Sobre materiales cálidos y en pequeño formato, la obra de Sofía Wiñazki se basa en el discreto encanto de retratar árboles y pajaritos.
Por Leni González
A la galería Mar Dulce, en Palermo, se puede entrar como a un pequeño almacén y consultarle a la dueña, sonriente detrás del mostrador, si entre tanta obra amigable y lista para llevar tiene algo de Sofía Wiñazki. "No quedó nada, se lo llevaron todo. A la gente le gusta mucho", responde Linda Neilson, la galerista, mirando las paredes cubiertas por otras promesas.
¿Por qué pasará? ¿Por qué esos bosques apiñados como si guardaran secretos, los árboles abrazables, los pájaros de colores que entran en la palma de la mano? ¿Por qué lo que dibuja y pinta @Sofiwini resulta tan amable que dan ganas de cobijarlo? A lo mejor, un aire bucólico de tiempo detenido, quizás el living de los abuelos donde siempre se toma el té mirando cuadros de campiñas o estampas de jardines, los libros de la infancia con sus bestiarios ilustrados. Porque lo que no es rutinario, ni barrial ni doméstico puede sentirse familiar como una caja de música.
"No es que decidí un día pintar árboles o pájaros. Se dio así, surgió solo. Esperando el colectivo en plaza Constitución, veía los árboles entre los cables, el ruido, la basura, y les sacaba fotos. Después empecé a dibujarlos borrando todo rasgo urbano. Cuando mis maestros y compañeros del IUNA, donde estudié, lo vieron, pensaron que era un bosque nevado del sur", cuenta una vez más Wiñazki cuando le preguntan por qué la Naturaleza se planta en sus diseños. Y ella explica que eso es lo que ve. También suele responder sobre el apellido de periodistas que heredó.
Egresada de Artes Visuales en el IUNA, antes cursó un taller de modelo vivo en el Centro Cultural Rojas. También estudió con Patricio Larrambebere y con Eduardo Stupía, los dos maestros que prologaron los breves catálogos de sus muestras en Mar Dulce: Waldeinsamkeit o la sensación de estar solo en un bosque (2014), donde presentó una bandada de casi cincuenta pájaros, obras en pequeño formato, algunas en acuarela y otras en carbonilla; y Últimas hojas (2015), nueve obras nuevas en carbonilla y óleo pastel que juntas forman un bosque otoñal en la galería, con las últimas hojas a punto de caerse.
A Wiñazki le encanta dibujar en materiales cálidos como el papel y utilizar sobre todo el pastel tiza; a veces el pastel al óleo y otras la pintura con acuarelas para sus pequeñas aves. El año pasado, en Praxis expuso Bosques de carbón, realizados sobre papel carbónico, un material muy delicado, que requiere ser enmarcado sobre dos vidrios, y que puede verse de día cuando entra la luz mientras que de noche manifiesta su oscuridad.
"Me gusta mucho el plenairismo, el dibujo al aire libre, y a los impresionistas, sus motivos y modos, los miro mucho. En el museo Larreta di clases sobre esto y me parece importante, aunque a alguno le suene conservador. Noté que mucha gente dibujaba a partir de fotos en su celular o el iPod. No estoy en contra de eso, yo también lo hago, pero no es lo mismo dibujar a partir de una foto que de la realidad, en tres dimensiones, con la luz natural", dice mientras muestra los fascículos del reino animal y las estampas japonesas que la inspiran: "Con los pájaros es más difícil la observación".
Wiñazki comparte taller, en Palermo, con otras cinco artistas. Solo ella pinta figurativo. Sin embargo, se siente emparentada, como Nicolás Sarmiento y Matías Duville. De todos modos, no es ese un problema que le preocupe. Es para el público, los vecinos, los desconocidos, los sin nombre, y no para otros artistas, que ella pinta.
Sofía Wiñazki. En Mar Dulce, Uriarte 1490; en Praxis, Arenales 1311, y en Punto Kiwi, Talcahuano 1190.
Elogio del arte decorativo
Sofía Wiñazki no reniega de las galerías de arte. Pero no es el único público que le interesa. También quiere crear objetos desacralizados, sin el aura de lo intocable, que pueda usar cualquiera a precios muy accesibles. Por eso, además de dar clases y vender sus cuadros, se dedica a intervenir vidrieras de importantes marcas, shoppings y hoteles, y a darles otra vida a platos, tazas y vasos, con sus diseños de pájaros y árboles. Por todas esas actividades, se sostiene económicamente con su profesión, un logro que la hace sentir muy afortunada: "Antes trabajaba como asistente de artista para Gachi Hasper y Mónica Millán. ¿Viste como los escritores tienen ghost writers? Bueno, esto sería como ghost painters", dice la joven emprendedora.