Van Gogh, un genio con camisa de fuerza
"Nuestra generación tiene que iniciar una revolución", le dice Paul Gauguin a Vincent van Gogh mientras ambos orinan frente a un trigal a fines del siglo XIX. El pintor francés se burla de los impresionistas e incita a su colega holandés a ralentizar su registro compulsivo de la naturaleza.
"¿Cuál es el apuro?", le pregunta en Van Gogh en la puerta de la eternidad, película dirigida por Julian Schnabel y estrenada semanas atrás en la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes. "Sobrepintás –insiste, en referencia a las múltiples capas de óleo que se superponen sobre sus telas–. Parece una escultura, más que una pintura."
Pero la pausa no es lo suyo. Admirador de Goya, Velázquez y Delacroix, artistas que "pintan rápido en un gesto claro", Van Gogh dice preferir el calor del movimiento. "Necesito salir para olvidarme de mí mismo", explica, interpretado por el genial Willem Dafoe, mientras se recrean sus cotidianas excursiones al aire libre en Arlés. "Cuanto más rápido pinto, mejor me siento", agrega. Y el director, también artista, se ocupa de hacer muy bien su tarea: transmite la sensación del sol y el viento sobre su rostro, del peso del atril sobre su espalda y de sus manos entumecidas por el frío.
Todo eso relata esta sensible biografía justo antes de una imagen que –como suele suceder– vale más que mil palabras. La que muestra a uno de los artistas más relevantes de la historia universal con sus brazos atados al cuerpo por una camisa de fuerza.
La historia es conocida. Van Gogh es internado en un psiquiátrico en Saint-Rémy-de-Provence luego de cortarse la oreja y enviársela a Gauguin envuelta en un papel que dice "Recuérdame".
"Lo que veo, nadie más lo ve. Eso me asusta", le confiesa a su terapeuta, a quien manifiesta su mayor deseo: la necesidad de compartir su visión con los demás, de "mostrarles qué se siente estar vivo". "Solía pensar que un artista debía enseñar cómo ver el mundo. Ahora sólo pienso en la eternidad", agrega hacia el final de la película, cuando se revelan detalles de su confusa muerte.
Nunca llegó a ver que lograría lo que tanto ansiaba. Van Gogh dejó este mundo en la pobreza, a los 37 años, mantenido por su hermano Theo y pintando hasta el último minuto. Pero su enorme legado, alojado hoy en los principales museos del mundo –incluido uno que lleva su nombre, en Ámsterdam–, revolucionó la forma de concebir el arte. A través de 900 cuadros y más de 1600 dibujos, este autodidacta se convirtió en uno de los principales referentes del posimpresionismo. Como quería Gauguin.
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