. Por suerte me dijo que sí", cuenta sonriente.
Sebastián se había dejado llevar por un impulso dictado por su corazón y sus instintos, por una certeza de que era tiempo de darle comienzo a un nuevo desafío; uno que, aún sin saberlo, le dejaría un gran aprendizaje acerca de los secretos de vivir la vida. "Para mis padres sinceramente fue terrible, muy duro. No les gustó mucho la idea", revela el joven, "Y algunos amigos se lo tomaron bien y otros se comportaron como si hubiese anunciado mi muerte y no me fueran a ver nunca más. Con el tiempo, mi familia se adaptó y ahora todo está tranquilo. Ante estas situaciones las personas reaccionan como pueden".
Un nuevo hogar
Los días previos a su partida estuvieron atravesados por sentimientos extraños, sensaciones propias a esas instancias de vida en las que la normalidad se quiebra para darle comienzo a un tiempo extraordinario, que emprende su camino hacia una nueva cotidianidad. Para Sebastián, se avecinaban cambios fuertes: nuevo país, nueva familia, nuevas amistades, nueva situación de pareja y nuevo trabajo, esto último acompañado por la incertidumbre que conlleva un recomenzar desde cero. "Sentía que estaba arriba de una montaña rusa imparable".
La llegada estuvo impregnada de emociones memorables, Fiorella ya lo esperaba desde hacía un tiempo y el recibimiento fue espléndido, pero al joven le costó adaptarse. "Me resultó difícil asimilar el cambio de ritmo y salir a la calle a buscar clientes, amistades propias y hacerme de un espacio en este nuevo mundo. Pero como soy de espíritu emprendedor y nada me frena, todo fue llegando".
Si bien Sebastián ya conocía Costa Rica, las primeras semanas transcurrieron intensas en relación al nuevo hábitat que lo rodeaba. Venía de vivir en plena ciudad, cercado por edificios altos, asfalto, gente apurada y velocidad; ahora lo envolvían las montañas, el verde que brotaba por doquier y las casas bajas ubicadas en calles sin nombre y sin numerar. "Acá una dirección postal se indica por ejemplo diciendo `de la ferretería La Central, 350 metros al este, a mano derecha´ o `de la antigua Coca Cola, 200 metros, portón verde´ y uno como extranjero no sabe ni cómo llegar porque no tiene ni idea de dónde quedaba la antigua Coca Cola", observa entre risas.
"Y no hay construcciones monstruosas. En mi barrio el edificio más alto tiene cuatro pisos y el aire que se respira es muy lindo. Pero creo que lo que más me impactó fue que en esta parte del mundo todos se saludan y se preguntan cómo están como si se conocieran de toda la vida, cuando no es así. La extrema amabilidad me sorprendió. Al comienzo pensaba: no te conozco, qué te importa mi vida, pero luego lo incorporé y hoy lo siento muy agradable. Ojalá en todos lados fuera igual y le dedicáramos aunque sea treinta segundos al otro, para hacerlo sentir bien. También me maravilló la manera en que la gente se toma su tiempo para disfrutar de cada momento, tomar un café con calma, ver un atardecer sin apuros. Acá, más que un simple vivir, un apenas transcurrir, se trata de disfrutar lo que estás viviendo. Disfrutar de cada momento es una filosofía que se podría aplicar en cualquier parte del mundo".
Oportunidades, calidad de vida, calidad humana
Como publicista apasionado por su profesión, Sebastián aterrizó en Costa Rica decidido a abrirse su propio camino en un entorno desconocido. Pronto descubrió que se encontraba en una tierra colmada de oportunidades disponibles para aquel que estuviera dispuesto a buscarlas. "Acá tenés que trabajar y trabajar y así te va bien. Nadie te regala nada. Con Fio empezamos con una agencia de publicidad y nos costó cinco años de trabajo duro para llegar a donde estamos hoy, que es un lugar estable. Hay que jugársela, explorar, esforzarse y ponerle mucho amor a todo lo que uno emprende. Y ser más paciente con ciertas cuestiones que encuentro negativas, como el tránsito en la zona céntrica y lo que acá se denomina `La hora tica´, que es una expresión que se usa para aclarar que se puede llegar a la hora acordada o una hora más tarde. Tampoco me gusta que, como no les agrada ser confrontativos ni discutir, se habla mucho por las espaldas. Me gustaría que fueran más frontales, pero trato de no engancharme con esta costumbre".
Aun así, a pesar del trabajo arduo y de ciertos aspectos no tan placenteros, el joven comprendió rápidamente que la dedicación y el esfuerzo no equivalían a permitir que el tiempo lo dominara hasta el punto de pasarlo por encima y dejarlo sin entender en dónde es que lo había invertido. "La capacidad de estar uno en control del tiempo y no el tiempo de uno, deriva en una calidad de vida hermosa. Acá la gente local goza de manera muy consciente del presente y del espacio que lo rodea, que es uno donde habitualmente se viene de vacaciones", asegura Sebastián, "Se lo denomina pura vida. Pura vida es algo que expresamos todos los días y lo abarca todo: es una forma de decir hola, chau, que estés bien, que disfrutes de tu día, pero también puede contestarse como una declaración ante un enojo, por ejemplo. La expresión pura vida es una filosofía, y todo lo que esta implica merecería un capítulo aparte".
Los regresos
Los primeros regresos de Sebastián a su tierra natal estuvieron signados por cierta tristeza y melancolía. "Sin dudas fue siempre muy emocionante, pero aquellas veces podía sentir a Gardel cantándome al oído". Para él, volver significaba reencontrarse con su infancia, su adolescencia y su primera juventud en un mundo tan propio y lejano a la vez; compartir, reunirse y hablar rodeado por raíces sólidas de un pasado cercano que se había transformado en un presente diferente.
"Ahora los vivo con mucho disfrute. Es juntarse con la familia, que es ese lazo indestructible, al igual que el de los verdaderos amigos, que también son familia. Uno puede pasar tres años sin verse y ese abrazo del rencuentro disuelve todas las distancias, es como si te hubieras visto ayer. Volver se siente raro, una parte de uno está muy a gusto, como en casa, pero la otra empieza a ver todo con mirada de turista. Personalmente, siento que vivís con mayor plenitud el lugar que antes te era tan cotidiano: ves cosas que no veías y, al viajar por poco tiempo, todo se aprovecha con intensidad y creo que eso es bueno".
Los aprendizajes
Hoy, a sus 37 años, Sebastián siente que creció como ser humano en todos los sentidos. Aparte de su agencia de publicidad, creó una empresa de catering dedicada a la parrillada argentina que funciona con éxito; un espacio que le trae alegría y le brinda la posibilidad de mostrar una parte de su Argentina a otras personas en este mundo, le permite acercar amistades, conversaciones y risas.
"De la mano de los nuevos desafíos aprendí a tener más paciencia y ayudar cada día un poco más. Incorporé costumbres de acá como levantar la basura que se le cayó a otro en algún momento porque, aunque no tenemos por qué andar remendando las macanas ajenas, aporta un granito de arena. Si todos lo hiciéramos sin tanto miramiento, el mundo sería un lugar mejor. Creo que lo bueno de abrirse a conocer otras culturas es que te ayuda a ver que siempre se puede aprender algo más y que todos los países tienen algo para enseñarles al resto, para que puedan incorporar en el propio y mejorar".
Años atrás, Sebastián solía ser un joven inquieto y decidido, aunque superado por una ciudad que lo avasallaba con su propio ritmo indomable y lo dejaba con una sensación de aplastamiento. Un buen día, motivado por el amor y por su espíritu explorador, se animó a transitar un nuevo período de su vida marcado por grandes enseñanzas acerca de la vida y el tiempo finito.
"Acá, si bien el ritmo es constante, se vive con la mentalidad de disfrutar del momento, disfrutar del hoy. En este rincón del mundo se suele decir que lo que hay es más tiempo que vida, y que por eso se debe andar suave, gozar de todos los momentos que se presenten sin hacernos tanto problema, ya sea trabajando, estudiando, así como en los espacios para el ocio, como puede ser la playa. En Argentina, más precisamente en la ciudad, tenemos todo para hacer eso, pero por el ritmo que llevamos no se ve y, por ende, no se aprovecha. La vida es corta y hay que disfrutarla, hay que tener más consciencia del tiempo para cambiarle su pulso, para que no nos pase por delante y se esfume sin haber podido gozar de nuestra existencia en profundidad", concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo no brinda información turística ni consular. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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