Para los egipcios, la sexualidad era una parte básica de la vida, por lo tanto no les parecía un tema para reírse, o avergonzarse
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Aunque se puede pensar que el comportamiento de los antiguos egipcios era muy distinto al nuestro, tenían las mismas dudas, miedos y motivaciones respecto de los conceptos del amor, el sexo y el matrimonio.
La diferencia está en la manera en la que actuaban ante esas emociones.
En el mundo moderno, “el sexo vende” y, en ocasiones, puede considerarse gratuito o hasta tabú. Esto último es algo que un egipcio antiguo típico no habría comprendido.
Para los egipcios, el sexo era un elemento básico de la vida, a la par de comer y dormir y, por lo tanto, no era algo de lo que reírse, avergonzarse o evitar.
Y para hablar de ello, el idioma egipcio, como los modernos, tenía varias palabras para las relaciones sexuales, así como, naturalmente, eufemismos que podían usarse poéticamente como “unirse con”, “conocer”, “pasar una hora agradable juntos”, “entrar en una casa”, “dormir con” o “divertirse con”...
De hecho, la poesía es una fuente notable para aprender sobre los asuntos del corazón y de la libido en Antiguo Egipto.
El arte de la insinuación
Para describir los órganos sexuales femeninos también tenían varias palabras, como xnmt (útero), iwf (carne), kns (área púbica) o k3t (vulva). Otras eran más sutiles, como keniw o “abrazo”.
Un poema del Nuevo Reino, por ejemplo, describe las relaciones románticas como “ella me mostró el color de su abrazo”. “Color” se usaba a menudo como eufemismo para la piel y en la poesía encontramos frases como “ver el color de todas sus extremidades” o “su color era suave”.
Sin embargo, no toda la poesía era tan sutil: hay una que describe a un joven con ganas de “cargar hacia su gruta”, una metáfora que realmente no necesita ser desarrollada.
Los antiguos egipcios también usaban el lenguaje sexual para insultar, maldecir y como exclamaciones generales.
Para apresurar a un colega de trabajo, un barquero egipcio le podría haber dicho: “¡Rápido, fornicador!”, como se atestigua en la tumba del Imperio Antiguo de Ti en Saqqara. La expresión, al parecer, era considerada lo suficientemente inofensiva como para estar en la tumba con el difunto por la eternidad.
Si bien el sexo era una parte normal de la vida cotidiana, era preferible en los confines del matrimonio, por lo que la mayoría de las personas se casaban, a menudo a una edad temprana.
Como la poesía de amor del Reino Nuevo está llena de deseos sexuales y románticos, además de amor no correspondido, a través de los poemas encontramos pistas sobre las prácticas culturales de la época. Por ejemplo: “No sabe de mi deseo de abrazarlo, o le escribiría a mi madre”, nos permite saber que si un joven deseaba casarse, debía hablar con la madre de la niña para obtener el permiso.
Un poema del Imperio Nuevo explica cómo las tareas simples son imposibles debido al amor: “No me deja actuar con sensatez”.
Las parejas enamoradas también se ponían cariñosos apodos como ‘La felina’, ‘La muy buscada’ y ‘Ella (que es) de mal genio como un leopardo’.
“Un año comiendo”
La boda era un asunto sencillo, sin ceremonia religiosa o civil; generalmente la mujer -aunque, ocasionalmente, el hombre- simplemente se mudaba a la casa de su esposo, quizás acompañada de una procesión por las calles y una fiesta.
Sin nada ceremonial u oficial, la mayoría de los matrimonios quedaron indocumentados, sin embargo, las parejas adineradas a menudo redactaban contratos en los que se describían las consecuencias económicas de un divorcio.
Pero más intrigantes son los documentos que describen matrimonios temporales o de prueba:
“Estarás en mi casa mientras estás conmigo como esposa desde hoy, el primer día del tercer mes de la temporada de invierno del decimosexto año, hasta el primer día del cuarto mes de la temporada de inundaciones del año diecisiete”.
Este matrimonio temporal se conocía como “un año comiendo” y le permitía a la pareja probar el matrimonio, así como una salida rápida en caso de que no hubiera hijos durante este tiempo o si decidían que no estaba funcionando.
La vida matrimonial en el Antiguo Egipto no era muy diferente a la de hoy, y una pareja casada tenía muchas de las mismas preocupaciones: esencialmente criar, alimentar y proporcionar un hogar para su familia.
Sin embargo, no todos los matrimonios del Antiguo Egipto eran perfectos y los papiros médicos muestran que los hombres a menudo consultaban a un médico debido a problemas sexuales dentro de su matrimonio.
En caso de problemas...
Había numerosas recetas disponibles para que el esposo sedujera a su esposa:
“Quita la caspa del cuero cabelludo de una persona muerta que fue asesinada y siete granos de cebada, enterrados en la tumba de un muerto, y tritúralos con diez onzas de semillas de manzana. Agrega la sangre de una garrapata de un perro negro, una gota de sangre del dedo anular de tu mano izquierda y tu semen. Tritúralo hasta obtener una masa compacta, ponlo en una copa de vino... y deja que la mujer lo beba”.
Sin duda sería difícil persuadir a una esposa desinteresada de que bebiera una poción así, pero si lo hacía, se creía que volvería a enamorarse irremediablemente de su marido.
En ese caso, se tomaba el siguiente paso, que era moler semillas de acacia con miel y “frotar tu falo con eso y dormir con la mujer”. Si esto no funcionaba, se le aconsejaba al hombre: “Frote su falo con la espuma de la boca de un semental y duerma con la mujer”.
El mismo nivel de ayuda médica no estaba disponible para una esposa, ya que se consideraba inapropiado que una mujer consultara a un médico sobre tales asuntos: “Una esposa es una esposa. Ella no debería hacer el amor. Ella no debería tener relaciones sexuales”.
Esto deja en claro que se consideraba inapropiado que una mujer deseara tener relaciones sexuales, ya que solo debería estar disponible para su esposo a instancias de él.
“Contén tu corazón apresurado”
Sin embargo, los matrimonios se disolvían por varias razones, siendo las más comunes la falta de hijos o el adulterio.
Aunque se suponía que las mujeres no deberían desear tener relaciones sexuales, se afirmaba que el adulterio era “el gran delito que (generalmente) se encuentra en una mujer”.
Pero tanto hombres como mujeres cometían adulterio, y tanto hombres como mujeres podían desencadenar el divorcio debido a esto.
El adulterio era tan común que aparecía en el Libro de los Muertos en la llamada ‘Confesión Negativa’, donde el difunto negaba haber hecho cosas consideradas ilegales o socialmente inaceptables.
Es en la última categoría donde cae el adulterio y la Instrucción de Ani (dinastía XXI o XXII hacia el año 1000 a.C.) aconseja a los nuevos esposos: “contener el corazón apresurado. No vayas tras una mujer; no dejes que ella te robe el corazón”.
Si tales consejos caían en oídos sordos...
Si bien el divorcio se concedía generalmente por adulterio, si el marido lo deseaba, podía pedir que se castigara severamente a su esposa adúltera, en algunos casos con mutilación o ejecución. Sin embargo, estos duros castigos eran generalmente la trama de los cuentos literarios, y el divorcio era más fácil y más común en el mundo real.
Tanto hombres como mujeres podían divorciarse el uno del otro, con el hombre simplemente diciendo: ”Te echo”, o la mujer diciéndole: ”Me voy”, o cualquiera de los cónyuges diciendo: ”Me divorcio de ti”.
El divorcio era generalmente tan simple como una boda, y la mujer se mudaba fuera de la casa de su esposo, ya sea regresando a la casa de su padre o a una propia.
El divorcio no suponía ningún estigma social y tanto hombres como mujeres se volvían a casar y muchos llegaban a tener familias numerosas.
No obstante, si una mujer se divorciaba cuando tenía más de 30 años, era raro que se volviera a casar. A esa edad, se la consideraba anciana.
Cuando se trata de asuntos del corazón, ya sea en el mundo moderno o en el Antiguo Egipto, hay mucha información que simplemente no se registra.
Sin embargo, hasta cierto punto, podemos armarnos una idea de cómo los antiguos habitantes del valle del Nilo conducían sus relaciones y su visión del sexo.
Y aunque ciertamente es incompleta, mucho es familiar: los antiguos egipcios no eran tan diferentes a nosotros en lo que respecta a las relaciones... vivían, se enamoraban, amaban, se casaban, se divorciaban y, a veces, repetían.
Charlotte Booth, autora de la nota, escribió “Lost Voices of the Nile: Everyday Life in Ancient Egypt”o “Las voces perdidas del Nilo: la vida cotidiana en Antiguo Egipto”.
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