Hace treinta años eligió vivir en la isla de Maui porque tiene lo mejor de los dos mundos: la belleza de la naturaleza con un clima cálido y el confort de la civilización occidental.
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¿Alguna vez jugaste a hacer girar un globo terráqueo, luego con los ojos cerrados apoyar tu dedo índice en un punto al azar e imaginar que viajarías a ese lugar abriéndote a la aventura? Esta es la historia de un argentino que lo jugó y llegó a su lugar en el mundo. Así fue viajando durante varios años y por lugares tan variados y remotos como Cruz del Eje en la provincia de Córdoba o el Tíbet hasta que recaló en Hawái, lugar que eligieron junto con su ex pareja para recibir a su primer hijo, a finales de los 90.
Eduardo Gandolfo, abogado, actor y viajero, reside en la isla de Maui, desde entonces, dedicado al negocio inmobiliario. En una casa a 300 metros de la playa Wailea, Keawakapu vive con Mariana, su mujer actual, una realidad muy cercana a lo idílico. “Me alegro mucho de haber tomado esta decisión, este camino me sorprendió y me sorprende gratamente y más allá de mis expectativas (que trato de no tener) a cada momento.”, cuenta este hombre que no dirá su edad porque a partir de los cincuenta eligió dejar de tomar los números como parámetro para describir la vida. “Cambié la ‘c’ por la ‘s’, mi edad es sin cuenta”, bromea y se entiende la reflexión cuando del otro lado de la pantalla del celular que media la videoconferencia con LA NACIÓN, se lo ve caminando por una playa de arenas lisas, mar turquesa y un cielo límpido iluminado por los rayos del sol.
Son las 9 de la mañana en Hawai y Eduardo está cumpliendo con uno de sus rituales de cada día: caminar una hora por la playa, bañarse en el mar y hacer una secuencia de respiraciones de Wim Hof, una técnica de entrenamiento y meditación desarrollada por un atleta holandés, conocido como Hombre de hielo, que practica deportes extremos.
“Los tripulantes compraban pasajes al 10 % del valor real”
A mediados del año 92, su entonces novia -luego primera mujer y madre de sus dos hijos- Anthea le dijo: “Voy a dejar de volar, estoy muy fatigada y me está haciendo daño a la salud”. Ella trabajaba como azafata en American Airlines hacía unos años. “Me anunciaba que iba a renunciar, entonces, le digo: ‘Okey, pero antes de que te vayas, vamos a comprar algunos pasajes. En esa época los tripulantes podían comprar todos los pasajes que quisieran al diez por ciento del valor real. ¡Era una oportunidad que difícilmente se nos volvería a presentar en la vida!”, recuerda Eduardo.
Por entonces ambos vivían en Buenos Aires de donde él es oriundo y donde Anthea, nacida en Los Ángeles, pero criada en Mallorca, había sido designada por la empresa. “Empezamos a mencionar los posibles destinos a los que queríamos ir, los nombres de ciudades y países se sucedían desprolijamente, cuando le digo: ¡Esperá un momento! Y descuelgo de una de las paredes de mi departamento, un mapa del mundo en el que marcamos con alfileres los lugares en los que habíamos estado. Y así con nuevos alfileres de un color diferente, comenzamos a poblar el mapa con aquellos lugares que alguna vez habíamos soñado visitar.”, evoca de aquellos tiempos.
Dos años dando la vuelta al mundo
Así fue que tres meses después comenzaron un viaje que duró dos años y medio en el que dieron dos veces la vuelta al mundo. Estando en Japón y próximos a seguir viaje hacia San Francisco, su ex suegro los invitó a pasar un mes con él en Hawái, en la isla de Maui. Aceptaron la invitación muy entusiasmados y unos días después, Eduardo pisó por primera vez suelo hawaiano.
“Maui me encantó con su magia y su extraña combinación de paisajes naturales paradisíacos y a la vez, el confort de la vida organizada y eficiente de los Estados Unidos”, evoca. “Pero el viaje continuaba y así seguimos con nuestra gira por un tiempo más, hasta que volvimos a Argentina y retomé mis actividades.”, relata.
En el año 90 Eduardo se había recibido de abogado. En paralelo había comenzado una carrera actoral y durante varios años manejó una discoteca de su propiedad en Punta del Este, llamada “New Faces”, por donde pasaron Yes, Soda Stereo, Simon Lebon (el cantante de Duran Duran). Además formaba parte de una comunidad ecologista. Había comenzado a trabajar con su tía Marta y su tío Luis Frejtman (ambos también abogados) en la creación de la Fundación Elpis (”esperanza”, en griego) y junto a un grupo muy heterogéneo de estudiantes, científicos, arquitectos y otros profesionales trabajaron durante un tiempo en brindar conferencias, intercambios estudiantiles y servicios solidarios en algunas comunidades con necesidades básicas insatisfechas.
Al volver a Argentina luego del viaje en el año 93, retomaron las actividades con la Fundación Elpis y emprendieron un viaje por casi todo el país dando conferencias, charlas y creando nexos con otros emprendimientos similares. Al mismo tiempo la Fundación había adquirido un campo cerca de San Marcos Sierras en la provincia de Córdoba donde habían comenzado a desarrollar un proyecto de vida diferente, al que llamaron Proyecto Cero, que estaba en pleno desarrollo, al que visitaba con mucha frecuencia.
“En el año 94, mi ex mujer quedó embarazada de nuestro primer hijo y pensando en como sería el parto, ella sugiere ir a tenerlo a su país , Estados Unidos y más precisamente a Maui, ya que teníamos información de que en la isla había muy buenas parteras que se especializaban en parto en casa y en el agua. Así es que nos mudamos a Maui durante un año y mi hijo Shen Kai, nació el 21 de marzo de 1995. Durante ese año que pasamos en la isla, yo comienzo a sentir que este era el lugar en el que quería vivir, al menos por un tiempo, pero, por otro lado quería vivir también un tiempo en Aguas Claras, el campo donde se desarrollaba el Proyecto Cero de la Fundación Elpis.
A finales de ese año vuelven a Argentina a vivir en Aguas Claras y se quedan allí hasta fines del año ‘98, para volver a Maui, después de haber estado con un grupo importante de compañeros de la Fundación Elpis, en Costa Rica para exponer en la Universidad de la Paz acerca del proyecto en Córdoba. Aunque Aguas Claras ya no siguió adelante, durante unos diez años funcionó como una granja ecológica con huertas propias, viviendas alimentadas a energía solar, donde se vivía en comunión con la naturaleza e incluso recibía visitantes.
Radicarse en Maui
Una vez llegados a Maui, ya para radicarse en la isla, Eduardo comenzó a explorar las posibilidades laborales: revalidar el título de abogado era casi imposible, prácticamente tenía que hacer toda la carrera de nuevo. Luego de una breve incursión en el comercio minorista,observó que uno de los mejores negocios de la isla era el inmobiliario. Así, ayudado por su ex suegra, (que era realtor desde hacía muchos años) empezó a trabajar en una oficina de Real Estate a mediados de 1999 y desde esa fecha hasta el presente continúa trabajando en este rubro. Hace más de diez años inició su propia compañía, Maui Houses and Condos Realty, dedicándose principalmente al rubro residencial, pero también al comercial y a los alquileres.
También adoptó un nombre “de batalla”, compuesto por su segundo nombre, Alberto, que es más fácil de pronunciar en inglés, y Maui, de la isla donde reside: Alberto Di Maui, asi figura en sus redes sociales y es como lo suelen identificar clientes y amigos locales.
En Enero del año 2000 nació su segundo hijo, Keilan y, al poco tiempo, se divorció de Anthea. En un viaje a Buenos Aires a fines de ese mismo año, conoció a quien es hoy su mujer, Mariana, en el bar de un amigo en común en Olivos y comenzó una nueva historia de amor. “Fue un flechazo, pero yo solo estaba en Buenos Aires por un mes y medio, así que desde el año 2001 al 2004 mantuvimos una relación de ‘amigos’a la distancia, principalmente a través de emails, en aquellos años anteriores al social media.”, relata. Ella estaba estudiando abogacía y a principios del 2004, en un nuevo viaje a Buenos Aires se encontraron nuevamente en persona. “Nuestro amor explota, se intensifica y se renueva y entonces le pido que venga un tiempo a compartir mi vida a Maui y de esa manera ver si nuestra relación podía perdurar. También le propuse que no dejara la carrera, pero, quizás podía tomarse un semestre para que sea nuestro ‘periodo de prueba’. Así fue que vino y no se fue más, desde ese momento vivimos aquí, juntos y muy felices.”, narra.
¿Cómo es el mercado inmobiliario en Hawai?
Las casas rondan el millón de dólares para arriba. Suelen tener su propio “ohanna”, una casa de huéspedes (antiguamente los hawaianos tenían la costumbre de albergar a su familia extendida en ese espacio cuando llegaban de visita y hoy esa pequeña casa aledaña a la casa grande se destina a alquileres turísticos o de estudiantes), jardín, plantas y mucha luz natural. La compraventa se realiza con un pago inicial del 20% del valor de la propiedad y luego se paga en cuotas a 30 años.
Con el correr de los años Eduardo ayudó a muchos compatriotas que primero llegaban a Hawai de visita, como turistas y luego, decidieron invertir allí. “El retorno de capital de los alquileres es muy bueno, con más de un 85% de ocupación anual. Algunos incluso han dado, como yo lo di en su momento, el salto al vacío y se han instalado aquí. Muchos durante años fueron clientes míos alquilando algunas de mis propiedades y luego, con el tiempo y gracias a una economía muy estable y próspera, he tenido la satisfacción de ayudarlos a comprar sus primeras casas o negocios y que de esa forma puedan disfrutar a pleno de este pequeño rincón del paraíso en la tierra”, sintetiza.
Tal vez no sea tan sencillo como poner el dedo en el mapa pero ¿por qué no atreverse a soñarlo?, como este argentino en Hawái, que lo buscó y lo encontró.
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