Soy impulsivo: cómo ponerle un freno al enojo para que no afecte tus decisiones
Muchas personas tienen la costumbre de responder rápidamente frente a una interpelación. Vivimos en una cultura en la que actitudes como la estabilidad, la reflexión y la capacidad de introspección no están bien vistas. Todo tiene que ser respondido "ya", rápido, al instante.
Si alguien nos aturde con un bocinazo, el primer impulso de muchos es bajar a discutir; si alguien nos deja un comentario desagradable en las redes sociales, algunos lo responden automáticamente sin pensar. A este tipo de reacción se la denomina "escalada simétrica". Uno se enoja, y el otro se enoja aún más. Es la ley del más fuerte que, al ser aplicada, por lo general, hace que las cosas terminen mal.
En psicología llamamos proceso primario cuando se pasa del impulso a la acción, sin mediar la reflexión. Por ejemplo, cuando éramos bebés y queríamos algo, rápidamente nuestra necesidad era suplida.
Lentamente, a continuación, pasamos a un proceso secundario; es cuando se "sumó" la capacidad de evaluar, pensar, reflexionar, poner pausa, esperar, etc. Aquí, frente a una necesidad, hay una evaluación, un tiempo de espera, donde debíamos esperar para luego tomar la decisión.
Reaccionar es una actitud infantil; mientras que responder es una actitud propia de un adulto. La capacidad de posponer, de regular una situación, de controlar los impulsos, constituye un acto de "madurez emocional". Como la anécdota del hombre que, al llegar a su cabaña, encontró a su perro bañado en sangre. Creyó que el animal le había hecho daño a su hijo e inmediatamente lo mató. Al entrar en la habitación, vio al niño llorando junto a una serpiente muerta… el perro lo había salvado.
¿Cuántas veces reaccionamos de manera similar: sin pensar? ¿Cuántas veces le respondimos a alguien y, más adelante, nos preguntamos: "¿Por qué no habré esperado?".
Cómo manejar los impulsos
Analicemos algunas de las formas en las que podemos aprender a manejar nuestros impulsos:
- Imaginemos una piscina donde hay una escalera que nos conduce al trampolín. Mientras vamos subiendo para llegar a la base desde donde saltaremos, siempre tenemos la opción de volver hacia atrás. Pero una vez que saltamos, ya no hay forma de regresar.
Este análisis de cadena es importante dado que, al revisar, podemos visualizar en qué áreas somos impulsivos. También nos permite identificar si, mientras vamos ascendiendo, surgen otras emociones tales como la ira, la bronca, etc. Necesitamos darnos cuenta de cuándo el enojo está escalando para ser capaces de hacer un alto allí mismo. Y entonces preguntarnos: ¿Qué quiero? ¿Cuál es mi objetivo? ¿Qué me conviene hacer?
Toda vez que nos demos tiempo, el enojo disminuirá. Esperar 24 horas, antes de reaccionar, es una buena técnica. Si sentís prisa por responder un mensaje cuando estás enojado, ponele un freno a esa emoción, porque seguramente te equivocarás. Cuanto más sientas la urgencia por responder, detenete. Frená esa emoción y dejá pasar, al menos, una hora o más. Porque cuando estamos relajados, la adrenalina desciende y obtenemos "visión amplificada". Es decir, que vemos los hechos desde otra perspectiva.
Entonces, siempre que veas que el enojo está escalando en vos, hacé lo que se conoce como "tiempo afuera". Correte de la situación, y si es posible, también del lugar (si no podés salir de allí, elegí beber un jugo o encontrar física o mentalmente un momento de distracción). Al cabo de unos 20 minutos, el cortisol disminuirá y volverás a estar en control de la situación.
Ser impulsivo no es un acto de fortaleza, como muchos creen. Las personas agresivas, en el fondo, son débiles ya que siempre responden y repiten el acto impulsivo del mismo modo. En cambio, las personas fuertes son aquellas que piensan, evalúan y toman siempre las mejores decisiones. Responden, pero no reaccionan por impulso. Practiquémoslo e incorporémoslo como un estilo de vida saludable.
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