En Ezeiza confiscaron sus ahorros de toda la vida; creyeron que debían renunciar a su sueño, pero un gesto los ayudó a llegar a Canadá: “Un país donde no hace falta mucho para vivir bien”
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“Tentativa de tráfico de divisas”, escucharon decir y su mundo se vino abajo. Juan Ignacio y Rubén, dos argentinos que hacía tiempo venían planificando su cambio de vida, se miraron incrédulos. Apenas un minuto atrás, Ezeiza significaba alegría, aventura, su portal hacia un nuevo comienzo en Halifax, pero ahora tan solo era sinónimo de pesadilla. Todo fue por un detalle que, entre las emociones y los preparativos, pasó desapercibido: el monto de dinero por persona para ingresar a otro país es limitado.
“Nuestro sueño se rompió en mil pedazos, nos sacaron los pasaportes y confiscaron los ahorros de nuestra vida; pensamos que habíamos perdido nuestra oportunidad de emigrar a Canadá y tener nuestro nuevo comienzo”, rememora Juan Ignacio.
Amor y sueños compartidos: “Si acá viven bien, ¿qué van a buscar afuera?”
Para Juan Ignacio –o Nacho, como lo suelen llamar sus amigos- vivir en otro lugar del mundo siempre había sido una cuenta pendiente. Desde su adolescencia sentía que su destino estaba en otro rincón del mundo, aunque no sabía dónde.
En Buenos Aires, Nacho tenía un buen pasar, amigos y una familia unida. Hacía once años que se había recibido de licenciado en Administración de Empresas y contaba con un empleo bien pago, que le permitía vivir cómodo e incluso darse sus “gustitos”. La idea de irse, sin embargo, continuaba desfilando por sus pensamientos, pero fue cuando conoció a Rubén, que sus ilusiones se multiplicaron: “Lo conocí en septiembre de 2018 y lo primero que me dijo, cuando vimos que nuestra relación iba en serio, fue: `Estoy homologando mi título para poder ejercer en España´”, cuenta Nacho con una sonrisa. “Le contesté que yo me iba con él. Fue así que comenzamos a soñar con la emigración”.
Junto a Rubén, un médico psiquiatra infanto juvenil, Nacho comenzó a investigar sus opciones en España. Ninguno de los dos contaba con pasaporte europeo y pronto comenzaron a contemplar sus posibilidades en otros destinos del mundo: “Emigrar a Europa es algo serio, más cuando tenés un buen nivel de vida en tu país”, observa Nacho. “Ya no nos veíamos haciendo otra cosa o viviendo ilegales. Mi hermana mayor se fue en 2001 sin papeles, y fue muy duro para ella hacerse de la nacionalidad, no estábamos listos para eso”.
Fue una historia de vida de un matrimonio en Canadá lo que les despertó su interés por aquel gran país del norte. A partir de entonces, investigaron lo necesario y trabajaron por alcanzar su meta. Su familia y amigos lo consideraron un deseo difícil de concretar, pero ellos estaban decididos a lograrlo, contra viento y marea. Planearon su boda, hicieron una fiesta, rindieron sus exámenes de inglés y se dispusieron a ver con cuánto dinero contaban, qué posibilidades laborales tenían y cómo tramitar las visas.
“Canadá ofrece grandes oportunidades para estudiantes. Si bien no estaba en nuestros planes estudiar, pensamos que iba a ser la mejor manera de venirnos. Siempre estuvimos seguros, pero el entorno nos decía: si acá viven bien, ¿qué van a buscar afuera? Salimos a buscar lo que sentíamos que no éramos capaz de producir en el país”.
Tentativa de tráfico de divisas, sueños rotos, amistad divino tesoro, y una segunda oportunidad para emigrar a Canadá
Cuando todo estuvo en orden, el matrimonio desarmó su departamento, vendió todo y derramó algunas lágrimas porque, en definitiva, se trataba de desarmar una vida. Envueltos en sentimientos agridulces llegaron a Ezeiza con todo el dinero que tenían, sin darse cuenta de que no podían sacar más de 10 mil dólares por persona.
“Llevábamos más de eso y nos imputaron por tentativa de tráfico de divisas. Perdimos todos los vuelos, estuvimos demorados siete horas en Ezeiza. Nos despojaron de nuestros ahorros y nuestros pasaportes, fue trágico y parecía no haber salida. Yo, a la distancia, ya estaba cursando el primer año del college y necesitaba abonar por completo el segundo año, sumado a todo el gasto de vida”.
Dos semanas después de aquel intento fallido de migración, los pasaportes de Rubén y Juan Ignacio fueron devueltos, pero no así el dinero. Fue entonces que lo inesperado sucedió: tres de sus grandes amigos les hicieron un préstamo para que volvieran a intentarlo. Gracias a ellos, esta vez llegaron con éxito a su destino, Halifax, Nueva Escocia.
Arribaron en plena pandemia, permanecieron catorce días en cuarentena en un hotel y un mes en un airbnb, hasta que consiguieron un departamento. Un colchón que colocaron en el piso marcó el comienzo de una nueva etapa: “Fue duro, muy duro. Imaginate pasar de vivir bien, con sueldos que te permitían darte algunos gustitos, a estar sin ahorros, sin tus cosas, y debiéndole dinero a tus amigos”.
Impactos culturales: “Los argentinos, en general, valoramos la sinceridad, aunque a veces sea cruel”
Dormir en un colchón en el piso y arribar sin dinero fue desafiante, aunque igual de complejo fue afrontar el choque cultural en un nuevo país, una nueva ciudad y un entorno de habla inglesa, un idioma que Nacho creyó que dominaba muy bien, hasta que tuvo que mantener una charla fluida: “Realmente aprendés lo que significa hablar otro idioma e intentar expresarte como realmente quisieras hacerlo”.
Halifax, una urbe del mismo tamaño y cantidad de habitantes que Santa Fe Capital -la tierra de origen de Rubén- amaneció serena, silenciosa. Atrás había quedado el barrio de Villa Urquiza y su vida llena de actividades, ruidos, reuniones con amigos y trabajo incansable. Ahora solo eran ellos dos, algo que podría haber significado un nuevo traspié para su historia, pero que resultó ser la mejor prueba de que estaban hechos el uno para el otro.
“Nunca sufrimos el desarraigo”, asegura Juan Ignacio. “Sí tuvimos que acomodarnos a ciertos hábitos que nos parecieron extraños, como cenar a las 6 de la tarde o que en invierno oscurece a las 4 de la tarde, a las 7 ya no ves gente en la calle. Las comidas pasan desapercibidas y no está el ritual de cocinar y compartir como en casa. Y para arreglar un café con un canadiense necesitás tres semanas de antelación”.
“Los canadienses son los más educados del mundo, muy amables, respetuosos, jamás te van a decir algo malo, y buscan la manera de comunicarse con vos sin herir tus sentimientos. Esto, a veces, es una presión para nosotros porque tenemos que ponernos un filtro con lo que decimos. Los argentinos, en general, valoramos la sinceridad, aunque a veces sea cruel. Acá si alguien te pregunta si te gusta la remera que lleva puesta, aunque sea espantosa, tenés que decir que sí, si no quedás como mal educado. Una vez que entrás en confianza la cosa cambia, podés hacer chistes, gastar, bromear”.
“Pero, aunque suene repetido, no hay nada como la calidez de los argentinos, y lo decimos con mayúsculas porque ni siquiera encontramos eso en otros latinos. Nos hicimos un gran grupo de argentinos que estábamos buscando lo mismo, seremos como unos quince en esta ciudad. Pasamos juntos las fiestas, con nuestras costumbres, celebrar nochebuena y fin de año, esperar a las 12, brindar”.
Calidad de vida, aunque no sea fácil llegar: “Invertimos alrededor de 30 mil dólares para poder hacer realidad nuestro sueño”
En un comienzo, para Rubén y Juan Ignacio fue difícil desprenderse de los trabajos a los que estaban acostumbrados a realizar en Argentina y contemplar la posibilidad de ver otros campos, otras actividades.
Tras más de una década trabajando en el mundo corporativo bonaerense, Nacho regresó a la vida de estudiante y pronto encontró un empleo en un puesto de ventas en Home Depot. Rubén, por su parte, halló trabajo en el área de investigación del departamento de psiquiatría del hospital más importante de la región.
“Su título de médico está en proceso de homologación, un trámite que fluye sin inconvenientes ya que en Canadá la educación argentina es reconocida”, asegura Nacho. “Ganamos en tranquilidad y calidad de vida. Actualmente, gracias a la recomendación de uno de mis profesores, dejé el empleo de ventas y trabajo en una compañía de finanzas como Financial Analyst. Con dos sueldos normales se vive muy bien, podés ahorrar, darte tus gustos, aunque ir a restaurantes acá no sería uno de ellos, la comida no es algo que caracterice a esta ciudad”, agrega entre risas.
“Existe el crédito con muy buenos planes, que uno puede pagar tranquilamente. Por esto, la mayoría de los residentes tienen su casa propia, sus autos, etc. Obviamente es capitalismo puro y duro, pero las entidades bancarias están felices de otorgar préstamos. Si bien llegamos con miles recaudos debido al dinero, luego de que comenzamos a trabajar nos fuimos soltando más con ese tema. La escasez de personal para trabajar es importante, pero la realidad es que tampoco es fácil venir, nosotros invertimos alrededor de 30 mil dólares para poder hacer realidad nuestro sueño. Para nosotros, los argentinos, reunir esa cantidad de dinero es muy difícil. Pero una vez que tu salario es en dólares, esa suma se recupera bastante rápido”.
Dinero “perdido”, deudas por saldar y aprendizajes: “En Canadá no hace falta mucho para vivir bien”
Para Juan Ignacio y Rubén nada salió como habían esperado. Años de esfuerzo, de inversión y ahorros para cumplir su sueño de comenzar una nueva vida, parecieron diluirse ante sus ojos para siempre. Sin embargo, de la mano de aquella dura caída llegó su primer aprendizaje: jamás hay que rendirse. Junto al apoyo de sus amigos levantaron cabeza y reiniciaron su partida de la vida.
De su dinero confiscado por el gobierno argentino aún no tienen novedades y no saben cuándo llegarán. Pero, más allá de las leves esperanzas de recuperar años de trabajo duro, hoy lograron reunir todo el dinero para pagar las deudas. En abril, Nacho finalizará con sus estudios y, más fuerte que nunca, seguirá transitando junto a Rubén su experiencia canadiense.
“Una maravillosa experiencia, a pesar del comienzo rocoso”, afirma con orgullo. “Nuestra vivencia nos enseñó que vivir tranquilo y en paz se puede, que uno no extraña la inseguridad y la inflación. El hecho de vivir en paz y tranquilidad debería ser un derecho para todos los habitantes del mundo”.
“Por otro lado, acá casi todo el mundo tiene un título universitario y también gran parte tiene un máster o doctorado, o intenciones de estudiar uno; aunque la educación no sea gratuita, hay muchas maneras de acceder a ella. Canadá busca crecer a través de la educación. Existe un Estado presente, donde se ocupan de darte tu lugar por más que seas extranjero. Valoran mucho a los trabajadores de afuera, te hacen sentir la igualdad que hay entre todas las personas”.
“Un detalle no menor, hicimos nuestros impuestos hace dos semanas y nos confirmaron que contribuimos de más y nos harán un depósito con el dinero que no correspondía. Estamos muy pero muy felices de nuestra decisión, pese a lo que nos sucedió en Ezeiza. En el camino, aprendimos que en un país como Canadá no hace falta mucho para vivir bien. Aún no sabemos si Nova Scotia es nuestro lugar en el mundo, pero nos animamos a decir que Canadá lo es”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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