"Hago meditación, stretching, tomo clases de baile tres veces por semana, y voy al …" – lo piensa unos segundos–, "no me acuerdo cómo se dice…, voy a ese médico que te pone agujas y te hace feliz", dice con la sonrisa marcada Verónica Perdomo (42) al explicar su visita al acupunturista. Hace diez años sufrió un ACV que le afectó el hemisferio izquierdo del cerebro y con ello, todo lo relacionado con el habla, la memoria y las funciones cognitivas. "Tengo una vida normal, lo que pasa es que a veces, cuando pienso que por fin hablo perfecto, que ya superé esa etapa, me tropiezo con una nueva palabra y vuelvo a conectarme con ese pasado. Por más que pasen los años, todavía vivo cosas que me traen de vuelta a mi ACV. Tengo afasia –dificultad para comunicarse– y es algo con lo que voy a convivir el resto de mi vida… A veces me da la sensación de que es Dios, el Universo, la vida o el cerebro mismo que me dicen ‘ojo, acordate que tuviste esto’. Entonces respiro hondo y entiendo que esto es parte de mí. Es lo que me tocó y voy a tratar de disfrutar los momentos de felicidad que más pueda", dice la actriz que, tras el accidente cerebrovascular de 2009, debió someterse a una craneotomía (le extrajeron un hueso del cráneo para liberar presión en el cerebro).
Desde entonces, su volver a empezar tuvo que ver con aprender a hablar, a leer, a conectarse otra vez con la música (descubrir sus nuevas canciones favoritas) y hasta entrenar el cerebro para enseñarle a deglutir.
En una pequeña oficina de la casa que comparte con su novio desde hace seis años, Adrián Gaddi, Verónica ofrece mate y recuerda, una vez más, el mayor desafío de su vida.
Extraño muchas veces a mi otro yo
Me olvido de algunas palabras, pero trato de no ponerme mal. Entiendo que todo esto es parte de mí, es lo que me tocó y prefiero focalizarme en disfrutar de todos los momentos de felicidad que pueda
–El 15 de julio de 2009 abriste los ojos después de haber estado en coma quince días tras sufrir un ACV. ¿Volviste a nacer?
–Sí, literalmente así fue. Los médicos le habían dicho a mi familia que tenía un 35 por ciento de posibilidad de sobrevivir y que si despertaba, había grandes chances de que hubiese perdido la vista y no sé cuántas cosas más. Recuerdo haber intentado hablar y que no me saliera una sola palabra. Sé que pensé: "Dios, no voy a poder hablar nunca más en mi vida".
–Hace un tiempo contaste que el primer año de recuperación fue el más difícil. ¿Qué fue lo que más te costó reaprender?
–Una de las cosas que más me costó fue el tema del lenguaje. Por ejemplo, para mí fue muy difícil pronunciar cualquier palabra que empezara con vocal. En mi cabeza entendía el concepto, pero cuando quería decirlas, les ponía una consonante adelante. En vez de "árbol", decía "márbol". No había forma de que las pudiera pronunciar bien… Por eso te digo, todo fue cuestión de entrenar el cerebro otra vez, que entendiera que las palabras también podían empezar con vocales.
Hasta el día de hoy los números me resultan un desafío enorme. El uno lo identifico, pero si ya me ponés varias cifras, se me complica. Tengo que tomarme unos segundos, procesar la información y deducir.
Las películas subtituladas son otra historia también. Sólo veo las que están dobladas al castellano porque en el subtitulado siempre hay una palabra nueva que no sé el significado y enseguida me pierdo.
–¿Y recordás cosas que sucedieron en el país, por ejemplo?
–Sí, me acuerdo de todo, pero no me pidas un nombre. La ex presidenta para mí es Cristina… Su apellido ya me cuesta más. Tengo que pensarlo unos minutos y después me sale. Muchas de las cosas que hablo cotidianamente tengo que pensarlas unos segundos hasta encontrar la palabra justa.
–¿Con la música tuviste que reeducar a tu cerebro también?
–Sí, eso fue muy loco, porque perdí la memoria de las canciones que conocía antes del ACV. Me borraron todo el disco rígido. [Risas]. Después del accidente, parte de la memoria afectada fue toda el área del cerebro asociada a la música. Si bien a mí me gustaba mucho Ricardo Arjona, hoy escucho una canción de él y es probable que no la reconozca. Una cosa muy graciosa que me pasó con esto fue que mi papá, mientras estuve en coma, me puso todos los temas de Arjona. Y cuando desperté y escuché una de las canciones, pregunté casi con miedo: "¿Y esta música era la que me gustaba?". Mi primo, que justo estaba ahí, dijo matándose de risa. "Es un milagro".
–¿Entonces cuál fue la primera canción que te gustó?
–Una de Fidel Nadal…, pero la que de verdad me emocionó mucho fue un tema de los Beatles. Me acuerdo que estábamos en el auto y de repente escucho en la radio "All You Need is Love" y grito "¡esta canción la conozco!". Justo era una que escuchaba papá [murió apenas unas semanas después de salir ella del coma]. No podía parar de llorar, sentí que de alguna manera esa música me había conectado con él otra vez. Yo, que nunca había tenido la oportunidad de despedirlo, pude conectarme desde otro lugar.
–¿Qué fue lo que más te costó a nivel físico?
–Durante un año tuve que usar un casco de bicicleta porque me habían sacado el hueso del cráneo y el cerebro estaba muy vulnerable. No podía hacer nada sola y tenía que estar todo el tiempo acompañada. Todas las noches antes de irme a dormir me tenía que sacar ese casco y al día siguiente, cuando me despertaba, me tenía que sentar una hora en la cama y esperar a que el cerebro se acomodara, se organizara, para que yo después empezara a caminar. Si no hacía esto, enseguida me mareaba y me podía caer, me podía golpear y era un riesgo. Así estuve sentada una hora todas las mañanas durante un año. Fue un momento difícil pero también de mucha paz. Esa hora que estaba sentada, esperando que el tiempo pasara, me sirvió para entrenarme a pensar en cosas lindas. Fue como una meditación, pensar sólo en el aquí y en el ahora.
–También tuviste que aprender a deglutir, ¿cómo fue ese proceso?
–Uf, fue muy duro todo. Durante esa etapa no pude tomar una gota de agua. Así estuve tres meses. Me daban yogur y una especie de jugo para ir llevando de a poco al estómago porque tenía que enseñarle al cerebro a diferenciar líquido de sólido. Y no me daban agua para que no se fuera directo a los pulmones. Esos días fueron terribles. Soñaba que tomaba agua y cuando finalmente pude hacerlo, sentí la felicidad más grande de todas. Eso fue lo que más amé de mi vida: el agua.
–¿Cómo te conectaste con tu feminidad?
–Fue de a poco y con el tiempo. Yo estuve casi un año sin depilarme por miedo al dolor. Ya no quería que me doliera ni que me incomodara nada. Pobre mi novio de entonces, yo estaba hecha un desastre y no quería que me tocaran un pelo. No reconocía mi cuerpo; sentía que no era mío. Fue todo un proceso. Entre la curiosidad y el amor, me fui redescubriendo y redescubriendo el amor.
–¿Qué es lo que pensás cuando recordás todo lo que viviste ese año?
–[Lo piensa un minuto]. Muchas veces extraño a mi otro yo. Todo lo que laburaba, lo que generaba, la carrera construida, qué hubiese sido de mí si no hubiese tenido el ACV… Pensá que en ese momento yo ya había participado en dos películas, había hecho teatro y trabajado en tele con Bonadeo y Chiche Gelblung… Iba despacito, construyendo mi espacio. No me voy a poner triste por lo que me tocó, pero a veces me cuesta aceptar que ya no soy la misma de antes. Ahora estoy acá, volviendo a reinventarme. Hace siete años que tengo un programa de radio, Tiempo de salud, y por suerte, mi corazón está bien. Yo soy una mujer muy romántica, así que si tengo bien el corazón, el resto se acomoda.
–¿Cómo conociste a tu novio, Adrián Gaddi?
–Nos conocimos en una fiesta a beneficio del Hospital Garrahan. Él se acercó para hacerle gancho a un amigo conmigo y terminó pidiéndome el teléfono para invitarme a salir. Me hice un poco la difícil y le di mi mail. Después de escribirnos un tiempo, salimos y ahora estamos acá. Hace seis años que pasó esto y sigo tan enamorada como al principio. Adrián es mi gran amor. Todavía no puedo creer el hombre que tengo a mi lado.
–¿Hay planes de casamiento?
–Yo sueño con casarme, pero él no tanto. [Risas]. Tampoco es una prioridad, tiempo al tiempo. Por ahora disfruto cada momento que estoy con él, sobre todo las mañanas…, despertarme a su lado es lo más lindo del mundo.
–¿Tenés la fantasía de ser madre?
–Yo siempre pienso en ser mamá, pero se ve que no tengo tantas ganas porque si no hubiera hecho algo al respecto. [Risas]. Creo que el universo me va a dar lo que tenga que ser o no. Mientras, me parece importante sentirme plena con lo que tengo, ser feliz con lo que soy.
Agradecimientos: Sole Castro en pelo y make up; Ramé; VGM Jeans; Amada Cerámica
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