Estudió como pupilo en el St. George’s de Quilmes, trabajó 30 años en JP Morgan y hoy es el primer extranjero en ocupar la presidencia de Hong Kong Exchange and Clearing Market
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Nicolás Aguzin es prácticamente un desconocido en la Argentina. Sin embargo, en la lejana Hong Kong, a 18457 kilómetros de distancia, es una persona de gran exposición pública. Allí su nombre aparece con regularidad en los diarios, que suelen hacer un seguimiento riguroso de sus tareas. Algo similar a lo que sucede aquí con los directores técnicos de los más grandes equipos de fútbol: una mala decisión puede hacer que los títulos “de tapa” viren del derroche de elogios a las más severas críticas. Es que, en esa ciudad, que es uno de los centros neurálgicos de las finanzas del mundo, él dirige la Hong Kong Exchange and Clearing Market (HKEX) -la bolsa de valores- una entidad en la que ingresan y egresan miles de millones de dólares al año.
Sí, el número 1 de la bolsa de Hong Kong es argentino. Formoseño, para ser más precisos. Cuando aceptó ese trabajó, asumió un desafío mayúsculo, ya que nunca antes un extranjero había ocupado esa posición. Por ahora todo parece ir muy bien para él: sus colegas reconocen su trayectoria y respetan sus decisiones. Claro que no les deja de sorprender ver a un jefe “no-chino” que se mueva con la facilidad de los anteriores CEOs. Todos lo llaman por su apodo, Gucho.
La charla con LA NACIÓN es por videoconferencia. Detrás de cámara lo acompañan sus secretarios de prensa. Aguzin comienza con una confidencia: “No doy muchas entrevistas, pero esta vez hago una excepción porque pensamos que es importante que se sepa lo que hacemos acá”.
HKEX es una bolsa de valores universal. Aguzin la define como un conector entre oriente y occidente. Insistirá mucho en ese concepto durante la entrevista: “La mayoría de inversores del mercado hongkonés son internacionales, incluyendo los de Estados Unidos y Europa. Y el Exchange en sí mismo es una empresa pública anotada en la lista de stocks”, explica. HKEX tiene 2000 personas en su planta permanente.
“Me divertía todo lo que tuviera que ver con números”
Nicolás Aguzin nació en Formosa, en 1968. Su padre era médico y su madre trabajaba como ama de casa. Cursó la primaria en una escuela de su barrio, cerca de su casa. Siempre mostró interés en estudiar y aprender: sus boletines eran impecables.
Antes de comenzar el secundario, sus padres decidieron invertir sus ahorros en la educación de Nicolás: lo mandaron en un colectivo a Quilmes, provincia de Buenos Aires, para que estudiara como pupilo en el colegio St. George’s. “Yo vivía en el colegio y mis papás en Formosa. Los iba a visitar dos o tres veces al año. Mi papá quería a toda costa que aprendiera inglés, pensó que lo mejor para lograr eso era que estuviera a tiempo completo en una escuela como esa. Ellos valoraban mucho la educación”, dice.
De primer año hasta el polimodal, sus materias favoritas siempre fueron las mismas: matemática, física y estadística. “Me divertía todo lo que tuviera que ver con números”, recuerda. Excepto por alguna “travesura” que apenas recuerda, nunca cometió un acto de indisciplina, era un alumno ejemplar por donde se lo mirara.
“Repetía y repetía que quería estudiar medicina”
A pesar de lo que sugería su pasión por las ciencias exactas, Nicolás no se imaginaba comprando y vendiendo acciones: más bien quería dedicarse a salvar vidas. Quería ser médico, como su papá. “Repetía y repetía que quería estudiar medicina”, cuenta. “Pero después empecé a darme cuenta de que lo que más me gustaba eran los negocios, ahí era donde me desenvolvía mejor”, agrega.
Ni bien se graduó en el St. George’s decidió ir a la universidad en Estados Unidos: “En ese momento todavía no había muchas personas que decidieran hacer la universidad ahí, pero yo tenía espíritu aventurero”. Viajó en 1985 a cursar administración de empresas en la escuela Wharton de la Universidad de Pennsylvania. Nunca había ido a los Estados Unidos, no conocía mucho sobre su cultura. Pero emprendió viaje.
Logró su diploma en tiempo y forma (”dentro de lo normal”, dice) y consiguió un trabajo en JP Morgan que mantuvo durante 30 años. La compañía estadounidense lo envió a trabajar a casi todos los continentes. Estuvo en las oficinas de San Pablo, Nueva York, Hong Kong e, incluso, en la de Buenos Aires. Así creció Nicolás: en las oficinas del banco más grande de Estados Unidos. Planeaba continuar y terminar su carrera allí, pero un día presentó su renuncia.
Por ese entonces, 2021, vivía en China y había tendido una extensa red de contactos. De hecho, Hong Kong fue su último destino en JP Morgan. Llegó en 2012 para sentarse en una silla importante: la del Director Ejecutivo de JP Morgan Asia Pacific. “Yo no había hecho nada con Asia, me sorprendí cuando me propusieron tomar ese puesto en 2012”, comenta. Pero aceptó y lo cumplió con profesionalismo.
Durante los primeros meses de la pandemia, un cazatalentos lo llamó para ofrecerle un cambio radical. Le hizo una oferta jugosa e irresistible, simple y clara, pero que quemaba como la lava...
-¿Quiere ser el CEO de la bolsa de Hong Kong?
Cerró los ojos y aceptó.
-¿Qué respondió?
-Lo primero que me salió fue decir que yo no hablo chino.
-Sin embargo usted ya conocía Hong Kong y su cultura. Y lo conocía a través del ojo de JP Morgan, con toda la ventaja que eso implica, con todas las conexiones que tenía...
-Sí. Además ya tenía grandes responsabilidades. En JP Morgan había 55 mil personas trabajando repartidas en 17 países. Yo manejaba el negocio de JP Morgan en Asia, que era enorme.
-Ya llevaba 8 años en Hong Kong. ¿Se sentía cómodo viviendo en esa ciudad?
-Sí. Conocía mucha gente, conocía la región y estaba muy al tanto de lo que pasaba en todos los países, como Japón, Corea del Sur, Australia, India...
-¿Qué más le dijeron cuando le ofrecieron ser CEO de HKEX? Nunca se había propuesto a un extranjero para ese cargo.
-Ellos me dijeron que estaban buscando al mejor talento y no necesariamente que fuera de una u otra nacionalidad o que hablara tal u otro idioma. Me precisaron que necesitaban una persona con las condiciones adecuadas y consideraban que yo las tenía. Yo les había advertido que no sabía hablar chino.
-Usted es una persona muy expuesta públicamente allí. Cuando asumió, un legislador hongkonés dijo que usted no tenía el trasfondo para navegar bien entre los funcionarios chinos.
-Sí, es que acá se le presta mucha atención a la tarea del CEO de HKEX y los medios siguen mucho el tema.
-¿Notó que la opinión pública tomara su asunción con sorpresa o escepticismo, puesto que usted era el primer “no chino” en ocupar ese cargo?
-Seguro, hubo cierta sorpresa o shock. Yo creo que había mucha expectativa y la sigue habiendo. Para mí, lo importante es demostrar todos los días que estoy focalizado en hacer lo mejor posible y lograr los objetivos que tenemos como Exchange. Hay un interés muy grande en cada movimiento que hagamos.
-Por ser extranjero, y muy distinto al resto en términos culturales, ¿considera que tiene más ventajas que desventajas a la hora de, por ejemplo, negociar en una reunión?
-Quizás más ventajas... Para mí deber, que es acercar a las economías de oriente con las de occidente, uno debe tener un buen entendimiento de cómo operan los mercados.
Una ciudad libre de restricciones financieras
-¿Cómo le afecta, para bien o para mal, la libertad exclusiva que goza Hong Kong con respecto a las cuestiones específicas de su trabajo?
-Bueno, acá, por ley, el ingreso de capitales es totalmente libre. No está permitido poner restricciones al movimiento de capitales. El dinero puede entrar y salir sin ningún problema. Y hay total libre flujo de información: acá podés usar Google y crearte cuentas en las redes sociales que quieras.
-¿Existen detalles más personales, tal vez de etiqueta, que sean importantes allí y acá suenen “tontos”?
-En Corea, una vez, fui a una reunión con un colega. Él se cruzó de piernas y a las otras personas no les gustó mucho. Hay un montón de situaciones a las que uno se tiene que acostumbrar. Como saber qué colores se pueden (y cuáles no) usar en un casamiento. También, una vez fuimos a la bolsa de Taiwán, donde, cuando una acción sube, está en colorado; normalmente eso se refleja en verde en todos lados. Entonces yo llegué, vi el cartel y pensé “¡Qué buen día!”... Pero no era un buen día, era un día de caídas. Y hay más cuestiones de ese tipo, que van desde colores a qué comer en una reunión y cómo comer, con tenedores, palillos.. En Asia son todos distintos. Y uno no los puede generalizar. Varía dependiendo del país.
-¿Le gusta vivir en Hong Kong? ¿Es un lugar agradable para los gustos argentinos?
-Es gratificante vivir acá. Es una ciudad súper cosmopolita. Por ahí muchos la asocian con esos edificios salvajes y altos, y es así. Pero también tiene montañas, vegetación, verde y más verde. Los hongkoneses hacen mucho trekking. Aman pasar tiempo al aire libre.
“Sigo a River, a la selección y a los Pumas”
En Hong Kong hay una comunidad de argentinos muy activa de la que Nicolás participa. “A través de los años he desarrollado vínculos con los distintos cónsules argentinos que han pasado, también con Agustín Balbi, el dueño de un restaurant muy bueno que hay acá. Hay más argentinos, nos juntamos de acuerdo a nuestras posibilidades. Luego, para mitigar el desarraigo, miro deporte: sigo a River, a la selección y a los Pumas”.
Aguzin también mantiene un ida y vuelta fluido con los directivos de Mercado Libre y forma parte del directorio. “La relación con ellos comenzó cuando trabajaba para JP Morgan. Fui uno de los asesores cuando ellos salieron a la bolsa”, explica.
-El lema de HKEX es “Building the marketplace of the future”, pero usted parece tener el propio: “Conectar oriente con occidente”.
-Es que es muy importante. Una de las razones por las que el mundo creció como creció en los últimos 40 años es el comercio internacional. Mientras más se practique, más riqueza se va a generar en las diferentes sociedades, porque permite que cada industria se pueda especializar en lo suyo.
-¿Qué tipo de empresas predominan entre las que operan en HKEX?
-En los últimos 4 años tuvimos más de 90 empresas de biotecnología que salieran a la bolsa. Muchas de ellas, prácticamente, no tenían ventas, no vendían nada… Hablo de pequeñas pymes. Esas empresas recibieron 30 mil millones de dólares en inversiones, en total. Eso permitió que se desarrollen nuevas drogas y nuevos tratamientos. Sin ese capital y sin la facturación posterior, hubiera sido muy difícil para ellos.
-Se lee en los diarios orientales que en China hay una fuerte inversión en tecnología desde hace años. ¿Hay algún producto en particular que pueda llegar pronto a la Argentina e instalarse exitosamente en el mercado?
-Sí, seguro. Especialmente los productos sustentables, como autos eléctricos y autos que se manejan solos. Hay un nivel de sofisticación en el mercado chino que es realmente increíble. Creo que, en un par de años, esos bienes van a llegar a Argentina. Acá en HKEX tenemos un listado enorme de esas compañías.
-Usted ascendió muy rápido en su carrera. ¿Sigue manteniendo los mismos sueños que antes? ¿Hay algo más arriba del peldaño en el que está parado?
-Mi sueño siempre fue el mismo: acercar a las economías más importantes de oriente con occidente, especialmente con Latinoamérica. Por ahora me enfoco en eso, como lo hice a lo largo de toda mi vida. Me gustaría que ese acercamiento se fortalezca más aún, que haya más comercio internacional. Y que eso genere el mayor y mejor impacto en el mundo.
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