El estudio Dieguez-Fridman rotó 90° la histórica organización horizontal de la casa chorizo manteniendo las condiciones que la convirtieron en un hito. El resultado: un hogar de espíritu tradicional, acorde al estilo de una familia moderna.
Un lote de dimensiones acotadas y la necesidad de una casa para una joven familia de cuatro. El estudio Dieguez-Fridman los sintetizó en una propuesta arquitectónica contemporánea y autóctona, reinterpretando nada menos que la tradicional casa chorizo. Esto es: una vivienda con ambientes sucesivos que articulan un recorrido de la calle al interior de la manzana.
Para adaptar esa tipología a un lote de 9x16, hubo que transformar lo horizontal en vertical. Un metro de separación entre el volumen de la casa y la medianera más grande (ver foto apertura) contiene la escalera que conduce la circulación desde la vereda, recorre las áreas públicas, baja al playroom, sube a los dormitorios en el primer piso y llega a la terraza con pileta.
Los desniveles acortan los tramos y facilitan el trayecto, mientras que un deck con mucho verde sobre la losa amplía virtualmente la planta baja abierta (con living, comedor y cocina). Lo mejor del pasado, en clave actual.
"El deck sirve como expansión del estar e incorpora la vista de una selva en contraste con las líneas geométricas del proyecto y con la dureza del hormigón". Arquitectos Tristan Diéguez y Axel Fridman.
El espacio que reúne las funciones públicas toma la máxima dimensión del terreno. Sin divisiones y con una misma losa, se genera una gran sensación de amplitud.
La incorporación de los desniveles permitió llevar la altura del estar a tres metros y medio. Además genera una circulación fluida hacia arriba y hacia abajo, con tramos de escalera más cortos. Al estar elevado sobre el nivel de la vereda, el living da lugar a un playroom semi-enterrado y ganó intimidad con la copa de los árboles.
Otro punto a destacar: las líneas verticales en las paredes del comedor (foto siguiente, a la izquierda) son plenos por donde pasan todos los caños de la instalación sanitaria.
"El comedor es importante porque el momento de la comida es muy especial en casa. Con mi marido tenemos la tradición de la sobremesa desde chicos, y es algo que queríamos conservar y transmitirles a nuestras hijas", dice la dueña de casa.
Todas las comidas se toman en la mesa, mientras que la barra funciona como superficie de trabajo y de apoyo, y para hacer autoservice cuando hay varios invitados.
Desde el principio, la pareja supo que quería su dormitorio "a lo ancho". Así se aseguraron suficiente espacio para agregar un sillón y de tener la cuna junto a la cama durante los primeros meses de sus hijas.
La cama matrimonial tiene dos edredones iguales de una plaza, en lugar de uno grande. Una solución simple y muy efectiva para las diferencias por el abrigo a la noche.
El cuarto de Emilia se armó antes de saber que iba a ser una nena. Se optó por un color neutro y el tema del Arca de Noé. "Con el tiempo ella misma fue agregando los detalles femeninos, porque es bastante coqueta", cuenta la mamá.
Con piso de cemento alisado, el playroom se va llenando con las actividades de cada integrante de la familia, como el piano eléctrico de papá, con una silla traída de Estados Unidos, los libros de mamá en la biblioteca realizada a medida y los juguetes de las nenas.
"Una de las primeras palabras de mis chicas fue: ‘abajo’; pueden pasar horas con los instrumentos o armando Legos, hasta andan en triciclo acá. Lo mejor es que podemos estar los cuatro juntos, cada uno con sus cosas", cuenta la dueña de casa.
Una circulación ascendente en espiral, que comienza en la vereda y recorre todos los pisos de la casa, culmina en esta terraza jardín con pileta y parrilla.
Texto: Lucrecia Álvarez.