Es la última discriminación ‘socialmente aceptada’ y, a diferencia de militancias como la de género, aún hay poca conciencia y mucho prejuicio. Por qué en el futuro será distinto
No le digan a Julio Oliveira, un programador de 71 años, que la vida que lleva "está muy bien para su edad", porque lo más probable es que este comentario le parezca un sinsentido. "No me imagino haciendo otra cosa; me aburro en casa, y la mayoría de mis amigos, algunos mayores que yo, siguen trabajando como lo hicieron siempre", explica. Oliveira estudia dos horas todas las mañanas, para mantenerse actualizado, y se acaba de anotar en un seminario de otro lenguaje de computación, para cursarlo en breve en Europa.
Entre actividades en la universidad, en empresas y en organizaciones sociales, la agenda de Mercedes Jones, socióloga de 71, no es menos intensa. Jones estudia cómo la sociedad moderna estigmatiza, con valores sumamente negativos, a la gente adulta. Comenzó a interesarse por esta agenda en los últimos años de su madre, que falleció a los 96. "Veía cómo la acompañaba a un banco y me hablaban a mí, o cómo se dirigían a ella como si fuera un bebé, cuestiones que si uno lo piensa son sumamente ofensivas –cuenta la socióloga–. Tenemos en la Argentina un paradigma de la vejez que atrasa siglos, lleno de falsos conceptos, y se trata de la última discriminación ‘socialmente aceptada’, porque al contrario que en otras batallas inclusivas como la de género, aún hay poca conciencia sobre este tema". Ni siquiera, agrega Jones, reconocen el problema las propias personas adultas, las víctimas excluidas: tan profundo caló este estilo de pensamiento que se conoce como viejismo o edadismo (la discriminación por edad). O ageism en inglés.
En la Argentina, más de un cuarto de la fuerza laboral tiene más de 50 años, y ese porcentaje se incrementará en forma empinada en los próximos años, afirma el economista Ergasto Riva, de la dirección de Estudios Macroeconómicos y Estadísticas Laborales del Ministerio de Trabajo. Por estructura demográfica, la Argentina es uno de los países más viejos de América Latina. En un trabajo titulado Jóvenes con mandato cumplido: la inserción laboral de los mayores de 50 años, Riva advierte que, si bien la parte de los adultos mayores de la pirámide demográfica se está ensanchando, hay una mayor propensión en este segmento etario a dedicarse al cuentapropismo.
Es que mientras que los avances medicinales están ampliando la posibilidad de vivir más décadas en condiciones saludables, las empresas y el Estado, por una cuestión de costos y de prejuicios, multiplican sus barreras de discriminación para mayores de 50. Según un trabajo de la consultora Candexar, a nivel local más de ocho de cada diez búsquedas laborales excluyen explícitamente a los mayores de 45 años.
Para el economista estadounidense Tyler Cowen, el desafío y el potencial de los trabajadores adultos es un fenómeno de una entidad macroeconómica mucho más relevante que el eventual reemplazo de empleados por robots, un escenario con más prensa y repercusión en el debate público. En los Estados Unidos se están multiplicando las acciones de clase (juicios encarados por miles de damnificados) contra empresas de primera línea (como IBM o Intel) por despidos masivos de exempleados que en promedio tienen más años que los de planta que conservan sus puestos.
Pero el edadismo no se limita al mercado laboral, y abarca un abanico de flancos que van desde los concursos y las notas sobre 30 innovadores sub-30 (y ninguna de 50 post-50), el discurso estereotipado de los medios sobre los abuelos y abuelas y la falta de experiencia (global) en políticas públicas para apoyar y reconvertir a trabajadores de mediana edad, señala el economista del Banco Mundial Rafael Rofman. Todo con un agravante: la conversación sobre creatividad y emprendedurismo también tiene un punto ciego cuando se trata de entender y hablarle a las y los mayores de 50 reales. El campo de la innovación, supuestamente el motor de la nueva economía, está entre las áreas que más discriminan por edad.
Cuando tenga 64
¿A qué edad se considera que una persona es vieja? Un físico inglés compiló miles de respuestas y concluyó que el promedio de percepciones equivale a la raíz cuadrada de la edad propia multiplicada por 8 (24 para un chico de 9, 48 para uno de 36, etcétera). Increíblemente, en este estudio, percepción y realidad (la edad propia a la que uno considera que ya es viejo) convergió a los 64 años, como en la canción de Los Beatles.
Para Inés Castro Almeyra, que viene investigando el universo senior y dirige la plataforma NAU experiencias compartidas, sobre esta temática, señala que en la Argentina hay seis millones de mayores de 60 años que no responden a un perfil típico, sino que existe una enorme diversidad de trayectorias de vida y capacidades. Este es un primer foco de prejuicios: en el imaginario común, un adulto de 90 es muy similar a uno de 70, algo tan absurdo como pensar que un chico de 10 es igual a una persona de 30, o una de 20 a una de 40.
Y mientras que la vejez se asocia a valores negativos como la enfermedad o la dependencia, más del 70% de los 60+ son autoválidos. Se los considera en retirada, cuando la mitad de adultos mayores remarca que quiere dar, aportar, participar, y mencionan las pocas oportunidades que se les da en este sentido. El prejuicio común indica también que los abuelos son más felices si viven rodeados de sus nietos. Otra mentira: los peores niveles de satisfacción se dan en hogares multigeneracionales, y las mejores condiciones cuando viven con un coetáneo. Tampoco es cierto que tiendan a organizar programas con gente de su edad: más del 85% no participa de clubes ni de centros de jubilados.
La denominada economía de la felicidad demostró que el ciclo de vida del bienestar emocional tiene forma de U: es elevado en la juventud, alcanza su punto más bajo entre los 35 y 50 años (depende del país) y luego vuelve a subir. Los mayores de 50 no solo son más felices que en décadas anteriores, sino que además tiene un mayor poder adquisitivo, ya sin gastos en hijos pequeños. En la Argentina, a pesar de las bajas jubilaciones, el flagelo de la pobreza está mucho más concentrado entre los menores de 12 años.
La era de los perennials
En los Estados Unidos, los mayores de 50 años son responsables de más de la mitad del consumo y tienen más del 70% del dinero. Sin embargo, es raro que los creativos de las agencias de publicidad reciban un brief de una marca que describa a sus consumidores como mayores de 40, señala Fernando Vega Olmos, uno de los creativos más renombrados de la Argentina, que reside en España y encabeza la agencia Picnic. Apenas 10% de las acciones de marketing consideran a los adultos mayores.
"Los datos son abrumadores acerca de la influencia que están teniendo los mayores de 50 años en todo el mundo; es la gente que más dinero ha acumulado en la historia de la humanidad –cuenta Vega Olmos–. Se estima que manejan 15 mil millones de dólares, están dispuestos a usarlos y nadie les ofrece nada. Salvo jugar al golf, hacer cruceros con camisas hawaianas y tragos tropicales con pajitas-palmerita y asegurar dentaduras con Corega".
El creativo cree que las marcas deberían empezar a cultivar un marketing de la diversidad, en donde ya el género, la edad o el color de piel no definen a nadie, sino su actitud. Más que en los millenials o los centennials, las compañías deberían empezar a hacer foco en los perennials, dice Vega Olmos.
En una reciente visita a Buenos Aires, para participar de la reunión anual de las asociación de Agencias de Publicidad, el creativo Robert Hoffman, editor del blog The Ad Contrarian, contó que mientras que en los Estados Unidos un 42% de la población tiene más de 50 años, en las agencias de marketing el porcentaje baja al 6%, y es cercano al cero por ciento en los equipos creativos.
"La realidad es que hay muy poca creatividad e innovación para el desarrollo de productos y de servicios para seniors, salvo en el sector médico/terapéutico", agrega Castro Almeyra. Las sociedades latinas valoran envejecer en su casa, y hay escasa oferta de dispositivos dedicados a mejorar la calidad de vida de este segmento (por ejemplo, muebles de cocina diseñados para que no haya que agacharse demasiado o subirse a algo para acceder). "Hay creativos que sostienen que si el diseño funciona para la capa adulta, funciona para todos. Y con esa lógica se podrían diseñar ciudades. Hay muchas cosas pensadas para adultos que también sirven para niños, embarazadas o personas con discapacidad. No quiero decir que las necesidades sean las mismas, pero hay cuestiones que pueden cubrir muchos grupos sociales si se encaran desde una perspectiva senior: transporte, accesibilidad, espacios verdes, tecnología, etcétera", completa la titular de NAU.
"El obstáculo más grande es cultural. Es mirar a esta generación en modo retirada"
En EE.UU. se espera que la cantidad de adultos mayores se duplique para 2050: es por lejos el nicho etario de mayor crecimiento. Este mercado, tradicionalmente desatendido, "está promoviendo una suerte de nueva fiebre del oro –analiza Daniel Silverman, experto en comercio electrónico de la firma Clavis Insight–, ya sea una fábrica de secadores de pelo o una empresa de telefonía, todos están pensando cómo satisfacer las demandas de una población de mayor edad". Desde Best Buy, que compró recientemente GreatCall, una empresa que vende téléfonos amigables con los 50+ (con pantallas y teclas más grandes), en 800 millones de dólares, hasta Gillette, que lanzó una línea de afeitadoras para pieles mucho más sensibles y que permiten que un tercero ayude con la afeitada.
Experiencia para emprender
Alex Contresas y sus socios tienen 95 proyectos de startups (empresas que nacen desde cero) en su incubadora. En el último año, cuenta a LA NACION revista, todas las iniciativas que saltaron a su fase superior (de salida al mercado) fueron dirigidas e ideadas por emprendedores de más de 50 años. "Valoramos la experiencia, el conocimiento del mercado y el carácter, que no es lo mismo que la pasión –marca Contreras–. Tampoco le damos tanta importancia a ser nativos tecnológicos, esa es otra falacia que generalmente no tiene que ver con el éxito de un negocio", agrega.
La selección etaria de Contreras va al corazón de otro prejuicio que afecta a un punto medular de la agenda de innovación: que los emprendedores que se animan a tomar riesgos son en general personas jóvenes.
"Manejan US$15 mil millones, están dispuestos a usarlos y nadie les ofrece nada. Salvo jugar al golf y hacer cruceros con camisas hawaianas"
A nivel global, el estudio de economistas más reciente y extendido sobre el tema fue escrito por los académicos Pierre Azoulay, Benjamin Jones, Daniel Kim y Javier Miranda, y publicado por el NBER. La investigación destruye el estereotipo de joven emprendedor arriesgado, varón, agresivo; construido a partir de un exceso de cobertura sobre las trayectorias de los fundadores de Google, Facebook, Apple y Microsoft. Con una muestra de miles de casos, el paper halló que la edad promedio para un fundador de startup hoy está en 41,9 años; en tanto que en el caso del 0,1% de los emprendimientos más exitosos, ese promedio trepa a 45 años.
Según Nesta, la agencia de innovación inglesa, para los emprendimientos liderados por 50+, la tasa de supervivencia de más de tres años es del 70%, contra el 28% de los emprendedores más jóvenes. En otro reporte reciente, la fundación Kauffman y el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) hallaron que, "contrario a la percepción generalizada de que el emprendedorismo es un campo para los jóvenes, el segmento etario con mayor actividad emprendedora es el senior".
"Hay una gran oportunidad, sin duda muy relevante en la Argentina, que está lista para ser activada ni bien nos animemos a derribar algunas barreras", cuenta María Mujica, especialista en creatividad y, según Fast Company, una de las personas más innovadoras en América Latina. Mujica viene impulsando la agenda de emprendedores 50+: "El obstáculo más grande es cultural. Es mirar a esta generación en modo retirada. Es asumir que, por la edad, la apertura al riesgo a emprender y las energías ya no están", agrega.
Doble Nelson
"Todos envejecemos en forma distinta, a nivel mental, físico y social. La edad es un continuo, un espectro, pero tendemos a tratarla como algo binario: joven o viejo. Con todos los valores negativos asociados a lo segundo", dice Ashton Applewhite, estudiosa y activista contra la discriminación etaria.
Para Applewhite, se trata de un fenómeno que se diferencia de otras estigmatizaciones: en principio, estamos discriminando contra nosotros mismos en el futuro. Es una exclusión que se encuentra en un estadío similar a la de género o contra las minorías sexuales, años atrás: todavía hay poca conciencia a nivel social sobre lo que significa y a menudo usamos frases como "no me siento viejo" o "no parece tan viejo", como algo malo. Applewhite cree que también hay presiones muy poderosas del mercado para generar ansiedad en torno al envejecimiento, porque eso es lo que motoriza la multimillonaria industria anti-age de cremas, cirugías estéticas, etcétera.
En conversación desde Londres con LA NACION revista, la creativa inglesa Cindy Gallop, una referente en denunciar el sexismo y el edadismo del sector publicitario, cree que hay que fomentar una agenda de diversidad en paralelo en todas sus dimensiones: género, raza, discapacidad, edad, preferencias sexuales, etcétera. "Ninguna de estas dimensiones se puede tratar en silo; todas existen en relación a las otras, y debemos atacarlas en simultáneo", argumenta.
Gallop remarca que las mujeres de más de 50 sufren una suerte de Doble Nelson de la discriminación, por edad y género, "y las mujeres adultas negras pueden agregar el racismo al cóctel". La creativa cree que las marcas se pierden una fuente de ideas fenomenal cuando incurren en estos "puntos ciegos" en su comunicación por prejuicios. "Hay pocas personas mejor entrenadas para idear estrategias creativas permanentemente y de la nada que madres con hijos pequeños, que tienen que convencer a seres irracionales de que hagan cosas que no quieren hacer todo el tiempo", ejemplifica.
Los prejuicios asociados a la edad castigan más a las mujeres que a los varones, indica Gallop. En una reciente columna en The New York Times, Margaret Renkl escribe sobre El regalo de la Menopausia: cómo las mujeres adultas se van volviendo invisibles a nivel social. No sucede exactamente lo mismo con los hombres, que luego de los 50 pueden adquirir perfil de Hombres de Estado o CEO (en la tira humorística Dilbert hay un establo de adultos con cabelleras plateadas que se crían para integrar los próximos directorios de la compañía). En publicidad, George Clooney (57) y otros actores de más de 50 son la cara de marcas reconocidas como Nespresso.
En cambio, entre las mujeres adultas los casos son más excepcionales, explica la estratega de marcas de Havas Julia Kaiser. "No podemos seguir haciendo campañas donde nos sorprendemos de que una abuela sabe usar internet, cuando a los 72 Susan Sarandon es arrestada en una protesta contra las políticas migratorias de Donald Trump y Marta Minujín inaugura una muestra de pintura erótica a sus 75". Tal vez el caso más paradigmático de esta contratendencia sea el de la empresaria y decoradora estadounidense Iris Apfel, ícono de la moda y cara global de dos marcas, con 97 años cumplidos el 29 de agosto pasado.
Entonces, ¿qué hacer?
"Todos estos estereotipos tienen un impacto enorme en las decisiones personales, los comportamientos sociales y las políticas públicas –dice Inés Castro Almeyra–. Mucho más de lo que pensamos".
¿Qué hacer para empezar a mover este statu quo? Por lo pronto, enriquecer esta conversación lleva a visibilizar el problema, y ya es un primer paso. "Francia fue un país que de antemano previó que su población iba a envejecer antes que las de otras naciones de Europa, y dio la discusión a tiempo", señala la socióloga Mercedes Jones; "hay mucho para aprender de ellos".
Y por supuesto, aprender de Oriente, que respeta a las personas adultas: el edadismo es un problema más grave en Occidente. En el documental La guerra de Vietnam, de Ken Burns y Lynn Novick (está en Netflix), se cuenta cómo Ho Chi Minh, el líder de Vietnam del Norte, se dejaba la barba canosa a propósito para lograr adhesión en su base.
Habrá que debatir nuevas políticas públicas para cuando la Argentina agote su bono demográfico, el momento en el que la población que trabaja pasa a ser menor que la dependiente. Esto ocurrirá a principios de la década de 2030, según el cálculo del economista experto en demografía José Fanelli. "Entre otras medidas, se deberá pensar en instancias educativas a gran escala para la mediana edad, tan importantes como las que hay ahora para los sub-25", opina Gustavo Nusenovich, un empresario de 59 años que incuba y mentorea distintos proyectos tecnológicos. A nivel corporativo, fomentar los equipos intergeneracionales y más porosidad para tomar empleados 50+, como ya están haciendo explícitamente compañías como Dow y Accenture, entre otras.
Y, en el discurso público, dejar de aludir a la edad avanzada con tono negativo y vergonzante. Tal vez, con figuras famosas, como Mirtha Legrand, mostrando su DNI en cámara. ¿Por qué no? Su hermano José Antonio Martínez Suarez, guionista y director de cine, no tiene problema en declarar sus 93 años. El economista Walter Sosa Escudero comparte un ciclo sobre Borges con él y asegura que es el alumno más participativo y comprometido de la clase.
Sosa Escudero, de 52 años y agenda desbordada, tiene en su escritorio de la Udesa, donde da clases, una taza con una de sus frases preferidas: Too old to party, too young to die (demasiado viejo para ir de fiesta, demasiado joven para morir). Una humorada relativa a este segmento etario que se prepara, de manera silenciosa e inesperada, para dar la próxima batalla inclusiva.
- Make up: Matias Callegari para Sebastian Correa Studio con productos Givenchy. Pelo: Andy Pisani para Sebastian Correa Studio. Producción: Vicky Dorin. Agradecemos a IT Resource, Giesso, Lázaro, Kevingston por su participación en esta nota.
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