La ausencia detrás de las lágrimas: la razón de la tristeza de Máxima en el día de su boda con Guillermo
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El 2 de febrero de 2002, hace exactamente 17 años, en la catedral medieval de Ámsterdam Nieuwe Kerk (iglesia nueva) tenía lugar la boda real entre la argentina Máxima Zorreguieta y el príncipe Guillermo Alejandro de Holanda. Era un día de alegría extrema para los novios y también para los holandeses, que festejaron el acontecimiento antes y después de la ceremonia. Las banderas naranjas ocuparon las plazas y calles de la ciudad y los festejos populares colmaron las tabernas y bares.
Pero en medio de tanta dicha, en lo que fue seguramente uno de los días más memorables de su vida, mientras se convertía en princesa de Holanda Máxima tenía también un motivo de tristeza. Es que en su boda soñada, con todos los fastos de la realeza y en una iglesia con más de 1000 concurrentes, había una ausencia notable. La de Jorge Zorreguieta, el padre de la novia quien, por una decisión del parlamento holandés, tenía vedado concurrir a presenciar la ceremonia de su hija.
El padre de Máxima fue impedido de participar en el casamiento porque el congreso de los Países Bajos recordó su pasado como funcionario de la última dictadura militar argentina -fue subsecretario y luego secretario de Agricultura y Ganadería entre 1976 y 1981- y consideró que Zorreguieta tenía “responsabilidad moral” en los delitos cometidos por el gobierno de Jorge Rafael Videla.
Si bien en nuestro país hubo voces que procuraron identificar al padre de Máxima con los casos de violaciones de los derechos humanos del último gobierno de facto argentino, las denuncias nunca prosperaron en la Justicia. Pero, en aquel entonces, el parlamento holandés fue inflexible. Y la madre de la princesa, María del Carmen Cerruti, en solidaridad con su marido, tampoco asistió a la boda.
Ambos vieron desde Londres cómo se desposaba su hija, una ceremonia que siguieron por televisión también 900 millones de personas.
Máxima elegiría entonces como padrino de su boda a uno de sus hermanos. Y llegó hasta el altar del brazo de Guillermo, pero no por la ausencia de Jorge Zorreguieta, sino porque en Holanda es tradición que la novia ingrese al servicio junto a su prometido y no a su padre.
“Sin sus padres, Máxima no hubiera podido ser lo que es hoy”, había dicho el reverendo al comenzar el servicio religioso, marcando uno de los tantos gestos que se sucedieron con el propósito de hacer sentir mejor a la flamante princesa.
Pero hubo un momento en la boda real en el que la princesa se quebró por completo. Fue cuando el bandoneonista Carel Kraayenhof interpretó para todos los presentes el tango “Adiós Nonino”. Cuando la melodía de la pieza de Astor Piazzolla se adueñó del templo de la boda real, ella no pudo evitar que las lágrimas de emoción corrieran por su rostro. La pieza musical la había pedido ella, como un modo de homenajear a su padre ausente, ya que ese era su tema favorito.
“Adiós Nonino” causó furor entre los holandeses, que descubrieron el genio de Piazzolla y se apasionaron también por el tango. Y las lágrimas de Máxima en ese momento, además, terminaron de unir a la princesa argentina con el pueblo de los Países Bajos.
Unos años más tarde y a pesar de las restricciones, Zorreguieta pudo asistir en noviembre de 2005 al bautismo de su nieta Alexia, la segunda hija de los reyes Guillermo y Máxima, en Wassenaar, un pueblo cercano a La Haya, donde la niña fue bautizada con aguas del río Jordán.
Los padres de Máxima tampoco estuvieron presentes, en abril de 2013, en la ceremonia de abdicación de la reina Beatriz, cuando Guillermo se coronó como rey de Holanda, y Máxima, como reina consorte.
Más allá de estas ausencias en momentos importantes para la vida de Máxima, el padre de la reina siempre destacó la buena relación que mantuvo con su hija. En octubre de 2016 la acompañó, junto con su esposa, en una disertación ofrecida a estudiantes de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Jorge Zorreguieta falleció el 7 de agosto de 2017, como consecuencia de un linfoma no Hodgkin que padecía desde mucho tiempo atrás. Tenía 89 años. Máxima había llegado unos días antes para visitarlo en la clínica Fundaleu, donde él se encontraba internado.
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