Un joven arquitecto encontró en esta casita que reformó con sus propias manos un retiro con lo único que necesita para madurar sus proyectos: la distancia justa de París y el espectáculo asegurado del atardecer.
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A principios de 2017, un joven arquitecto compró una casilla de pescadores de cemento hecha en los años 50, y le pidió al estudio parisino Freaks Architecture que renovara esa porción de lujo a orillas del Canal de la Mancha que había encontrado por internet. El desafío: debido a las estrictas leyes de conservación del litoral marítimo de Normandía, no se podían cambiar su forma ni dimensiones.
“La construcción tiene las mismas medidas que la cabaña de Thoreau en Walden. Más allá de la austeridad, lo que intenté rescatar es la idea del hombre que reflexiona acerca de la sociedad fuera de ella, desde lejos. Para poder pensar, es crucial salir de la rutina”
“El diseño es del estudio Freaks, pero construí la casa con ayuda de mis padres y amigos. Los únicos proveedores que participaron fueron los que pusieron las ventanas: el resto es obra nuestra. Hasta la instalación eléctrica. Es que ser yo mismo el constructor era parte fundamental de este proyecto sumamente personal”, dice con orgullo el dueño de casa.
Con su diseño ligero, las sillas plegables Soley, del islandés Valdimar Hardarson, permiten recibir adentro, afuera o pasar desapercibidas colgadas junto a la cocina.
“La mayor virtud de la casa es la vista. Pero también el que esté lo suficientemente lejos de París (tres horas en tren) como para sentir que te fuiste, y lo bastante cerca como para venir cada fin de semana”.
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