En el cruce de la biología, la física y el arte, este arquitecto nacido en Tucumán pero radicado en Berlín revolucionó la idea de arte con su instalación de telarañas. Cómo funciona una de las mentes más innovadoras del momento.
¿QUIÉN ES? Arquitecto formado en la UBA, es el artista argentino con más proyección y reconocimiento mundial de la actualidad. Su premisa es cruzar la ciencia, la astrofísica, la arquitectura y la biología, entre otras disciplinas, para generar obras de arte que inspiren nuevos comportamientos humanos.
¿QUÉ HIZO? Si bien sus muestras ya habían causado sensación en ciudades como Nueva York, Copenhague, Viena, Dusseldorf y Berlín, donde vive desde 2003, su obra llegó de manera masiva al público local este año con la exposición Cómo atrapar el universo en una telaraña, montada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, con telas generadas por 7.000 arácnidos. Hoy, su mayor proyecto es hacer ciudades en las nubes.
¿CÓMO LO HIZO? Nacido en Tucumán en 1973, pero exiliado con su familia en Italia hasta 1986, Tomás Saraceno es uno de los artistas más originales del momento. Para su muestra Cómo atrapar el universo en una telaraña (que podrá verse hasta el 30 de enero de 2018 en el Mamba), montó su instalación en absoluto secreto: 7.000 arañas –de la colonia Parawixia bistriata, traídas del Norte argentino por el equipo del artista y expertos del Museo Argentino de Ciencias Naturales– tejían su tela en una de las salas del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, mientras los visitantes contemplaban las exposiciones de Antonio Berni y de Pablo Picasso. Seis meses después, en abril de este año, las arañas fueron devueltas a su hábitat y el público pudo asomarse al laberinto de hilos de seda que los arácnidos habían construido sobre una estructura arquitectónica diseñada por Saraceno y que solo se distinguía en los contrastes de luz. “Ninguno de estos artrópodos podría haber hecho esa estructura solo: lo logran porque es en colaboración. Es un ejemplo de cómo cuando nos convertimos en animales sociales, podemos hacer cosas extraordinarias”, dice Saraceno desde su taller en Berlín. Convertido en un experto en estos animales, al punto de trabajar y asesorar a científicos y de tener la mayor colección de telarañas del mundo, deja planteada una pregunta: “¿Cuánto del mundo que construye el ser humano puede considerarse parte de su propio cuerpo, como la araña y su telaraña?”.
Con esta necesidad de cuestionar los modos de habitar en el mundo, para la misma época de la inauguración la muestra, en una charla TED en la ciudad canadiense de Vancouver, sorprendió una vez más al público con un proyecto que viene desarrollando desde hace varios años, al que llama Cloud Cities, y que lo llevó hasta la Antártida. Según él, el planeta está viviendo en el Antropoceno, una era caracterizada por lo humano y por el daño que se le causa al planeta. “¿Qué pasaría si pudiéramos elevarnos por encima de la destrucción? ¿Y si pudiéramos flotar entre las nubes?”. En este cruce entre ciencia, arquitectura y arte diseña esculturas e instalaciones inspiradas en el aire, para ser introducidas en una nueva era de sustentabilidad, lo que él denomina el Aeroceno. Desde gigantescos patios con formas de nubes suspendidas a 22 metros en el aire, que pueden ser recorridos por el público (la experiencia montada en el museo de Dusseldorf en 2013 con el nombre de In Orbit se puede ver en YouTube), hasta una escultura con forma de globo capaz de viajar sin quemar ni una gota de combustible fósil. Esta última obra lo llevó a participar de un programa en la Nasa. “Me decían el señor de los globos… Intenté convencerlos de que se puede llegar al espacio sin quemar hidrocarburos”. La idea surgió en 2007 cuando con una comunidad de artistas alrededor del mundo empezó a recolectar bolsas de plástico usadas. Las lavaron, las cortaron, las unieron y crearon un lienzo gigante con forma de globo que, con una entrada de calor natural, empezó a flotar en el aire sin utilizar ningún tipo de combustible, al punto de recorrer 600 kilómetros entre Polonia y Alemania durante 12 horas. “La diferencia de temperatura entre el interior y el exterior es lo que nos hace elevar. De este modo, no utilizamos ni combustibles fósiles, ni helio, ni hidrógeno; tampoco paneles solares, ni baterías, ni motores. Encontramos una manera sencilla, limpia y accesible a todo el mundo de poder elevarnos”, explica el artista. Además, junto con el Massachusetts Institute of Technology (MIT) desarrolló un software que predice cómo se pueden navegar las llamadas “autopistas de los vientos”: una vez seleccionado el punto de destino se elige la altura, que ofrece diferentes direcciones y velocidades.
“La forma en que hago arte no es sabiendo mucho qué es arte ni cómo lo hago. Todo mi trabajo tiene un alto grado de intuición, de espontaneidad y perseverancia. Y, desde el punto de vista de la temática, estoy enfocado en explorar otro modo de vincularnos con los recursos que nos rodean, nuevas maneras de vivir, como por ejemplo establecernos sobre la superficie de este planeta, en otra altitud que no sea la del suelo. Tenemos que imaginar y desarrollar ciudades paralelas a las que ya conocemos, pero más cerca de las nubes que de la tierra”.
Saraceno está convencido de que la vida es un largo camino para desaprender lo aprendido y de que el desafío del arte es inventar nuevas posibilidades de coexistencia para los seres humanos, nuevas utopías y escenarios posibles que conduzcan a lugares inesperados. “El arte a través del tiempo ha cambiado, ha evolucionado, ha encontrado nuevos y formidables formatos, pero no ha progresado, no ha hecho del hombre una mejor persona, y eso es algo pendiente. Por eso, a mí me gusta provocar a la gente y que se pregunte si esa obra es arte o no. Como si en definitiva alguien supiera realmente lo que es arte; yo soy de los artistas a los que les gusta llevar hacia un extremo de las sensaciones y del pensamiento cada obra”.
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