Todos contra Gwyneth: ¿qué hay detrás de las críticas a Goop Lab?
Nueva York-. A principios de enero, cuando Netflix difundió el trailer de Goop Lab con Gwyneth Paltrow, los medios y #medtwitter hicieron nefastas predicciones, no solo sobre el futuro del servicio de streaming, sino de toda la humanidad. Dijeron que el programa seguramente promovería "una peligrosa seudociencia", impulsaría el uso de "menjunjes milagrosos", y sería "indudablemente nocivo para la sociedad". Timothy Caulfield, investigador en temas de legislación de salud y un histórico detractor de Paltrow era uno de los muchos opinólogos que advertía en Twitter sobre "la difusión de desinformación en temas de salud" y sobre "la erosión del pensamiento crítico", con hashtags como #PostModernDarkAge ("Edad Media posmoderna) y #saynotogoop ("Decile no a Goop").
Finalmente, a fines de enero llegaron los seis episodios de la serie, y hasta el momento la civilización parece haber sobrevivido. El programa explora la terapia de compresión en frío o hiloterapia, la curación energética, las dietas de longevidad, y el uso terapéutico de la psicodelia, todas cosas que pueden sonar esotéricas para los no iniciados, pero ninguna de las cuales carece en realidad de buenas evidencias que respalden sus beneficios. El episodio sobre el placer femenino –con la reina de la masturbación, Betty Dodson, como invitada especial–, es de lo más jugado que se ha visto, con una enorme escenografía en forma de vulva, mujeres desnudas de varios tamaños y edades hablando libremente sobre sus cuerpos, y otra mujer masturbándose hasta llegar al orgasmo para que las demás aprendan cómo hacerlo. "Cuando sabemos, somos muy peligrosas", dice Dodson en un momento, y Paltrow asiente: "¡Decímelo a mí!"
¿Qué hay detrás, entonces, de todo ese aluvión de críticas predecibles y repetidas? ¿Por qué resulta tan irritante que un grupo de adultos que saben lo que hacen busquen el autoconocimiento, la vitalidad y la libertad emocional?
Por supuesto que la rubia millonaria que encabeza el programa es un blanco fácil. Y por supuesto que la mujer promedio no puede permitirse los tratamientos faciales con plasma y los viajes a Jamaica para tomar té de hongos mágicos bajo la guía de un legítimo chamán. Y claro que todos estamos enterados del desastre de los Yoni Eggs, cuyo fabricante tuvo que pagar una cuantiosa multa por asegurar beneficios médicos sin fundamento. Ahora, tanto en el sitio web como en el programa hay avisos que lo aclaran perfectamente, y obviamente las buenas prácticas de higiene son recomendables para todos, pero cabe destacar que hasta el momento no hay un solo informe médico que diga que los Yoni Eggs pueden causar algún daño físico.
El tsunami de odio desatado por Goop se entiende mejor en un contexto que viene de mucho antes y que es mucho más profundo que Twitter, las plataformas de streaming, el consumismo y el capitalismo. A lo largo de la historia, las mujeres han sido particularmente ridiculizadas, denigradas y asesinadas por mantener conocimientos y prácticas que atemorizaban, confundían y desconcertaban a "la autoridad", o sea primero la Iglesia y más tarde la medicina. Las críticas a Goop emanan, al menos en parte, de un miedo, desprecio e ignorancia profundamente arraigados sobre todo aquello que no podemos ver, tocar, autenticar, demostrar, poseer o cuantificar. Es algo emblemático de la insistencia cultural que nos empuja a anular la intuición y "otras" formas de conocimiento, esas que suelen transmitirse por vía oral, y que para la mayoría de las mujeres a lo largo de la historia. En otras palabras, esas críticas responden a la clásica desvalorización patriarcal.
Cuando los hombres del siglo XIX organizaron y legitimaron la flamante profesión médica, reclamaron para sí la toga de la "ciencia", por más que en aquel entonces la medicina basada en evidencias ni siquiera existía. Y para acaparar el mercado, defenestraron toda otra modalidad de conocimiento médico, tildándolo de "curanderismo", incluida la partería, que como bien sabemos hacía que los partos fuesen más seguros, igual que hoy en día. Los términos peyorativos como "charlatanería" o "seudociencia" siguen siendo aplicados a todo aquello que esté por afuera de la profesión médica establecida. Y recuérdenlo la próxima vez que escuchen ningunear algo inofensivo, inusual, o incluso de sentido común, con la frase "eso es cuento de viejas".
A nuestra sociedad le gusta vincular las ideas de ciencia y de salud, pero lo cierto es que no siempre coinciden. La evidencia cotejada, generada en condiciones controladas de laboratorio, con pruebas cruzadas y al azar, siempre será la regla de oro, pero esos estudios no siempre existen, ni siempre son éticos. Mientras tanto, nosotros seguimos besando los chichones de nuestros hijos, por más que no haya evidencia científica que diga que eso los hace sentir mejor. Simplemente sabemos que así es. Lo que a su vez nos hace sentir mejor a nosotros. Y eso es precisamente "el bienestar".
Entendemos la preocupación que genera que una persona con cáncer abandone la quimioterapia para volcarse a la medicina ayurveda. Pero así como hay aprendices de brujo que venden menjunjes milagrosos, también hay médicos irresponsables o inescrupulosos, y también médicos vergonzosamente incapaces de sentir la menor forma de empatía. No se ha demostrado en pruebas de laboratorio que el reiki pueda reducir los tumores, pero junto con el yoga, el mindfulness y la acupuntura, está siendo usado en terapias integrales contra el cáncer en las mejores instituciones médicas del mundo, porque sí hay evidencias de que tiene beneficios, y sin efectos colaterales adversos.
Para dejarlo en claro, de Goop no esperamos rigor científico. Pero si nos interesa tener poder de decisión sobre nuestro cuerpo, si estamos abiertos a experimentar niveles más elevados de conciencia y emoción, si nos maravilla y queremos saber más sobre las posibilidades del tacto y la intención y la energía, y si nos gustaría hacer todo lo que esté a nuestro alcance para no tener que ir al médico, es muy condescendiente sugerir que somos una manga de tontos privilegiados que lo único que se merecen es un sopapo intelectual, vale decir, patriarcal. Estar abiertos a medidas intuitivas que puedan ayudarnos a evitar o aliviar la enfermedad o la desesperación crónica no nos convierte en terraplanistas.
La palabra "ciencia" se ha convertido en sinónimo de virtud, pero la ciencia es simplemente una herramienta que puede ser usada para el bien o para el mal. Durante la primera mitad del siglo XX, la "ciencia" fue usada para que las mujeres dejaran de amamantar, y se las alentó a comprar leche en polvo o comida para bebés que generaba enormes ganancias a las empresas.
Históricamente, la "charlatanería" fue practicada y enseñada casi siempre en secreto, lo que protegía a quienes la practicaban, pero limitaba su alcance. Cuando nos empoderemos para aprender más de nuestros cuerpos, nuestros instintos, nuestros paisajes emocionales y sus conexiones internas, empezaremos a exigir que nuestra compleja y (¡todavía!) misteriosa fisiología sea tratada con respeto, dignidad y humildad en los dominios de la medicina. Hasta entonces, aceptamos la curiosidad y la experimentación de una millonaria celebridad capitalista que por suerte no tiene que preocuparse de que efectivamente la quemen en la hoguera.ß
Traducción de Jaime Arrambide
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