Centro gastronómico, histórico y de compras; apenas a 25 minutos de la ciudad luz, con hoteles perfectos y hasta el fútbol del PSG al alcance de la mano.
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Se puede ser un buen parisino sin vivir al lado de la torre Eiffel. Es posible quedarse con todo lo bello de la ciudad luz, sin someterse a lo ingrato del tránsito, lo costoso de sus precios y la multitud de los turistas. Si supieras que con 25 minutos diarios podrías ser un parisino de suburbios, con toda la bella cultura y la gastronomía, la elegancia y los parques, las vistas de la torre y el Sena; ¿no lo elegirías?
En el mismo sitio que eligieron para vivir las grandes estrellas del club que toma el nombre del pueblo, en Saint-Germain-en-Laye se vive un micro París. Ese sitio que los locales llaman el “país de las maravillas”. Además de los argentinos Lionel Messi, Mauro Icardi (y Wanda Nara, claro) y Angel Di María, y las estrellas Keylor Navas, Sergio Ramos, Neymar, Presnel Kimpembe y Kylian Mbappé, reyes, pintores, escritores y músicos se instalaron en este sitio con algo de magia, mucho de historia, repleto de sofisticación y con una identidad parisina plena, aunque más serena.
Todo comenzó con un castillo
Todo comenzó con Luis VI, el Gordo, quien en 1124 comenzó la construcción del castillo de Saint-Germain-en-Laye. Su hijo le dio el título de residencia y desde entonces casi todos los reyes de Francia fijaron aquí su residencia hasta 1682, cuando Luis XIV cambió Saint-Germain por Versalles. Aunque se mudaría de adulto, fue quien le diera parte del esplendor a la localidad que ya nunca abandonaría.
Apenas 25 minutos bastan para llegar desde París a través del RER (el servicio de metro/tren que enlaza el gran circuito citadino y aledaños), Saint-Germain-en-Laye propone aire fresco y explota todos sus atractivos que combinan la saludable economía con patrimonio, naturaleza y estilo de vida. Más de 800 propuestas de shopping que incluyen mercados al aire libre los domingos, martes y viernes en la plaza Marché. El Pavillon Henri, previamente residencia del Rey Sol LOUIS XIV, se mantiene en pie reconvertido en hotel, balconeando al valle del Sena y con el landscape de París con todos sus monumentos a la vista. Edificado sobre la Terrasse de Saint-Germain, en el mismo sitio del Antiguo Castillo Real, llamado Château Neuf que data del reinado de Henri II en 1556, obra de los arquitectos Jean de Fourcy, JB Androuet du Cerceau, con aportes tardíos de Louis Metezeau. Allí nació Luis XIV, el 5 de septiembre de 1638, en un salón del hotel que está considerado monumento histórico. Ese es el lugar perfecto para fijar residencia si la idea es sentirse como en el medio del Château de Versalles.
Si, en cambio, la idea es apostar a la campiña francesa, la opción perfecta es Cazaudehore, un arte de vivir personal que representa una conexión entre los días dorados de París y la vida apacible de Saint-Germain-en-Laye. Instalado en medio de un bosque de robles centenarios, es un retiro cercano (se llega a pie con una caminata de 15 minutos desde la estación) que propone el hechizo de estar apartado del ajetreo central, pero a pasos amables de donde la movida sucede. Justo frente del Camp des Loges, el sitio de entrenamiento del PSG, Cazaudehore “La Forestière” está pensada como una casa familiar, con la posibilidad de disfrutar en un jardín con una experiencia gastronómica de la mano del chef Grégory Balland regada por uno de los 400 vinos de la cava organizada por sommelier Grégory Lavoisier.
El sabor galo
Visitar Francia es experimentar la gastronomía. El mejor souvenir se lleva puesto. Una de las joyas locales es el Pont l’Évêque de Camembert , parte indestructible de la herencia normanda. En la historia de esta especialidad en Saint-Germain-en-Laye se destaca el afinador Masson, dueño de una casa en 7 rue de la Marne (hoy ocupa el número 35) quien, en el período de entreguerras trocó su bodega en un espacio de estacionamiento de quesos. Para entrar era preciso atravesar una escotilla similar a la de un barco. Ese espacio secreto contaba con otras bodegas del barrio y al castillo de Mesnil. Otra propuesta de los mejores quesos se puede degustar en Imbott, en la rue des Cheverrures, que tienen cerca de 200 variedades de queso madurados en rocas calcáreas, a 6 metros bajo tierra.
Si se trata de degustaciones clásicas de la más exclusiva cuisine local, se debe elegir entre las tradiciones. Habrá que empezar por seguir los paso de la reina María Amelia en 1837 que llegaba con retraso en su tren desde Paris, así que el cocinero del hotel Pavillon Henri IV, al ver que su plato de papas se enfriaba, decidió sumergirlas de nuevo en grasa para calentarlas y descubrió con sorpresa las ya tradicionales patatas hinchadas.
Por su parte, Alejando Dumas y su hijo llegaron en 1844, vivieron en la villa Médicis y comían a diario en el Pavillon Henri IV cuyo cocinero era un famoso chef de la época llamado Collinet. Su clásico era la salsa bearnesa, creada aquí y no en El Bearne. Se creó en 1837 por error cuando el cocinero quiso recuperar una reducción de champiñones fallida haciendo una emulsión con yema de huevo.
La sopa Saint-Germain de porotos frescos se ha convertido hoy en un clásico. También lo es el queso Debussy especialmente curado en la quesería Sainte Suzanne, situada en la calle Pain. Es un triple crema que se deshace en tu boca. El queso el Saint-Germain es otra especialidad de la casa, y tiene la particularidad de estar cubierto por almendras picadas.
El Vino de las Cuevas proviene de una recuperación de la Terrasse de Saint-Germain-en-Laye para devolver a este lugar su historia turística. Iniciaron una plantación con 1820 chace 22 años y con ello pusieron en valor trece siglos de historia. Esta vid mezcla dos variedades de una cepa de pinot noir que produce un vino al estilo de Borgoña. El Saint-Germain, para terminar con un toque dulce, es una especialidad creada por la pastelería Hardy. Con una base de masa de galleta rellena de almendras y crema .
Atractivos interminables Saint-Germain-en-Laye es casi un pequeño París. Cada visitante encuentra sus intereses representados en cualquier época del año. La Fête des Loges, se desarrolla cada verano con espectáculos musicales al aire libre. El Château-Vieux acoge el Museo Arqueológico Nacional con piezas que datan desde el paleolítico a comienzos de la Edad Media. Es imposible partir sin llegar a la terraza y admirar las vistas.
Unas cuantas piezas de Renoir fueron pintadas aquí. Alphonse Fournaise fue uno de los señores de la corte en encargar su retrato y el de su hija por 200 francos. El pintor se instaló en varias ocasiones en Saint-Germain-en-Laye por largas estadías. Esta fue la elección del escritor Alejandro Dumas luego del éxito de Los Tres Mosqueteros y el Conde de Montecristo. Aquí construyó su castillo Port-Marly de estilo renacentista enclavada en un entorno de vegetación con cuevas, rocas y cuencas. Con un interior repleto de grabados, pinturas y reproducciones se ve reflejada en toda al propiedad la escenografía de sus piezas.
El museo Domaine royal de Marly permite descubrir cómo vivía íntimamente Luis XIV. Una docena de pabellones que enmarcan el del rey.
El camino Debussy, en homenaje al compositor, fue diseñado por la artista e Sylvie Rabussier, se puede visitar en fechas prefijadas en el Colegio Claude Debussy.
Del encantador Château-Neuf a la salida del entrenamiento
Por su parte, el Château-Neuf es un edificio bajo, de piedra y ladrillo, simétrico, como los grandes palacios de Francia. Posee seis terrazas y tres jardines conectados por rampas y fuentes. En virtud del deterioro que sufrió en tiempos pasados, hoy se pueden visitar la Rampa de las Cuevas y el Muro de los Leones, el Pabellón Sully (también llamado Pabellón del Jardinero) y el Oratorio del Rey, donde se presentó en sociedad al futuro rey Luis XIV, justo después su nacimiento.
El bosque, con 3500 hectáreas de vegetación, es una aventura en sí misma, con recónditos espacios donde pasar el rato, hacer trekking o intentar un picnic. Propiedad histórica de los reyes de Francia, aledaño a los castillos, alberga una fauna compuesta por corzos, conejos, zorros y ardillas. Tiene un estanque que maravilla, además de pequeñas cascadas y fuentes. El Pavillon de la Muette, en medio del parque, guarda los vestigios de lo que eran las cacerías reales francesas de finales del siglo XVII. Fue la residencia de caza de Luis XIV. Además de visitar los salones, se conservan impecables las dos cocinas subterráneas.
La pieza clave puede ser acercarse a la salida del Camp des Loges pasadito el mediodía y esperar a la salida de entrenamiento a las estrellas del PSG. Con paciencia, alguno de los astros se detiene para dedicar, con la calma de la campiña, la sonrisa perfecta de una selfie anhelada.
El imperdible: justo al lado de la estación, lindera con la catedral, la Brasserie du Théâtre sirve una leche a la vainilla de la que merece pedirse la receta. ¡Au revoir!
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