A juzgar por el intercambio de sonrisas cómplices, el amor que se trasluce en cada mirada y la manera en la que uno está pendiente del otro hasta en los gestos más insignificantes, nadie diría que el flechazo entre Selva Alemán y Arturo Puig tuvo lugar en 1974, mientras trabajaban en la novela Fernanda, Martín y nadie más. Viéndolos juntos, parece que esta historia de amor empezó el mes pasado, y no hace más de cuarenta y seis años, cuando los dos estaban casados y la química entre ellos resultó explosiva. Pasaron meses disimulando, hasta que un día “fuimos a tomar un café en Olleros y Libertador y hablamos. No era fácil, yo tenía hijos chicos [Ximena y Juan]. Pero de a poco fuimos arreglando las cosas”, cuenta él. Y cuando lo resolvieron –en una época en la que no había divorcio en Argentina– construyeron una pareja sólida, que lleva cuarenta y seis años unida por el amor y el trabajo. Hoy, comparten escenario en el Multiteatro con Cartas de amor, hacen un programa de radio todas las noches por Radio Regina FM, y malcrían a sus dos nietos, Nicolay y Elizaveta [su hija Ximena los adoptó en Rusia –estaban en un orfanato en Moscú– después de largos trámites, varios viajes y una apuesta al amor que prosperó con creces], las dos criaturas que “nos cambiaron la vida”, dirán a coro.
–En tantos años han trabajado poco juntos. ¿Fue una decisión para no mezclar amor y trabajo o pura casualidad?
Arturo: Sí, fue una decisión, porque nos llevábamos pésimo trabajando. En un momento hicimos muchas cosas juntos, sobre todo teatro, y nos llevábamos muy mal, pero muy mal. Nos criticábamos, nos decíamos de todo: “Hiciste mal esta escena o esta otra”, eran peleas tremendas, como para separarse... y dijimos: “Bueno, no trabajemos más juntos”. Y estuvimos más de diez años sin trabajos en común. Y un día, apareció un productor y nos dijo: “Tengo la última obra de Arthur Miller, Cristales rotos”, y nos la ofreció a los dos al mismo tiempo.
Selva: Vino a casa a comer y nos dijo: “Fulano de tal es muy amigo de Arthur Miller y le mandó esta obra que es la última que escribió”. La leímos y era extraordinaria, una maravilla, con dos personajes uno más lindo que otro.
Arturo: Ahí volvimos a trabajar juntos y nos llevamos maravillosamente bien, en una obra particularmente difícil. Desde ese momento dejó de ser un problema.
Selva: En todos estos años hicimos juntos Cristales rotos, Cartas de amor, Quién le teme a Virginia Wolf y El precio. Cuatro obras nada más, tampoco es tanto. Además, cada uno hizo su camino.
–¿Por qué volvieron a elegir Cartas de amor? ¿Esa obra tiene un significado especial para ustedes?
Arturo: Yo fui el primero que la hice, con Bárbara Mujica. Pero fue una semana nada más. Después no volví a hacerla con ninguna otra actriz, nada más que con Selva, que la hemos hecho miles de veces en distintos teatros, en giras, en temporadas. La elegimos porque es una obra que realmente amamos y nos parece una experiencia maravillosa no sólo artística, para nosotros, sino también para el público, porque los dos estamos sentados, no nos miramos nunca, y vamos leyendo las cartas, que empiezan cuando los protagonistas tienen 7 años y llegan hasta que tienen 60. Con encuentros y desencuentros, son dos personajes muy diferentes, yo un hombre que sigue los mandatos del padre, después los mandatos políticos, y ella, una mujer que se desbarranca con el alcohol, que se casa también... pero solamente en una carta se dice que estamos juntos y que hicimos el amor, y después se vuelven a separar. Es muy emotiva y a la vez es divertida.
Selva: También tenía una cosa muy importante en este momento de pandemia: la facilidad de poder hacerla nosotros, que la habíamos hecho varias veces a lo largo de la vida, que somos convivientes, que no necesitamos a nadie en escena, la dirigimos nosotros, la luz la pusimos nosotros con el asistente... Entonces, en el sentido de los protocolos para abrir los teatros, es muy saludable. Además, dos personas grandes, pudiendo mostrarle a la gente que se pueden hacer cosas, cuidándose mucho se pueden hacer cosas. Por eso elegimos Cartas de amor, porque era rápido de resolver, no había que ensayar, no había otros actores, no había un gran decorado, nada. Era muy fácil y se podía abrir un teatro en un momento tan difícil.
–¿En algún momento de su relación se mandaron cartas?
Selva: Sí, nos mandábamos. Es que si hacemos memoria, ni celulares había, mucho menos internet. La única posibilidad era la correspondencia y el teléfono de línea, si tenías la suerte de tenerlo. Yo me acuerdo que Arturo filmó la primera película que dirigió Eliseo Subiela, La conquista del paraíso. Se fueron a Misiones, a un pueblo perdido, que no había hotel, ni teléfono, ni nada, y la única manera que teníamos de comunicarnos para saber si estábamos bien era a través de la radio de un destacamento. Esto fue en el 80 y pico, así que, en relativamente poco tiempo, cambió mucho todo. La era de las comunicaciones nos cambió la vida.
Arturo: Incluso hubo un par de veces, al principio de nuestra relación, en las que yo me fui a trabajar afuera y nos mandamos un par de cartas.
Selva: Una vez, vos estabas en Miami haciendo una conexión para volar a Puerto Rico, y tenías que esperar no sé qué cantidad de horas. Yo te llamé al aeropuerto y te pasaron el teléfono.
Arturo: Es cierto, me pasaron el teléfono, yo no lo podía creer.
Selva: Me acuerdo que llamé a la compañía y dije: “Necesito hablar con fulano de tal, que va en tal vuelo a tal lado, que tiene tantas horas de espera ahí”, y me comunicaron.
Arturo: De pronto, yo estaba caminando y me dicen: “Señor, lo llaman por teléfono”. Me acuerdo que había como una columna, el hombre se dio vuelta y de esa columna salió el teléfono. Atiendo y era Selva. [Risas].
–¿Ahora se comunican por WhatsApp?
Arturo: Sí, también nos llamamos si uno está en la calle. Hablamos bastante, la verdad.
Selva: Depende de las circunstancias. En este caso, que por la pandemia estamos los dos casi todo el día en casa, no hace falta.
–¿Qué actividades comparten?
Selva: Yo hago la comida, Arturo pone la mesa, comemos juntos, después él levanta los platos.
Arturo: Vemos series y películas todo el tiempo. Creo que desde que empezó la pandemia hemos visto todo lo que hay, no nos queda nada por ver. Por suerte, en general coincidimos con los gustos, así que es muy fácil ponernos de acuerdo sobre qué mirar.
–¿Es cierto que se casaron el día del cumpleaños de Selva [30 de abril] para no olvidarse de la fecha?
Selva: Sí, es cierto. Ninguno de los dos se acuerda de ninguna fecha. Nosotros festejamos los cumpleaños, Navidad y Año Nuevo, y no mucho más, porque somos dos despistados totales.
–¿Pero no saben con exactitud cuándo empezó su relación como para celebrar el aniversario por ejemplo?
Arturo: No, tampoco [Risas].
Selva: No sé, nos olvidamos, qué se yo. Lo bueno es que los dos somos iguales, así que ninguno se ofende si uno aparece con un regalo y el otro llega con las manos vacías.
–Imagino que en todos estos años deben haber tenido algunas crisis de pareja. ¿Cómo las superaron?
Arturo y Selva: ¡Hicimos todo! Nos hemos separado, recurrimos a la terapia de pareja, a la terapia individual. Hemos pasado de todo juntos, como cualquier pareja de muchos años.
–En situaciones de enojo o pelea cotidiana, ¿quién de los dos afloja primero?
Arturo: Depende, a veces ella, a veces yo. Pero la verdad es que casi no peleamos, tenemos una muy buena convivencia. Como que no nos molestamos.
Selva: Cada cual tiene sus momentos. Si uno quiere estar en silencio, el otro se da cuenta y lo deja tranquilo. O por ahí alguno de los dos quiere ver algo en televisión y el otro no, entonces se va a leer o a descansar. Somos muy amables el uno con el otro y nos cuidamos.
–¿La llegada de los nietos les cambió la dinámica cotidiana?
Arturo: Sí, total, cambió muchísimo. Nos tienen locos de amor.
Selva: Cuando eran chiquitos se quedaban mucho a dormir en casa. Y venían a la mañana y nos despertaban, y había que prepararles el desayuno, y bañarlos. Toda esa etapa fue divina. En cambio, este año que pasó, nunca se quedaron a dormir y durante muchos meses casi no teníamos contacto.
Arturo: Sólo pasábamos con el auto por la puerta del edificio en el que viven y ellos ahí diciéndonos “chau” con la mano.
–¿Se hacen tiempo para estar solos? ¿Van a comer, o al cine, o disfrutan de una escapada de fin de semana?
Selva: Sí, lo que más extrañamos es viajar y la escapada de fin de semana. ¡No te puedo decir lo que extrañamos eso! Porque esa escapadita es como que te renueva.
Arturo: Eso se extraña mucho. Y viajar ni hablar. A nosotros nos encanta viajar. ¿Quién sabe cuándo se va a poder viajar de nuevo como antes?
Selva: Yo no me iría a ningún lado en este momento, corriendo el riesgo de enfermarme sin conocer los médicos o los sanatorios, sin saber dónde vas a parar si te enfermás. En estas condiciones no me iría a ningún lado.
–Como pareja, ¿les queda algo pendiente? ¿No haber tenido hijos juntos?
Selva: A mí sí. A Arturo no, pero a mí sí. Pero bueno, no se podía, en mis tiempos no se podía y no había tantas posibilidades y tratamientos como hay ahora. Así que ahí quedó.
Arturo: Hemos tenido a mis hijos, que de alguna manera Selva los crio. Han vivido con nosotros muchísimos años.
Selva: Sí, Ximena se vino a vivir con nosotros cuando tenía 12 o 13 años, y vivió con nosotros hasta que se casó. Y Juan vino tres o cuatro años más tarde, pero también hasta que se casó vivió con nosotros.
Arturo: Han estado muy pegados a nosotros.
Selva: Arturo siempre fue un padre muy presente, y esa fue una de las cosas que más me enamoraron de él. Cuando estaba grabando, por ejemplo, tenía un rato libre y decía: “Tengo una hora, bueno, voy a ver a los chicos y vuelvo”. Hacía ese tipo de cosas.
–¿Ustedes saben que esta pareja ha sido inspiradora para otra gente?
Arturo: A mí últimamente me lo han dicho. Dos o tres chicas me han dicho: “Qué envidia que te tengo. Tanto tiempo que estás con tu mujer”. No sé, será que ahora la gente se separa muy rápido, son parejas express.
Selva: Pero no sé si somos muy conscientes de eso, eh, creo que más bien nos dedicamos a vivir la vida y a disfrutar cada momento que pasamos juntos.
Producción: Laura Fernández
Maquillaje y peinado: Anabel Álvarez
Agradecimientos: Ximena Puig, Giesso, Carmela Achával, Sathya, Luna Garzón y NH Collection Buenos Aires Centro Histórico
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