Los gurús de la autosuperación te dicen que no hay mejor oportunidad que una crisis. Todo muy bonito, pero cada vez que viene una crisis, agarrate. Pesadilla y acabose. Y lo que menos se encuentra son oportunidades. Y lo que más: ganas de rajar. Pero algunos se quedan en la tormenta.
Para apreciarlo, no hace falta irse demasiado lejos. Esta es la historia de Roberto Pumar, conocido como Kuky. Su primer trabajo fue en el hall de la estación de trenes de Constitución. El puesto: empleado de disquería Kuky Discos, que retumbaba entre los pasajeros a puro sacudón hitero. El dueño: su papá, que la bautizó así por su propio hijo. Allí, Kuky aprendió a conocer los resortes secretos que convertían una canción en hitazo popular. El contacto con el público –trabajaba ahí, en los tiempos libres de la escuela, desde los 10 años– le dio el roce suficiente para, con los años, saltar por su cuenta. En 1983, fundó con el sudor de su frente Leader Music, su propio sello discográfico. En verdad, desembolsó US$8000 y compró un sello en declive que tenía, entre sus producciones, hits de Los Wawancó y al gran Edmundo Rivero.
En 1983, fundó con el sudor de su frente Leader Music, su propio sello discográfico. En verdad, desembolsó US$8000 y compró un sello en declive que tenía, entre sus producciones, hits de Los Wawancó y al gran Edmundo Rivero.
La primera pegada llegó con un casete de chistes verdes del desbordado Jorge Corona. Y tiempo más tarde, su apodo se hizo sinónimo del mercado tropical. Le costaba hacerse valer: tenía cara de pibe y, a la hora de firmar contratos y de tentar artistas, se imponía el look sobrepeso, fumador y voz aguardentosa. Por lo visto, los músicos respetaban más a un gordo que a un flaco. Pero aun así, cara de niño Pumar luchó contra la corriente y, en los 90, remontó vuelo bailantero. Decía que buscaba crear los equivalentes a Madonna y Michael Jackson de la música tropical. Y lo logró. Entre sus estrellas estaban Lía Crucet, Alcides, el inoxidable Ricky Maravilla y la santa Gilda –al Potro Rodrigo buscó persuadirlo, hasta su muerte, de dejar atrás el sello Magenta y pasarse al suyo, y casi lo logra–. Y estaba también Malagata, Antonio Ríos y Leo Mattioli. La crème de la crème. "Si pegás tres artistas de 10, sos un tipo de suerte", repetía Pumar a sus amigos. Era bravo el mercado: había que mandar un enjambre de discos a las tiendas y los súper para lograr que los exhibieran. Hacerse amigo de los dueños de las radios. Y lo más normal era que buena parte de esa producción volviera a sus manos meses más tarde con chaucha y palito de ventas.
Era duro, pero Pumar se sostuvo en el ambiente. Hasta que, en 2005, el desembarco de las redes, la caída en pique de las radios como difusores de artistas y el desplome de las ventas de discos hizo que Kuky tuviera que pensar qué hacer con esa tormenta: si hundirse o dar un paso al costado y vivir del recuerdo de laureles viejos y bailanteros. No siguió, por suerte, ni una ni la otra.
Los artistas ya no se inclinaban más por lanzar discos de 12 canciones. Preferían probar suerte canción a canción y publicitarla en redes a ver qué sucedía. El fenómeno se extendió tanto que artistas sin disco alguno podían ser capaces de convertirse, de la noche a la mañana, en músicos superstars y llenar teatros.
Las canciones ya no se catapultan desde radios que elucubran rankings de 30 éxitos o 40 principales, y que todo el día, dele que te dele, sin parar, a las mismas canciones. Ahora, se consagran en redes de YouTube, Spotify, Deezer, Apple Music, Amazon Prime, Google Music, Personal Play o Claro Música. Otras épocas, otros soportes.
Pumar atesoraba en su sello discográfico más de 17.000 discos que, ahora, parecían piezas de un museo de tiempos cada vez más remotos. Mientras veía a sus colegas entrar en la desesperación –los gordos cada vez más flacos o infartados–, Pumar paró la pelota y se puso a pensar. ¿Qué hacer con todo ese material? ¿Cómo no sumergirse en el fondo del mar con semejante capital?
17.000 álbumes atesoraba en su discográfica
Los números indicaban que, en los nuevos tiempos, los adolescentes ya no prendían MTV ni Much Music, consumían clips a través de YouTube. Ellos elegían lo que buscaban y listo. "Si los adolescentes de hoy hacen esto, los niños van a seguir el mismo camino", concluyó Kuky, en un revuelo de inspiración y lamparitas encendidas. Los niños: ahora se los llama nativos digitales. Y Pumar tenía para ellos un sinfín de hitazos infantiles, que habían funcionado generación tras generación, listos para ser servidos en un nuevo formato.
Kuky atesoraba éxitos como "Hola, Don Pepito", "El auto de papá", y los clásicos de María Elena Walsh. Un catálogo de más de cien canciones pum para arriba y sin fecha de vencimiento. Claro, los temas eran copados, pero ninguno de ellos tenía su videoclip.
Kuky, tapado hasta el cuello con la tormenta de la crisis discográfica, se preguntó: "¿Cómo vamos a seducir a los niños si ya existen colosos que lo hacen tan bien como Disney, Pixar o Nickelodeon? ¿Cómo vamos a pelear el mercado si no tenemos ninguna experiencia en materia de animación?". Pumar sacó chispas a su bocho hasta que sacó una conclusión, en apariencia, obvia: "Seamos distintos", se dijo. Y así lo hizo.
4 veces más visualizaciones que Disney Latino tiene su canal digital
Lanzó, en 2006, un primer DVD con canciones animadas de María Elena Walsh –las animaciones eran nacionales, pintorescas y de costo módico–. Aun así, el DVD agotó 240.000 unidades. Y, de entrada, Pumar batió un récord: el DVD más vendido de la historia argentina.
El espaldarazo le dio al ex productor estrella de la bailanta una segunda iluminación. Descubrió que, sin necesidad de canales de tevé, ni radios, ni nada de nada, podía acceder a un mercado de 300 millones de hispanos con un hecho muy simple: abrir su propio canal en YouTube. Así desembarcó con El Reino Infantil, donde dio rienda suelta al catálogo que, ya para aquel entonces, levantaba polvo y le dio soporte moderno: les puso animación y los echó a rodar. Tardó cuatro años invirtiendo en el mundo digital a pérdida hasta que vio la luz. Y, tras mucho insistir, El Reino Infantil se transformó en suceso internacional.
10 años tenía cuando empezó a atender la disquería de su padre
La compañía de Pumar pasó de limitarse al público argentino a concebir un negocio con el foco puesto fronteras afuera. Hoy en día, le llega el 41% de facturación de latinos en Estados Unidos –en segundo lugar, de los niños mexicanos; recién en tercero, los argentinos–.
El Reino Infantil escaló y escaló. Pumar sumó animaciones como La granja de Zenón, Las canciones del zoo, Bichikids y Paco el Marinero. En el panteón del ranking infantil, están dos de sus hitazos: "La vaca Lola" y "Bartolito". Cada uno de ellos con más de 500 millones de visualizaciones.
Hoy en día, su plataforma es el 13° canal más visto en la historia desde los inicios de YouTube. Y el number one del mundo en español. Pumar ahora factura otorgando licencias para fabricar más de 200 productos infantiles –desde peluches hasta mochilas, sábanas, toallas y juguetes– que llevan los personajes de sus canciones. Este 2019 espera crecer en licencias, sobre todo en el exterior, en un 500%. Su empresa, que emplea a 40 personas, ya no es más Leader Music, ahora es, fiel a los nuevos tiempos, Leader Entertainment.
Kuky atesoraba éxitos como "Hola, Don Pepito", "El auto de papá", y los clásicos de María Elena Walsh. Un catálogo de más de cien canciones pum para arriba y sin fecha de vencimiento. Claro, los temas eran copados, pero ninguno de ellos tenía su videoclip.
Para conocer la magnitud del mercado y la inclinación de su público, Pumar convocó en 2016 a una empresa de big data: Quales Group. Y así monitorea todo con gráficos: desde cuántas visualizaciones hay por zona y sobre qué personajes hasta cuántos tickets corta ese mismo personaje en el teatro del lugar.
Entre suscriptores de todo el mundo, El Reino Infantil ya tiene apuntados a 18 millones de niños. Más de 500 videos online en cuatro idiomas, hasta en ruso. Y es el único canal de Latinoamérica con más de 10.000 millones de reproducciones –16 millones de reproducciones diarias en su canal–.
En la actualidad, Kuky factura al año US$9 millones –había facturado US$5,5 en 2017–. Le llegan propuestas de hacer con sus personajes parques temáticos. Y tiene cuatro veces más visualizaciones que Disney Latino y su despliegue de Soy Luna y Violetta. Y todo ello gracias a que, en lugar de huir de la tormenta, le puso el pecho y el ingenio. Y la magia de María Elena Walsh, y de tantos otros autores, hizo el resto.
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