Siberia: la mujer más solitaria del mundo recibió un increíble regalo de un magnate ruso
El magnate del aluminio Oleg Deripaska se ofreció a financiar la construcción de un nuevo hogar para la ermitaña Agafia Lykova
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En medio de la vasta y helada de Siberia, en la región asiática oriental de Rusia, dónde vive la ermitaña Agafia Lykova, la “mujer más solitaria del mundo”, se distingue una nueva edificación. Es la nueva casa que un multimillonario le obsequió a la anciana para sobrevivir a las condiciones climáticas de este recóndito lugar del planeta.
Lykova, que se encuentra a cientos de kilómetros de sus vecinos más cercanos, no tiene electricidad ni transporte y para poder alimentarse cultiva papas y hortalizas. También cuenta con una red para pescar y una cabra a la que ordeña todos los días como le enseñó su padre, el último de los cuatro miembros de su familia en morir hace 32 años.
Desde entonces, la mujer se negó a abandonar el lugar a pesar de que se encuentra a 250 kilómetros del pueblo más cercano, Tashtagol, cerca de la frontera de Mongolia, al que se accede luego de una caminata de dos semanas a pie. Y de las inhóspitas temperaturas que llegan hasta los 50 grados bajo cero.
El clan Lykova huyó de la persecución religiosa de Stalin, en 1936, y encontró el lugar ideal en el aislamiento absoluto del bosque siberiano. Allí, Karp Lykova y su esposa construyeron un hogar, y engendraron y criaron a sus cuatro hijos, dos niñas y dos niños.
La familia vivió aislada sin contacto con otro ser humano durante más de 40 años, hasta que un grupo de geólogos soviéticos los encontraron por casualidad en una de sus expediciones en 1978.
Viktor Nepomnyashchiy, director de la reserva natural en dónde se encuentra asentada la mujer más solitaria del mundo, temió por la salud de Lykova al considerar que vivía en condiciones muy precarias.
Por esa razón, en diciembre del año pasado, el magnate del aluminio Oleg Deripaska se ofreció a financiar la construcción de un nuevo hogar para la anciana de 76 años.
“La nueva casa es sólida y tiene mucha luz natural que entra a través de las cuatro ventanas. A Agafia le gustó la nueva casa y para agradecer a todos los que ayudaron a construirla, horneó un poco de pan y lo sirvió con bebidas caseras”, dijo Nepomnyashchiy.
Los involucrados en la construcción de la vivienda, extremaron los cuidados para garantizar que la mujer no se contagiara de Covid-19. “Todos ponemos mucha atención cuando visitamos a Agafia. Sabemos lo disciplinados y cautelosos que debemos ser para asegurarnos que ella se mantenga sana y salva”, manifestó Nepomnyashchiy, que durante años realizó viajes ocasionales para comprobar el bienestar de la mujer.
Cómo es la vida de la mujer más solitaria del mundo
En 1978, los científicos hallaron a cuatro personas (la madre de Agafia había muerto poco tiempo después darla a luz) que vivían como en la Edad Media y que hablaban una lengua mezcla de ruso y antiguo eslavo, el idioma ancestral de Rusia.
Fue en ese instante que los Lykova se enteraron que Stalin había muerto y que había ocurrido una Segunda Guerra Mundial. También vieron la televisión por primera vez.
En 1981, murieron de un resfrío los tres hermanos de Agafia. Y en 1988, su padre. Desde ese momento, la mujer solo tuvo la compañía de uno de los geólogos, Erofey Serov, que se instaló en una cabaña a 50 metros de su asentamiento hasta que murió en 2015.
Agafia, cuyas manos maltrechas revelan años de trabajo en el campo, sobrevive gracias a mantenerse activa con las tareas cotidianas. Sin ellas, el frío del invierno siberiano, que puede alcanzar hasta temperaturas de 50 grados bajo cero, significaría el fin.
Aunque los Lykova vivieron de forma autosuficiente, en la actualidad, la anciana recibe un poco de ayuda de personas que le envían por helicóptero algunos materiales y alimentos. Con un detalle: ninguno de estos productos pueden llevar un código de barras porque Agafia, educada en la fe religiosa de la biblia rusa ortodoxa, afirma que “los códigos de barras son señales del demonio”.
Tras el descubrimiento de la existencia de Agafia, un periodista ruso escribió en los años 80 varios artículos sobre su confinamiento y la familia se convirtió en un fenómeno nacional. A partir de ese momento, la mujer viajó una decena de veces fuera de su hogar durante cortas estancias para recibir tratamiento médico. Aunque una cosa es segura: prefiere el aislamiento y la soledad de la fría, salvaje e inmaculada Siberia.
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