Retrato de Manuelita Rosas / Cómo ver la obra
Realizado por encargo con objeto de agasajar a don Juan Manuel de Rosas, se convirtió en un valioso testimonio de época
Como ocurre con la mayoría de los retratos, el que Prilidiano Pueyrredón pintó de Manuela de Rosas y Ezcurra (1817-1898) obedeció a un encargo. Un grupo de ciudadanos quiso agasajar al Restaurador con un retrato de su hija que hasta entonces no había sido retratada por un pintor. Una comisión integrada por Luis Dorrego, Juan Nepomuceno Terrero y Gervasio Ortiz de Rosas, con la supervisión del mismo Rosas, convino los detalles del cuadro.
Se eligió a Prilidiano Pueyrredón para realizarlo. Ya había pintado un retrato de su padre, Juan Martín de Pueyrredón, fallecido en marzo de 1850. La ocasión para hacer público el agasajo sería el acto de homenaje a Manuelita que se haría en el teatro Coliseo, en octubre de 1851.
Los Pueyrredón habían regresado de París en 1849, luego de una estada de cinco años. Prilidiano poseía para entonces una sólida formación como pintor, además de estudios de arquitectura. En 1851 lo encontramos, precisamente, proyectando la chacra Los Olivos, que con sucesivas remodelaciones sería la actual residencia presidencial.
Manuelita tenía por entonces 34 años y había sido compañera de juegos infantiles de Prilidiano, que en el momento de hacer el retrato tenía 27. Se conocían bien. La citada comisión determinó, luego de algunos cabildeos, que el retrato sería con la figura de Manuelita de pie. El traje debía ser rojo, según la divisa federal, y tanto la postura como la expresión del rostro tenían que exaltar su bondad y la dignidad de su rango.
Luego de conocer estos requisitos, el artista solicita autorización para colocar encajes blancos en el vestido con el fin de resolver plásticamente mediante contrastes la majestuosidad de la figura. Los pormenores del encargo los conocemos por el relato de José Mármol aparecido el 6 de octubre de 1851 en La Semana de Montevideo (ciudad en la que el escritor estaba exiliado).
El artista desarrolla una magnífica distribución del color, utilizando una gama de rojos que logra una verdadera sinfonía: abarca la figura, el cortinado, la alfombra, el sillón y las flores junto con el dorado para maderas y pasamanería, el marfil de los encajes y un fondo en gama verdosa. Crea, así, un clima adecuado para su representación que también posee elementos simbólicos. La expresión risueña del rostro y la mano derecha apoyada en un papel blanco (que se interpretaba como una carta para su tatita, según el papel de intercesora) completan un cuadro de apreciables dimensiones.
Este óleo, excepcional exponente de la iconografía pictórica argentina, perteneció al Museo Histórico Nacional. Pero en 1932 el crítico José León Pagano publicó un artículo en el suplemento Literario de La Nacion en el que se valorizaba por primera vez a Prilidiano Pueyrredón como uno de nuestros grandes artistas. Luego de esta intervención, el cuadro fue trasladado al Museo Nacional de Bellas Artes, donde hoy lo podemos ver.
El autor es director del Departamento de Arte y Cultura de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Ex director del Museo Nacional de Bellas Artes. Miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo.
Prilidiano Pueyrredón
(1823-1870) arquitecto, ingeniero y urbanista. Fue uno de los pintores argentinos más notables del siglo XIX; buscó perpetuar las tradiciones de la zona rioplatense y las costumbres de sus contemporáneos.
Datos útiles
- Año: 1851
- Técnica: óleo sobre tela
- Medidas: 199 cm x 166 cm
- Dónde encontrarlo: Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), Avda. del Libertador 1473; 4803-8814
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