Con un presupuesto exorbitante Sheikha Al-Mayassa, la hermana del actual emir, irrumpió en el mercado internacional de lujo y se transformó en una personalidad influyente de la cultura
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Su nombre completo es Al-Mayassa bint Hamad bin Khalifa Al Thani. Tiene 39 años y, como integrante de la Familia Real, usa el título de Sheikha. Es hermana del actual emir de Qatar y tiene entre sus manos un ambicioso desafío: transformar al pequeño y riquísimo emirato en la meca de la cultura. Y a fuerza de millones de dólares, lo está logrando.
Sheikha Al-Mayassa, así la llaman, es la presidenta de Qatar Museums, la entidad que gestiona los museos del emirato, del Instituto de Cine de Doha y de Qatar Creates, la iniciativa que promueve la moda y las artes de su país. Está obsesionada en que el emirato se convierta en el destino elegido por los amantes del arte. Y para lograrlo realiza todo tipo de adquisiciones artísticas, sin limitaciones presupuestarias, que hacen temblar al mercado internacional de lujo.
¿Quién es Sheikha Al-Mayassa?
La dinastía Al Thani dirige el emirato desde mediados del siglo XIX. A cada uno de los 24 hijos del anterior emir, Hamad bin Jalifa Al Thani, le fue asignado un rol específico en la conducción del reino. Tamin heredó el trono, es el actual emir. Mishaal, el mayor, fue ministro de Relaciones Exteriores y hoy preside la Federación Ecuestre. Joaan es presidente del Comité Olímpico nacional. Mohammed fue designado responsable de la organización del Mundial de Fútbol. Khalifa tiene a su cargo las fuerzas de seguridad locales. Thani integra el directorio del International Bank of Qatar. Todos persiguen el mismo objetivo: posicionar al emirato en la escena internacional. Y parecen dispuestos a gastar miles de millones de dólares, producto del petróleo y del gas, para lograrlo.
Sus inversiones apuntan algunos de los mercados más promocionados en occidente: el fútbol, el lujo y la cultura.
Fue así como su hermano, el actual líder qatarí, Tamim bin Hamad Al Thani, amante del deporte, compró en 2011 el equipo parisino de fútbol PSG. A la par, organizó varios eventos deportivos en el país como los Juegos Panárabes, los Juegos Asiáticos y el Mundial de Fútbol 2022. Al mismo, puso un pie en el mundo de la moda: compró las maisons Valentino y Balmain, además Harrod’s, el tradicional departamento de ventas londinense.
Mientras tanto, la jequesa fue en otra dirección, pero apostando también a su pasión: la cultura. Y hoy, sueña con convertir a Qatar en un “ecosistema cultural”, con diversidad de festivales, museos y galerías de arte, incluso en la vía pública.
La jequesa, que estudió Arte, Ciencias Políticas, Literatura y Negocios en prestigiosas universidades de Francia y los Estados Unidos, es hábil para mezclarse en los círculos de influencia occidentales. En el 2015, la revista Forbes la calificó como una de las mujeres más poderosas del mundo árabe. En sus apariciones se muestra con personalidades internacionales de todo tipo, desde el rey (entonces príncipe) Carlos III, hasta con la modelo Naomi Campbell o el deportista David Beckham.
Presupuesto millonario
Las inversiones en el mercado del arte suelen ser discretas. Pocas veces trascienden de manera “oficial” el nombren de los compradores y el precio que pagaron. Se sabe que la jequesa cuenta con un presupuesto anual exorbitante. Los medios extranjeros especializados calculan que maneja alrededor de mil millones de dólares anuales (una suma que podría equipararse con el valor de YPF en el mercado, con la salvedad de que en el caso de Al Mayassa, esta suma se renueva todos los años).
La jequesa mantiene un bajísimo perfil. Siempre viste de manera tradicional, con abaya y hiyab. Sin embargo, en 2012 irrumpió de manera brutal en el mercado del arte: pagó 250 millones de dólares por Los jugadores de cartas, de Paul Cezanne. Al año siguiente, antes que los coleccionistas aprendiesen a pronunciar correctamente su nombre, desembolsó 142 millones de dólares por el tríptico Tres estudios para el retrato de Lucian Freud, de Francis Bacon.
En el 2015 dio otro golpe de efecto: compró ¿Cuándo te casas?, de Paul Gauguin, por 300 millones de dólares, y lo convirtió en el cuadro más caro de la historia. Fue la primera vez que la pintura salía a subasta.
También adquirió 11 obras de Mark Rothko por 230 millones de dólares. Y, según el diario francés Le Figaro, compró por 37 millones Niño con paloma, de Pablo Picasso, uno de los tesoros de la National Gallery de Londres.
Atraído por la jequesa y sus millones, el norteamericano Jeff Koons realizó una exposición especial en el Museo de Qatar que llamó “Perdido en América”. Y dejó en el emirato una enorme escultura policromada de acero inoxidable pulido con espejo del artista, llamada ‘Dugong’ se puede observar en el Parque Al Masrah en Corniche, Doha.
En las afueras de Doha, la capital del emirato, en la reserva natural de Brouq, la jequesa dispuso la instalación de cuatro monolitos gigantescos, cada uno de 14 metros de altura, de Richard Serra. La obra denominada East-West/West-East (Este-Oeste/Oeste-Este) fue un encargo de la princesa qatarí al escultor estadounidense. Si bien nunca trascendió cuánto pagó por la obra, se estima que fue una cifra superior a los 20 millones de dólares.
“Cuando viene por primera vez aquí se estaba construyendo el Museo Islámico y Sheikha Al-Mayassa me preguntó sí quería crear una obra en este paisaje. ‘¿Qué paisaje?’, contesté. Sólo veía arena. Y ella dijo: ‘El desierto’. Para ser sincero, no sabía que el desierto en Qatar estaba por todas partes”, contó Serra al medio The Gulf-Times.
Sheikha Al Mayassa sabe que convertir a Qatar en la capital de la cultura no será una tarea fácil, ya que no se trata solo de una cuestión de dinero. Hay obras que por su contenido generan fuertes debates en el emirato. Otras, incluso pueden llegar al rechazo. Como fue el caso “El viaje milagroso”, inaugurada en 2018 y compuesta por catorce esculturas gigantes del artista británico Damien Hirst, que se encuentra en la entrada del hospital de Sidra.
La obra, que muestra el desarrollo de un feto desde la fecundación hasta el nacimiento, generó grandes polémicas. Como su autor dijo en los medios: “Es la primera escultura desnuda en el Medio Oriente”. Se calcula que solo el costo de producción de las esculturas fue de 20 millones de dólares, a los que deberían sumarse los honorarios del artista, que no transcendieron al público.
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