Las propiedades de la Casa Real, dentro y fuera de Holanda
Los Reyes viven en el Palacio Huis Ten Bosch, en La Haya, la princesa Beatriz en el Castillo Drakensteyn, y Noordeinde es el lugar de trabajo de Guillermo Alejandro. Pero la realeza holandesa también tiene propiedades en el extranjero. ¡Descubrilas!
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La casa del bosque
Cuando Guillermo Alejandro de Holanda accedió al trono, el 30 de abril de 2013, su residencia era Villa Eikenhorst, en Wassenaar, próximo a La Haya. Allí fue donde vivió durante quince años con la Reina Máxima y donde formaron su familia. Pero siguiendo las costumbres, al convertirse en Rey, Guillermo debía mudarse a alguno de los cuatro palacios que pertenecen a la Corona. Y ya que la princesa Beatriz decidió regresar al castillo Drakensteyn –su verdadero hogar, donde vio crecer a sus hijos hasta que fue proclamada Reina en 1980–, el palacio Huis Ten Bosch quedó deshabitado.
La mudanza no se dio rápidamente. Antes, los Reyes quisieron renovar algunos de los salones y, en el medio de las refacciones, se descubrieron problemas mayores (como la aparición de amianto, un mineral dañino para la salud), por lo que los arreglos se demoraron más de lo esperado.
Tres años y medio después –además de 63 millones de euros invertidos mediante–, Guillermo, Máxima, Amalia, Alexia y Ariane se instalaron en su nuevo hogar. Recién a principios de julio se abrieron las puertas para la prensa, a la que se le brindó un recorrido por algunas de las salas del palacio, que se edificó en el siglo XVII por pedido de la condesa Amalia van Solms-Braunfels, mujer del estatúder Federico Enrique de Nassau, magistrado supremo de la antigua República de los Países Bajos. El ala donde se encuentran las habitaciones fue lo único que se mantuvo reservado para preservar la intimidad de Sus Majestades y sus hijas.
Mientras, muchos se preguntan cuál será el destino de Villa Eikenhorst. La propiedad se encuentra dentro de la finca De Horsten, tiene 415 hectáreas y hasta 2018 dichas tierras pertenecían a la princesa Beatriz (que las heredó de su madre). Pero ésta las donó a su primogénito. Muchos consideran que los reyes de Holanda harán con su "refugio" lo mismo que la princesa Beatriz con su castillo: conservarlo para regresar algún día. Después de todo, es el lugar donde vieron crecer a sus hijas.
El "refugio" de la princesa
Para Beatriz de los Países Bajos, el castillo de Drakensteyn siempre fue su hogar.
Se trata de una propiedad que compró en 1959, rodeada de veinte hectáreas de bosques que lindan con un pueblo llamado Lage Vuursche, en el municipio de Baarn. Allí vivió con su marido y sus tres hijos desde 1963 hasta 1981, cuando se mudaron al palacio Huis ten Bosch, la propiedad que Beatriz había elegido para su vida como reina (mientras su madre, Juliana, había optado por el Palacio de Soestdijk). Pero unos meses después de dejar el trono, ya con su nuevo título de princesa, Beatriz volvió a vivir a Drakensteyn. Si bien sus dimensiones son menores al resto de las viviendas de la familia real, la laguna que bordea a la propiedad, además del estilo clásico holandés sobre una singular planta octogonal, conquistó a la princesa.
La princesa, además, tendría varias propiedades fuera de Holanda. De público conocimiento sólo es Rocco dei Dragoni, ubicada en Tavernelle, entre Florencia y Siena. Allí fue donde, años atrás, Guillermo Alejandro le presentó a Máxima, y también donde protagonizaron varios posados familiares.
Los otros palacios
Siguiendo los pasos de su madre, Guillermo Alejandro mantuvo las oficinas en el palacio Noordeinde, ubicado estratégicamente en el centro de La Haya.
Pero no siempre fue un lugar de trabajo. Por ejemplo, Guillermo I lo eligió como su residencia de invierno; lo mismo, Guillermo III y la Reina Emma. La hija de la pareja, Guillermina, también encontró en Noordeinde su hogar hasta 1940. Es que luego de exiliarse en Londres, durante las invasiones alemanas, regresó a su tierra con la idea de mudarse al palacio Het Loo, en Apeldoorn, a 91 kilómetros de la capital holandesa.
Het Loo fue construida como residencia de verano a pedido del estatúder Guillermo III, entre 1684 y 1686. Y es conocido como "el Versalles de los Países Bajos" por sus impresionantes jardines. Pero antes de su muerte, Guillermina decidió que cuando ella no estuviera más, el Palacio quedaría en manos del Estado holandés. Y así fue: en 1962, año de su muerte, se hizo el traspaso, pero no fue hasta 1977 que se comenzaron las obras de restauración. Esa labor llevó tiempo; recién en 1984 abrieron sus puertas como museo de los Orange. Al día de hoy, al recorrer los salones, las habitaciones, los jardines y el establo (pedido por Guillermina), se descubre cómo vivía la familia Orange durante los trescientos años que ocupó la propiedad.
Otro de los palacios que ya no forma parte de la herencia de la Familia real es el Soestdijk.
Si bien todos recuerdan este magnífico coto de caza como el hogar de la reina Juliana y su marido, el príncipe Bernardo; a partir de 2004, cuando ambos murieron (primero, ella, el 20 de marzo; después, él, el 1 de diciembre), sus tierras pasaron a manos del Estado. Juliana vendió el palacio y los terrenos adyacentes por 4.288 millones de florines (moneda holandesa de ese entonces), ya que no podía hacer frente a los gastos de mantenimiento. Pero el Gobierno permitió que la entonces Reina Madre y su marido viviesen allí hasta su muerte. Fueron trece años los que esta propiedad estuvo deshabitada, hasta que el Estado, en 2017, decidió vender el palacio y los terrenos adyacentes (dos granjas y terrenos que conforman 170 hectáreas) al consorcio Made in Holland, por 1,7 millones de euros, convirtiéndolo en un museo con restaurantes y actividades culturales.
Por último, el palacio Real de Ámsterdam, ubicado frente a la plaza Dam, se usa actualmente para recepciones oficiales, y también se pueden visitar algunos de sus salones.
Trescientos cincuenta años atrás, cuando lo diseñó el arquitecto Jacob van Campen, fue el Ayuntamiento de la ciudad. En tiempos de invasiones francesas, Luis Napoléon Bonaparte lo convirtió en Palacio y desde entonces pertenece a la Corona.
Más allá de Holanda
Grecia es el destino que Guillermo Alejandro y Máxima eligieron para edificar su refugio estival. Situado en el pueblo de Doroufi, en la localidad de Kranidi, la mansión comprada en 2012 cuenta con cuatro mil metros cuadrados, vista panorámica al mar (allí hay, además, otras tres casas), pileta, playa y embarcadero privado.
Antes de este paraíso griego, Sus Majestades habían comprado una villa en Mozambique, pero fue tanto el revuelo que se armó, que la vendieron en 2012. Según reconoció Máxima en un documental, la villa en cuestión era "un gran sueño (...) cargado de buenas intenciones" para ella y su marido, pero admitía que una casa no podía estar "por encima" de su trabajo. Según la cronología de los hechos, se embarcaron en 2007 en el proyecto, anunciaron en 2008, con la aprobación del Gobierno holandés en la mano, su intención de comprarse una casa de vacaciones en Mozambique y finalmente comunicaron en 2009, a causa de las críticas que recibió la exclusiva residencia en un período de crisis económica y ajustes presupuestarios públicos, que la venderían una vez que estuviera terminada.
La idea de buscar un “oasis” lejos de Holanda la tuvo, primero, la reina Juliana. En los años sesenta, compró la villa d’Elefante Felice, en Porto Ercole, Italia, y aunque hoy ya no pertenece a la realeza (al parecer, un magnate la compró y la tiró abajo para edificar una nueva vivienda), la idea de buscar en otro país su lugar de descanso se convirtió en una costumbre para los miembros de la realeza.
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