Renata Salecl: "No es posible ni recomendable vivir sin angustia"
Toda época cuenta con los pensadores de su tiempo. En los 80 fue Michel Foucault; en los 90, Noam Chomsky, y en los primeros años del nuevo siglo, Slavoj Zizek y Zigmunt Bauman. El discurso intelectual del momento viene desde el este: una eslovena, Renata Salecl , y un surcoreano, Byung-Chul Han, piensan y producen conocimiento sobre nosotros, sujetos de sociedades hipercapitalistas; ansiosos, cansados, consumistas y, sobre todo, angustiados.
Angustia. Así se titula el primer libro traducido al español de la filósofa y socióloga Renata Salecl que, publicado en 2018 por Ediciones Godot, parte de una premisa: "Una sociedad sin angustia sería un lugar muy peligroso para vivir". Si el éxito y la felicidad son los valores supremos en las redes y en la vida real y alcanzarlos depende de cada uno, ¿cómo no angustiarse? Para la autora, que es investigadora en la Universidad de Luibliana y profesora en la Universidad de Londres, la victoria del neoliberalismo consiste en anclar la responsabilidad de la felicidad –como si esta fuera un estadio superior al que se llega– en los propios sujetos.
Salecl acepta ser entrevistada por LA NACION revista por correo electrónico, pero cuando lee las preguntas propone una videollamada. Tanto mejor; sus ideas, concepciones y el abordaje interdisciplinario a algunos de los temas de nuestro tiempo –refuerza sus teorías con aportes del psicoanálisis, la sociología, la filosofía y el derecho– merecen un intercambio más fluido. Las cuatro horas de diferencia dificultan la coordinación de agendas, pero cuando Salecl, de 57 años, atiende la videollamada desde su despacho en la Universidad y responde pausada y detenidamente cada una de las preguntas, las distancias se borran.
–Usted habla de un estado de angustia y ansiedad generalizado en las sociedades contemporáneas. ¿Qué papel juegan las redes sociales en la generación de esas emociones?
–La ansiedad y la angustia tienen que ver con lo que soy yo para el otro, cómo me ve el otro, qué represento para él o ella y, en este sentido, tanto las redes como los medios de comunicación son generadores de ansiedad. La exposición favorece esa ansiedad porque antes de Facebook o Instagram el otro nos veía de una manera determinada y había que lidiar con eso. ¡Pero ahora somos nosotros los que mostramos cómo queremos que nos vean! Los me gusta y los comentarios recibidos le suman ansiedad a la exposición. Si los amigos no comparten o no likean lo que publiqué no me siento querida sino incompleta, y aparecen síntomas de ansiedad creciente en relación con la pregunta sobre quién soy y cómo ven los otros.
–¿Aunque sepamos que los posteos siempre son un recorte de la vida de las personas y que las redes están determinadas por algoritmos?
–Sí, a pesar del algoritmo y de la manipulación de las imágenes. Porque lo interesante es que aunque la gente sepa que los otros están posteando imágenes photoshopeadas y que no todo lo que vemos es auténtico, la sensación de ansiedad igual existe. Cuando posteamos no solo estamos produciendo la foto, el lugar, la iluminación, sino prácticamente curando el momento, como el curador de obras de arte. Es decir, estamos seteando la mejor experiencia posible. Y si eso no recibe muchos likes, aparece la angustia: "¿Soy suficientemente bueno?", "¿Es mi vida extraordinaria como la de los otros?". Y esto se relaciona con el sentimiento de culpa: "Si no soy tan bueno, es porque no hice lo suficiente". Ese es el gran éxito de la ideología neoliberal.
Renata Salecl, que publicó otros libros no traducidos al español entre los que se destaca The Tyranny of Choice, se refiere a la idea tan extendida del self-made man: "Todo lo podés conseguir si trabajás duro, te dicen, cuando sabemos que las elecciones son relativas, que depende de hasta en qué familia fuimos criados". La meritocracia como vehículo, como medio. Como si habitar nuestro tiempo fuera parte del recorrido del Juego de la vida: en este reino no existe la desigualdad estructural, cada uno es responsable de su propio bienestar. Si no se tiene es porque no se ha esforzado lo suficiente o se tomaron las elecciones incorrectas. Y no elegir correctamente, ser únicos artífices de nuestro propio destino, genera angustia. Un síntoma que, según la eslovena, se procura mantener a raya porque hay que seguir produciendo y consumiendo.
–¿Es posible vivir sin angustia?
No, no es posible y tampoco recomendable. La industria farmacéutica nos viene proveyendo diferentes drogas para la ansiedad y la angustia, creando nuevos packaging para incentivar su uso. Se generalizó el consumo de ansiolíticos porque se han multiplicado las fuentes de ansiedad: tenemos la ansiedad por el futuro, la ansiedad por el trabajo, la ansiedad por Instagram... Cuando creás un nuevo nombre para un viejo síntoma, tenés a toda la industria atrás para sacar ventaja, porque es más fácil prescribir una droga que mandarte a hacer análisis, que es más largo y más costoso. Este tipo de individuos, llenos de dudas y ansiedad son, paradójicamente, ciudadanos ideales para la sociedad neoliberal. Porque cuando estás constantemente enfocado en vos mismo, en lo que hiciste o no, cuando estás tan concentrado tratando de mejorar, estás muy lejos de herir al sistema y más proclive a perpetuar el mismo consumo que te plantea la sociedad.
Cierto nivel de angustia, entonces, es necesario para la creación, para la transformación: solo si me siento incómoda con algo puedo cambiarlo. Necesitamos aprender a convivir con la angustia, explica didácticamente Salecl, porque "la felicidad total no es real".
–¿Por qué la felicidad no es real?
–La felicidad no existe per se. No es algo real, no se puede alcanzar. Podemos tener momentos de felicidad, pero no es un estadio al que tenemos que llegar. Por eso soy crítica de la ideología que promueve la felicidad. Incluso con todo tipo de libros de autoayuda, con gurúes del bienestar, con apps que te dan consejos, con medicinas… Así y todo, las personas sienten angustia.
Salecl advierte sobre la industria de la felicidad sobre todo destinada a la mujer: este ideal de estándares tan altos solo puede generar más ansiedad, más angustia y un fuerte sentimiento de inadecuación: "Basta leer los artículos en la web... ¿Cuántos hay sobre Cómo tener una vida eficiente o Cómo ser exitoso en el amor? Y no lo leí, pero seguro debe estar Cómo calcular cada hora de tu vida. La perfección es lo que te lleva a la felicidad, eso nos dicen. Sin embargo, con esta planificación vital no solo estamos creando ansiedad constante, sino que, además, al navegar estos recursos le estamos dando mucha data a internet para que nos siga manipulando".
El esclavo que juega a ser amo
Los libros del filósofo surcoreano Byung-Chul Han son sintéticos, asibles para todo público –no solo para entendidos– y, más allá de que cada uno desarrolle un tema específico, todos dialogan y se complementan para explicar al sujeto de nuestro tiempo: un yo positivo que todo lo puede, que todo lo abarca. Porque para Chul Han, 60 años, profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, el enemigo no está afuera, vive dentro de uno. Este sujeto poscapitalista, enraizado en la cultura del emprendimiento y esclavizado por voluntad propia a la vidriera de las redes sociales, profesa un culto que, lejos de apaciguar sus demonios, los exacerba: el culto al hacer, al rendimiento, a la multitarea.
Si en siglos pasados el hombre se sentía libre y realizado en la contemplación y el tiempo improductivo, el del siglo XXI asocia la libertad con la hiperactividad; persigue el rendimiento y produce hasta el ocio –¿Cuántas fotos de platos de comida comparten nuestros contactos por semana? ¿Cuántas de salidas, viajes, encuentros con familiares y amigos siempre sonrientes?–.
La idea principal de La sociedad del cansancio (Editorial Herder, 2017), uno de sus libros más leídos, es el esfuerzo privado, la autorrealización, la actividad permanente –en el mundo real y el digital– que produce un nuevo tipo de control: el control autoimpuesto. Se persigue el rendimiento, el éxito y, cuando no se logra, surge el síntoma: el agotamiento excesivo, el agobio.
Chul Han es autor también de La sociedad de la transparencia (2013), En el enjambre (2014), Sobre el poder (2016) e Hiperculturalidad (2018) entre más de diez libros, todos traducidos al español, algunos disponibles en la web y con éxito de ventas tanto en el mundo editorial como universitario.
El filósofo francés Michel Foucault, que introdujo la teoría del panóptico, se asombraría de esta evolución de la sociedad de control; ya no se necesitan dispositivos para el disciplinamiento. No está claro el enemigo porque vive dentro del sujeto: su obsesión por el rendimiento y su exceso de positividad lo vuelven un esclavo pasivo y obediente. Ya no hay contra quién rebelarse: he aquí un nuevo triunfo del neocapitalismo, como identifica Chul Hang –que reside en Berlín desde sus épocas de estudiante de Letras y Filosofía– esta época en la que vivimos. Ante este escenario en el que el sujeto queda descontextualizado de las condiciones materiales de producción de su tiempo, subyace el síndrome de burnout, de agotamiento físico y mental, y con él, la angustia.
Antes podíamos rebelarnos contra lo instituido e impuesto, contra las órdenes y mandatos. Hoy el opresor se esfumó: somos nuestros propios esclavos. Esclavos de las redes, de la mirada de los otros, del tiempo productivo, de una plusvalía autoimpuesta, de la superación personal, del rendimiento, del físico perfecto. Se trata de un poder inteligente, amable, como lo define Chul Han en Psicopolítica, su libro de 2014, un poder más afirmativo que negador, más seductor que opresor: "El poder inteligente no nos impone ningún silencio. Al contrario: nos exige compartir, participar, comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos y preferencias; esto es, contar nuestra vida".
Más leídas de Lifestyle
Disruptivo. Descubrieron una característica “olvidada” en la máscara de Tutankamón que le daría un giro a su historia
Una fruta que ayuda a hidratar y rejuvenecer la piel: conocé todas las propiedades de la sandía
En fotos. Todos los invitados al gran desfile de Jorge Redondo en el Teatro Colón, en el cierre de la Semana de la Alta Costura