Todavía no encontró amigos para jugar al tenis, su deporte favorito, pero eso no le impide disfrutar de su nueva vida. Una mucho mejor de la que había imaginado cuando decidió emigrar, hace tan solo cuatro meses.
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A los 26 años Federico Maldonado, se decidió a probar suerte en Europa aprovechando que en 2021 le llegó su pasaporte de la Unión Europea, el cual lo habilita para residir y trabajar en los países que la integran.
Oriundo del partido Tres de Febrero, adonde vivió con su familia hasta los 24 para mudarse a Capital, al barrio de Villa del Parque y así poder estar más cerca de las oficinas de la empresa en la que trabajaba, Fede tomó la decisión de probar suerte en otro país. Quería conocer otras formas de vida, salir del microclima habitual para abrirse a nuevas oportunidades.
Cuando se graduó de contador público en la universidad de la Matanza, ya estaba trabajando en una empresa multinacional adonde ingresó siendo estudiante, con 21 años. Cuando se recibió cambió de empleo a una empresa grande del sector petrolero, y continuó trabajando hasta pocos días antes de tomar el avión que lo llevaba a ese destino lleno de incertidumbre y al mismo tiempo de emoción.
Estaba dispuesto a pagar su derecho de piso, hacerse de abajo y ni acordarse de su profesión. Para empezar a probar suerte y poder mantenerse para vivir en Alemania iba a buscar los empleos más sencillos que, según había averiguado en un montón de grupos de Facebook de argentinos residiendo en el Viejo Continente, eran muy fáciles de conseguir: de rider para alguna app de delivery de restaurantes, de bachero en algún restaurant, lavacopas, de lo que fuera con tal de ganar los euros suficientes para poder pagar el alquiler y la comida sin tener que gastar de los pocos ahorros que había reunido para llevar.
“Viajar me apasiona y la idea de emigrar la empecé a pensar en 2018, a la vuelta de un viaje al exterior que hice con amigos”, cuenta Fede. “Había vuelto muy fascinado por el tema de conocer nuevos lugares y gente de culturas diferentes”, recuerda.
Pero no fue hasta junio de 2020 cuando la idea empezó a tomar forma. “En plena cuarentena me di cuenta de que el futuro en Argentina estaba muy complicado. Todo te cuesta el triple. No veía que esto fuera a cambiar en el corto o mediano plazo, así que pensé que este era el momento justo para irme”, comenta Federico. “Obviamente la decisión no fue fácil, sobre todo porque soy una persona muy familiera y amiguera.”, explica.
Entonces comenzó a tramitar la ciudadanía italiana y a investigar sobre la posibilidad de probar suerte en España o Italia, países que le resultaban atractivos por la mayor cercanía con el idioma y la cultura, pero después de unos meses de investigar y leer mucho, descubrió que la calidad de vida en Alemania estaba en otro nivel y que ahí había muchísimas posibilidades de progresar. Por otro lado, los pocos amigos y conocidos que podrían ayudarlo al llegar a Europa estaban en ese país.
En octubre de ese año continuó dándole forma al plan cuando se puso a aprender alemán en cursos intensivos. Unos meses antes del viaje habló con un amigo de la infancia, que reside en Nuremberg y fue quien, finalmente ofició de anfitrión. “Hace 12 años que él vive en Alemania, y la verdad es que tuve mucha suerte ya que él se ofreció a ayudarme en todo si es que iba a la ciudad donde estaba viviendo”, agrega. No lo dudó. Apenas recibió el pasaporte italiano compró un pasaje y el 17 de octubre, un día que no olvidará jamás, llegó a la segunda ciudad con mayor cantidad de habitantes del estado de Baviera (después de Munich). La cuestión del alojamiento ya estaba resuelta antes de llegar. El amigo se había ocupado de conseguirle un departamento en alquiler en pleno centro.
“Arranqué como operario de depósito”
“¿De qué vas a trabajar?”, le preguntaban y él lo tenía clarísimo. Estaba dispuesto a dejar de lado, al menos por un tiempo, a su profesión con tal de poder pagar sus gastos y empezar a ver cómo era vivir en Europa. “Fui con la idea de trabajar en cualquier cosa, seguir aprendiendo el idioma y después ir viendo cómo se daban las cosas.”. A los once días de haber llegado ya estaba trabajando en Amazon como operario en los depósitos, después de haber rechazado dos trabajos en restaurantes y otro para el depósito del Deutsche Post, el correo alemán. A las dos semanas sumó otro trabajo como rider en una empresa de delivery, para tener un ingreso extra. A esa tarea le dedicaba solo entre 8 y 10 horas por semana. “Me di cuenta de que el trabajo sobra, realmente,. Además, con un inglés intermedio es más que suficiente para poder desempeñarse. Incluso en uno de los restaurantes que rechacé solo pedían hablar español”, observó Fede.
Todo venía sobre ruedas. Fede se adaptaba a su nueva vida, iba conociendo gente, descubriendo la ciudad, sus atractivos turísticos e incluso se daba el gusto de hacer viajes cortos. Estaba contento y entusiasmado. “Con esos trabajos no calificados estaba viviendo super bien. Vivía en un departamento grande en pleno centro con dos habitaciones, podía hacer algún viaje un fin de semana y aun así llegaba a ahorrar unos 500 euros por mes”, cuenta.
Analista financiero en los headquarters de una gran empresa
Así las cosas y, sin mayores aspiraciones, una tarde Fede entró en Linkedin, para curiosear en qué andaban sus redes y ver si había oportunidades de trabajar de su profesión en un futuro que, por ese entonces, imaginaba muy lejano. “La verdad, yo no estaba buscando muy arduamente un trabajo en mi profesión, pero me encontré con muchísima oferta laboral. Me atrajo la posición de analista financiero en la casa central de Adidas. El puesto era casi soñando, muy interesante, en inglés y ¡en Adidas, qué más podía pedir!”. Aplicó a la búsqueda, pensando que no le iban a contestar, pero a los pocos días recibió un mail de Recursos Humanos que lo invitaba a hacer una entrevista por Zoom. Le fue bien. Lo llamaron a una segunda entrevista con el director y el gerente del sector, donde tuvo que resolver un Business Case. “No me tenía mucha fe, al final me despedí diciéndoles que muchas gracias por su tiempo y que estaba contento de haber llegado hasta acá en mi primer proceso en Alemania. Y el director me contestó: ‘Gracias a vos y estuviste muy bien’”.
Fede creyó que la frase no implicaba ningún otro significado más que una fórmula de cortesía. No pensó que lo iban a contratar. Pero a la semana siguiente recibió la llamada de Recursos Humanos que le anunciaban que lo habían seleccionado. “¡No lo podía creer! Literalmente: me cambió todo, fue como empezar de cero toda esta experiencia”, exclama.
Y, lo mejor, no tenía que incorporarse al día siguiente. Le quedaba un mes para poder poner en orden sus cosas y prepararse para comenzar su nuevo gran desafío. Volver al trabajo corporativo.
Empezó hace poquito, más exactamente, el 1 de marzo, en su nuevo puesto, por lo que al momento está en la etapa de integración a la empresa, el equipo y el nuevo rol. “En estas primeras semanas me recibieron de manera increíble, todas las personas con las que tuve la oportunidad de cruzar unas palabras me trataron de la manera más cálida que te puedas imaginar, realmente me sorprendió muchísimo. Y las oficinas parecen de otro planeta, realmente increíbles”, se alegra. “El campus tiene canchas de tenis, pádel, fútbol, básquet, vóley que podemos reservar y usar. Incluso hay bicicletas para que nos movamos dentro del campus de un edificio a otro”.
La gran cantidad de oportunidades de trabajo es lo que más lo sigue sorprendiendo a Fede, si bien reconoce que todavía es muy pronto para hacer una evaluación más profunda. “Solo llevo un poco más de 4 meses acá, pero la verdad que por ahora sigo impresionado con este país. Todo funciona perfecto, las posibilidades que hay son inmensas, para profesionales y para no profesionales también. Hay mucha facilidad para estudiar algún oficio o hacer una formación profesional de 2 o 3 años, el Ausbildung. También hay varias empresas grandes que no exigen hablar alemán”, enumera.
“Se siente el miedo a la guerra”
El aspecto social también viene viento en popa. “Por otro lado, conocí personas increíbles que ya considero amigos, y eso ayuda mucho a extrañar un poquito menos a los amigos y familia que tengo en Argentina”. Y los lazos afectivos, a la distancia, se mantienen gracias a la tecnología. “Hablo con mis papás casi todos los días, como mínimo una hora por videollamada, lo mismo con mis hermanos y mi sobrina ahijada. También estoy en contacto todo el tiempo con mis amigos. Realmente admiro a la gente que emigró hace 15 o 20 años sin toda la tecnología para comunicarnos que tenemos hoy”, compara.
Se sabe, los cambios suelen ser incómodos y para Federico, como para los inmigrantes que llegan desde zonas de climas templados, el invierno boreal presenta sus desafíos a la hora de adaptarse al nuevo lugar. “Lo que más me costó fue la falta de luz en invierno. Que anochezca a las 16 me parecía una locura.”, recuerda, de aquellos primeros días cuando llegó, en plena época de nevadas. Aunque no se queja porque, al final, todo es cuestión de acostumbrarse. “El clima, en general, es duro, pero la verdad creía que me esperaba algo mucho peor. Dentro de todo, el clima de Nuremberg es bastante neutral o, al menos, así fue este año”.
Por estos días, en todas las videollamadas familiares, está presente el tema de la guerra. Aunque el conflicto armado entre Rusia y Ucrania no impactó en la vida diaria de los habitantes de Nuremberg, Fede advierte el clima de consternación y preocupación que se vive. “Con los pocos alemanes con los que hablé del tema, noté que ellos tienen más miedo. También se ven manifestaciones en apoyo a Ucrania por el centro y varios locales con carteles. En la tele se habla mucho también y es un tema que acá está súper presente, en la oficina, en la calle, todos los artículos de los diarios son sobre este tema”, relata. Y no se piensa volver por el miedo a la guerra. “La verdad que aprendí que por más que uno planifique mucho, es muy probable que en el medio pase cualquier cosa que te cambie todos los planes, por eso creo que no hay que quemarse la cabeza pensando, es mejor ir para adelante y ver cómo nos sorprende un poco la vida”.
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