Roberto Devorik quiere redefinir el estilismo del presidente electo y de su novia
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Roberto Devorik vivía en Londres cuando la directora de la revista Vogue (edición inglesa) le presentó a la futura mujer del príncipe Carlos. Eran los años 80. “Me encontré con una chica aristocrática, pero que no había tenido gran roce social. Quienes la ayudamos tratamos de crearle un molde para prepararla con lo que se le venía”, recuerda. Se convirtió en su asesor de imagen. Y, con el tiempo, fue su amigo y confidente. A su lado, la princesa Diana ascendió a la categoría de ícono de la moda.
Hoy, en su departamento de Recoleta, donde atesora mil recuerdos de una vida fantásticas (entre tantos, las cartas que le escribió “de puño y letra” Lady Di), se postula para un nuevo desafío: quiere asesorar al presidente electo, Javier Milei, y a su novia, Fátima Florez. Insiste Devorik: “Tengo 74 años. Me fui a los 21 del país, viví entre Londres, París, Viena y Uruguay. Estoy abierto y a disposición de Milei y me sentiría muy orgulloso de sumar y ayudar por tres motivos: porque lo voté, porque nací en la Argentina y porque quiero ver brillar a mi país en el mundo. Y no quiero sacarle ni un peso al Estado, que eso vaya a donde se necesita. Como me dijo el exjefe de Gobierno de Austria cuando me conoció.”¡¿Cómo un país con gente tan capaz como ustedes puede estar tan venido abajo?!”. Yo ahora tengo esperanza”.
-¿Por qué Milei?
-Me parece un tipo extraordinariamente inteligente, siempre lo vi como el héroe del siglo XXI que todavía no hemos tenido. Me hizo acordar a mí cuando traje a Diana, princesa de Gales, a la Argentina: se decía que no era verdad, que yo no era amigo de Diana... ¡y en 1995 terminé viniendo del brazo de ella! Algo así pasó con Milei: trataron de bajarlo del caballo muchas veces, lo presionaron, insultaron, pero nunca se le pudo comprobar una corrupción ni una maldad.
-¿Qué te hizo confiar en él?
-Como hombres de carácter, también tenemos defectos: no tenemos filtro. Eso fue un problema con la gente de la tercera edad, donde el filtro fue muy importante, se asustaron. Pero la Argentina necesitaba un cambio. Y no lo apoyo ahora porque ya es presidente electo, fue desde el primer momento. Estuve con él, en el Teatro Colón hace unas semanas, en Madama Buttlerfly. Le encanta la música clásica.
-¿Se saludaron?
-Sí, él estaba del otro lado, me acerqué a saludarlo al principio. Y después, a la salida, también. “Te estaba buscando”, me dijo. Fue muy simpático conmigo. Estaba con Fátima.
-¿Por qué querés asesorarlo?
-Me pongo a disposición, si él quiere y lo necesita. Lo haría por el amor que le tengo a la Argentina. Sería la primera vez que haría una cosa así en mi país. Lo haría por mi admiración hacia él, porque tiene las agallas y quiere cambiar este país que está en metástasis. Y “probono”: de ninguna manera aceptaría pago. Y, si hubiera un presupuesto, que eso se done a un hospital o a un asilo de ancianos, o que el señor presidente decida a dónde va eso.
-Un asesor de imagen suena frívolo. ¿Es necesario?
-Es necesario, porque estás representando a un país, a un pueblo y a una idea. La vestimenta, en los grandes personajes, es como el marco de un cuadro. Vos primero ves el marco y después te interesás en la obra. Es muy importante, en un país que estamos como estamos, que su imagen sea de respeto, de unión y de equipo.
-¿Por dónde empezarías?
-Milei tiene una personalidad tan aguda y alegre que creo que lo importante es no cambiarle la personalidad sino trabajar con el personaje.
-Conociste a varios presidentes.
-Pero Milei hace la diferencia. Mi primera impresión de Carlos Menem, cuando lo conocí, fue que era muy poco elegante: parecía una propaganda de dulce de leche, vestido con camisa y corbata marrón. En cambio, Milei parece un personaje patricio, salido de esos cuadros que ves en el Cabildo, con sus patillas…
-A propósito, ¿qué harías con sus patillas?
-Me parecen fantásticas. Son las patillas de un héroe patricio, las de Belgrano, las de San Martín... Son parte de su ser.
-¿Y con su melena?
-Me acuerdo cuando fui con mi padre a ver a los Beatles por primera vez, en Londres. “Mirá sus pelos, parecen unos degenerados”, me dijo. Y esos eran los pelos que, después, todo el mundo empezó a usar. Esas cosas, si van con la personalidad del sujeto, no tienen por qué corregirse.
-¿Qué le cambiarías?
-Yo sé que lo usa por cábala, pero ese suéter azul abajo de la campera negra… ya se acabó. Que lo use en privado. Y también creo que su campera de cuero tipo roquero estuvo muy bien para hacer relaciones públicas, llegar al público y a los gremios. En las etapas preliminares está bien pero, ahora que va a representar a todos los argentinos y en el rol de presidente... ya no va. Si él quiere ir así a un asado un domingo, que vaya como quiera y se sienta cómodo, pero un asesor tiene la obligación de decirle que no siempre está espléndido. Yo voy con la verdad.
-¿Lo vestirías todo con marcas argentinas?
-Justamente, no. Cuando yo vestía a la princesa de Gales se me obligaba a vestirla con marcas inglesas, hasta que un día nos miramos con Diana y dijimos, “¿Por qué?, ¿por qué no me puedo vestir de una marca francesa, italiana? Es mercado europeo”. Acá yo creo que Milei se podría vestir de Mercosur si quisiera. No hay que ponerle barreras, él es libertad. Y si se siente cómodo con una marca que no sea argentina, que así sea. Estar vestido de celeste, blanco y amarillo no hace patria, es su función la que hace patria.
-Su vestuario ideal.
-Mucho azul, negro, grises y en lindos pulóveres. No usaría anteojos de diseñador porque esos son para gente que no tiene personalidad. Mocasines o zapatos abotinados, bien discreto. Ayer lo veía en una entrevista y cometía un grave error, la corbata movida, se le veía corrida. Un asesor no debe cambiarle la personalidad, pero sí atender que la corbata esté en el lugar justo. El no tiene tiempo, ni va a tener tiempo y un asesor de imagen tiene que solucionar no complicar.
-¿También asesorarías a Fátima Florez?
-Por supuesto. Desde que salió publicado el rumor de que podría asesorar al presidente electo, todos me cargan: ‘¿Fátima Florez?, ¡te quiero ver!’, me dicen. ¿Ver qué? Para mí Fátima Florez tiene un mérito extraordinario: labura, es simpatiquísima, ¿por qué cargan? ¿Porque es una mujer que parece salida de una revista Vogue? Si es una mujer muy inteligente y atractiva. Su personalidad no es la de Audrey Hepburn ni de la de Diana, princesa de Gales, pero ella es actriz de comedia, una imitadora talentosa y hay que trabajar con eso. Hay que ponerla en el lugar justo, con la ropa justa.
-Fátima trabaja en el mundo del espectáculo y ya tiene su estilo, ¿mantendrías escotes y minifaldas?
-Si su personalidad es el escote y la minifalda, y no le falta el respeto a la función que va a tener, que siga así. Ella es inteligente para adecuarse. El asesor no tiene que estar con el dedito para decirle ‘esto o lo otro’, sino para ayudarla a que cada día florezca mejor.
-Hay otras dos mujeres en escena: Karina Milei y la vicepresidenta, Victoria Villarruel
-Me fascinaría ayudar a la vice, creo que es una mujer de mucho carácter y que tiene la dulzura y la rigidez de la fuerza. Y a la hermana de Milei no la conozco, pero debe ser un personaje muy interesante porque un presidente que diga que todo se lo debe a su hermana, es porque lo debe haber sostenido en los peores momentos. Y, cuando hay gloria, todos vienen a comer pero cuando no, se está muy solo en la vida. Estas personas, pilares, suelen ser muy bajo perfil y yo creo que no le interesa la ropa ni figurar. Solo quiere el triunfo de su hermano.
-¿Qué te imaginás para el día de la asunción presidencial?
-A Milei me gustaría verlo con esa corbata que tiene puntitos blancos, una camisa celeste y un saco blanco impecable de hilo y pantalones azules. Muy tranquilo, no estamos festejando nada, estamos asumiendo una responsabilidad.
-¿Y a ella, a Fátima?
-La vestiría al compás de él, de un azul tranquilo, un azul marino femenino, falda a la rodilla o arriba la rodilla. Yo la pondría en vestido pero no me molestaría un tailleur azul con hilitos blancos elegante. Algunos me dicen: “¿Cómo la vas vestir a Fátima?”. Estoy harto de la negación, de ponerle títulos a la gente. No hay que ser negativos antes de que las persona te muestren que pueden ser positivos.
De The Crown al look presidencial
Roberto Devorik acaba de terminar de ver la primera parte de la temporada final de la serie The Crown, con la historia de su amiga, lady Diana Spencer. En ella aparecen looks icónicos, como el Black Sheep sweater, el de la oveja negra.
Recuerda Devorik: “Era de Muir, una segunda marca de Escada. Me acuerdo que en ese entonces yo agarré y le dije: ‘Mirá, Diana, dejá las ovejitas porque ya no sos la teenager, la nanny de chicos (porque había trabajado como niñera). Ahora tenés otra función y no podés usar sweatshirts (buzos) con Mickey Mouse. Todo va en función de tu función, sin cambiarte la personalidad. No correspondía al título tan fuerte de princesa de Gales que tenía y al tratamiento de Alteza Real”.
-En la serie también aparece el vestido “de la revancha”.
-Yo estuve involucrado en el “vestido de la revancha” porque aquella noche Diana iba a usar un Valentino colorado, un vestido corto divino que me había mostrado. Es que yo vivía a diez cuadras del Palacio de Kensington, su casa, íbamos y veníamos, éramos amigos. Y en ése momento nos enteramos que Carlos iba a ir con Camilla al hotel Ritz, en una de sus primeras apariciones públicas juntos. Hablamos y de repente surgió: “Vi un vestido en un lugar griego bárbaro, ¿vamos?”. Al final yo no pude ir, así que lo mandó a pedir. Era de Christina Stambolian, se lo probó y le quedaba brutal. “¿No parezco la viuda negra con esto?”, me dijo. Nos reímos tanto que era para hacernos pis -ríe-. Yo estuve ahí, lo usó en la galería Serpentine y Lord Palumbo se quedó maravillado, todo el mundo, fue tapa de todos los diarios.
-¿Viste esta quinta temporada de The Crown?
-Sí. La vi solo porque me gusta concentrarme en las cosas que están bien y en los errores. No necesito anotar, me lo acuerdo todo. Elizabeth Debicki como Diana: sus gestos son fantásticos, pero no es parecida. No va a haber nadie parecida y es porque Diana era única, con una aurora única. Pero esta chica, que estudió los gestos brutalmente, es mucho más flaquita y más menuda. Es una imagen, digamos minimalista de lo que era Diana.
Lo que más me emocionó de toda la serie son Dodi (Al Fayed) y el padre, porque están tan parecidos, impresionantemente caracterizados. Dodi fue casi socio mío, lo conocía muchísimo, antes que Diana. Ése pedacito de la historia está muy bien hecho. El viejo Al Fayed siempre despreció a su hijo, aunque con Diana... le mandaba todo, le mandaba Harrod’s (era el dueño) si quería. Diana le tenía cariño, porque acordate que a ella lo que le faltó toda la vida fue amor y cariño.
-Decís que esa parte de la historia está bien hecha, ¿qué recuerdos te trajo?
-Ella murió un domingo. Un viernes, una semana antes, hablamos. Yo estaba almorzando con su madrina, lady Bocker, y ella lo sabía, así que llamó. Fue cuando aparecieron las fotos de ella dándose un beso con Dodi. “¿Qué es eso?”, le dije. “Vos sos latino, dejate de jorobar, es una cosa de verano”, me respondió. Le dije, “¿pero es en serio?”. “No, ¿sabés lo que pasa? Es un tipo bárbaro pero me regala demasiado, me da demasiadas cosas, me está ahogando y vos sabés lo que yo quiero”, me dijo.
Y sí, lo que nunca se supo es que ese verano, cuando ella volvió de París a Londres, un viernes en el parque de Battersea (más o menos a medianoche, porque hablamos antes) ella se fue a encontrar con el Dr. Hasnat Khan por última vez, para ver si podían llegar a concluir esa relación. Ella estaba re enamorada. Después de Carlos, el amor de su vida fue ése hombre. Diana se enamoró del que es el Favaloro de Inglaterra en este momento, un hombre tranquilo, pero él le dijo a ella que era un imposible. Creo que recién después de la muerte de ella, Khan se dio cuenta de cuán importante fue para Diana. El sábado ella se volvió a París, donde murió.
-¿Te cruzaste al actual rey Carlos III luego de la muerte de Lady Di?
-Sí, me lo crucé el año pasado en Covent Garden. Carlos ya era rey y no lo saludé. El me vio... yo nunca podría asesorar a Carlos ni a Camilla, no tendría el estómago. No me nace.
-¿Y asesorarías a Meghan?
-Tampoco. A la mujer de William, sí. En tantos años de nobleza he visto cometer errores a todo el mundo, pero a ella, nunca. La he visto a Ana meter la pata, a Eduardo meter la pata (muy poco). A Andrés y a Fergie muchas patas... A Diana, que a veces no quería escuchar, al príncipe Carlos que ha hecho tremendas macanas y a los chicos, William y Harry, que han hecho y dicho cosas de las que se deben haber arrepentido. Pero lo de Kate Middleton es asombroso: que una chica de clase media tenga esa percepción del timing es fantástico. Porque nadie fue educada para ser reina, eso se va adquiriendo, como nadie fue educado para ser presidente, le pusieron el servicio. A Diana, una de las pocas que le enseñó fue Grace Kelly.
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