"Tengo estudio y un colchón/tengo amigos, un montón/tengo vino y un melón/ready para el vacilón, hey". No son las estrofas de una publicidad de vino, como tampoco es la combinación de esta bebida con melón uno de los maridajes más cotizados en el speech sommelier. Y sin embargo, el estribillo de "Melón vino", del rapero Wos, ofrece algunas pistas de la mirada descontracturada con la que hoy los millennials y centennials se acercan al mundo del vino , sin pedirle mucho más que un momento de disfrute y de conexión entre pares.
"Con mis amigos nos juntamos especialmente a comer asado y tomar vino, o también nos gusta dejarlo para la sobremesa de una comida y tomarlo con chocolate", cuenta Luciano Narcotti, de 28 años, copa de tinto en mano. Luciano prefiere los vinos jóvenes, aunque para algunas ocasiones especiales opta por un "reserva"; bebe de la copa sin mucha ceremonia, de a sorbos, y se alegra de que lo hayan sorprendido con una copa de tinto en... una barbería.
Es viernes, hora del after office, y en el local que The Barber Job tiene en Avenida del Libertador, casi General Paz, un sommelier/músico ofrece la posibilidad de probar la línea de vinos Rocky como parte de una acción de la marca en sitios no reconocidos como propios para el enófilo habitual. Tampoco su charla en torno al vino es convencional: es más un "probá", un "qué te parece". La propuesta no desentona, como tampoco resulta extraño que, en los momentos en que deja sobre la mesa la botella y las copas, el sommelier se siente al lado de la mesa de billar que domina el salón de la barbería y toque la guitarra eléctrica conectada a un pequeño parlante.
Matías Macazaga, de 23 años, presta atención a la improvisada performance del sommelier. Se acaba de cortar el pelo y disfruta de una copa de vino antes de emprender su plan de viernes a la noche. "No tomo vino habitualmente, tomo agua, limonada, cerveza. Es una cuestión de falta de costumbre", piensa en voz alta, al mismo tiempo que reconoce que le gusta la idea de encontrarse ahora con una copa en la mano. Vino, cerveza, limonada... no son excluyentes, sostiene.
A galaxias de distancia de los wine victims de siempre –aquellos que hiperventilan cuando ven que alguien desliza un cubito de hielo en la copa de vino o amaga con sodearlo–, los centennials y millennials escapan a las taxonomías que establecen categorías estancas de bebidas, e ingresan muchas veces a través de caminos transversales como el que propone la coctelería. No son pocos los que hallan en una copa de Spritz (espumante, soda y Aperol) su primer contacto con el vino, un contacto que hoy encuentra situaciones de consumo cada vez menos estructuradas.
"Para muchos adultos jóvenes la coctelería es el camino en el que empiezan a conocer el vino y a apreciarlo", dice Patricia Ortiz, presidenta de Bodegas de Argentina, entidad que la semana pasada organizó la feria We Wine, en La Rural, y en la que los tragos con vino fueron parte de la propuesta. Los cocktails –con espumante– están también en el centro de Chandon Wonderland, plataforma que organiza fiestas en locaciones secretas que se develan 24 horas antes del evento, y que confirma un vínculo distinto con el vino con burbujas: "En 2012 identificamos que a través de un producto más fresco, dulce y que se pudiera tomar con hielo agregándole pomelo, pepino o albahaca, como es Chandon Délice, podíamos generar nuevas situaciones de consumo mucho más descontracturadas. Se abrió una puerta para ingresar en los sunset, profundizar en la noche –comenta Fernando Gouiran, director de Comunicaciones de Moët Hennessy Argentina–. En nuestra próxima Wonderland se podrán disfrutar de espumantes tanto de manera clásica como en cocktails"
Menos formalidad
Un grupo de amigas de entre 25/30 años se acoda a la barra del stand que La Liga de los Enólogos montó dentro de la feria We Wine. La charla gira en torno al vino, donde la sommelier que sirve es una más, y donde no se escuchan ninguno de los términos que hacen salivar a enófilos de generaciones anteriores; nadie habla de "barricas", ni de "taninos de tiza" ni de "calicatas". Aparecen sí términos más terrenales, como "frescura" o "fruta", o alguna asociación libre entre los vinos que están probando y otros probados en ocasiones anteriores que en este contexto nadie impugna. Una de las amigas lee la etiqueta del vino que está tomando y pregunta "¿qué es la Criolla?", y la sommelier responde: "una variedad de uva. ¿te gusta?".
A partir de la informalidad de la charla, alguien podría concluir que el acercamiento de los millennials/centennials al vino prescinde del conocimiento (o al menos del formal, ese que se imparte en los cursos de cata). Pero quizás esa sea una mirada simplista de cómo se vinculan los jóvenes con esta bebida.
"Si bien los jóvenes suelen preferir los vinos simples, fáciles de beber, también es cierto que tienen sensibilidad para los vinos de calidad, no les da lo mismo cualquier cosa. Cuando descubren un vino que les gusta lo valoran: le sacan fotos, lo suben a aplicaciones y lo comparten en un boca a boca que es la principal vía de comunicación del vino entre los jóvenes", comenta Javier Menajovsky, organizador de ferias de vino, entre las que se cuenta Refresh, que apunta a un consumidor joven.
"Las catas de vinos están sumando más adeptos y toman más impulso dentro de los eventos que esta generación tecnológica disfruta. Estas catas se convierten en momentos idóneos para utilizar los mejores filtros de Snapchat, retratar los stories definitivos e incluso renovar el estado de Whatsapp, porque queriéndolo o no una buena copa y una botella con diseño llamativo tiene mucho por ganar", afirma Agustín Brañas, chef que acaba de incorporarse como consultor del restaurante Lo de Jesús, y de su vinoteca, La Malbequería, en Palermo, y que sostiene que como toda moda la que retrató el reciente idilio entre los millennials y las cervecerías artesanales ha comenzado a ceder, dando lugar a un renovado interés por el vino.
"En nuestros eventos y degustaciones, los jóvenes son curiosos y asiduos asistentes –agrega Brañas–. Buscan mostrar la novedad, los cepajes no tradicionales, se inclinan por vinos fáciles de beber, no le temen a los vinos dulces y se muestran inquietos por lo que está llegando".
Disfrute y curiosidad
"Los jóvenes se acercan al vino desde un lugar de disfrute pero también con ganas de saber, de investigar", opina por su parte Pablo Colina, sommelier deVico, en Palermo, bar que cuenta con modernos dispensers de vino que permiten al visitante elegir entre 136 que se sirven en distintas medidas de copa. "Pero no se trata de ser el que más sabe de vino, sino que es un acercamiento que se da más desde la curiosidad. Muchos además traen como recuerdo el que el vino era parte de la mesa familiar y de las reuniones, y del disfrute asociado a esos momentos, y se acercan desde ese lugar a investigar, a descubrir. Quizás empiezan por vinos rosados, blancos o tintos jóvenes, muchas veces con algo de azúcar residual, y luego siguen con vinos con más cuerpo o más complejidad".
En respuesta a este interés por descubrir, no necesariamente por buscar el mismo vino de siempre, cada vez son más frecuentes los bares y restaurantes que amplían su oferta de vinos por copa. Toman en cuenta también que el hábito millennial/centennial está más asociado a un consumo individual, que un grupo de amigos/as puede reunirse a tomar algo, pero que no necesariamente la botella es la medida de ese encuentro ni es tampoco la bebida excluyente. "A veces puede ser una copa de vino el after office o la juntada, pero también puede ser una cerveza o un cocktail –dice Javier Merriez, de 27 años, mientras recorre copa en mano la feria We Wine–. No es algo tan planificado".
"El vino está presente en esos planes improvisados, esas juntadas para cortar la semana, en los momentos sin planificación y espontáneos, en juntarse con un amigo y poder charlar", afirma Emile Chaumont, de 29 años, que integra el grupo que jóvenes enólogos que elabora la línea de vinos La Liga de los Enólogos. Su colega, Juan Ignacio Arnulphi, coincide: "me gusta tomar vino como aperitivo o en un after office, un vino blanco o rosado en una terraza o en un bar. También es un gran compañero para escapadas a la montaña o al campo".
En la montaña, en el campo, en la terraza, en el after office... Al cierre de esta nota, entra mail de bodega anunciando que en noviembre llega el vino en lata a la Argentina, elemento que quizás termine de formatear un vínculo distinto entre los jóvenes y el vino. Parafraseando a Wos, una lata y un melón.
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