A los 50, Saturnina Pelozo se recibió de profesora de Biología y hoy da clases en cinco escuelas diferentes: “Trabajo 22 horas por semana. Si tomo más horas, AFIP me saca más y cobro lo mismo”, explica.
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A fines de 2006, Nina Pelozo fue invitada a un importante evento privado donde había figuras de la política y la televisión como Mauricio Macri, Ricardo López Murphy y Susana Giménez. Llegó en calidad de “piquetera”. Tenía la ilusión de encontrarse con Marcelo Tinelli. Lo encaró en pleno cóctel y, mitad en serio y mitad en broma, le dijo:
–No sé si saludarte... porque vos no me invitaste al Bailando por un sueño.
El certamen había sido un éxito en su primer año y Nina aprovechó para decirle que debía incluir al chamamé, la música de su Corrientes natal. Días después recibió el llamado de la producción. Estaba en el hospital acompañando a su marido, Raúl Castells, internado tras un enfrentamiento con la policía durante una protesta. En la búsqueda de personajes heterogéneos, Tinelli encontró en Nina Pelozo una protagonista ideal: mediática, sin pelos en la lengua y vinculada a la política, en año electoral.
Duró 56 días en el reality. Integró la séptima pareja eliminada. Mientras se lucía en la pista, fuera de cámaras su vida empezaba a delinear el rumbo actual y, quince años después, cuenta lo difícil que era combinar su agenda de bailarina y de futura docente:
–Un día tuvimos que hacer fotos de todas las parejas que iban a bailar... pero yo tenía que anotarme en el profesorado a las 5 de la tarde. Faltaba llegar alguien, creo que Nazarena Vélez, y yo me tenía que ir... Me decían “quédate” y me terminé quedando... pero cuando llegué al profesorado para anotarme, me miraron mal. Tuve que escribir una nota a los directores. “Se ve que muchas ganas de estudiar no tiene”, decían. Me fui llorando.
Sin embargo, se recibió cuatro años después, con 50 recién cumplidos. Nina es la única en su familia, de 14 hermanos, que estudió algo más después de la secundaria. Ahora trabaja 22 horas por semana en distintas escuelas: “Si tomo más horas, AFIP me saca más y cobro lo mismo”, explica.
Antes del Bailando por un Sueño, su clímax de fama, Pelozo había irrumpido en la escena política como piquetera. Las tomas de los McDonald’s y de supermercados eran frecuentes y se ganó lugar en la agenda porque junto con Castells representaban una de las pocas voces opositoras a Néstor Kirchner dentro de los movimientos sociales de aquel tiempo.
–Siempre tuve claro que estaba en el Bailando... para hacer conocida a mi organización y divertirme. Cuando me llamaron de la producción hicimos una asamblea, había 200 personas, y todos votaron que participara. Era obvio que no iba a ganar, no soy bailarina ni vedette.
–¿No la enojó quedar eliminada?
–Yo me había puesto en la cabeza que iba a perder. A Castells le molestó porque yo había bailado desgarrada y decía que era injusto. Y Marcelo le decía ‘bueno, pero el certamen es así’. También se metía en las discusiones Sofovich, que estaba en el jurado. Yo le decía, ‘estuve dos meses y encima me pagaron, ¿qué más querés, Raúl?’
–¿Qué hizo con la plata?
–En vez de que me dieran el efectivo, le pedí que organizaran un Día del Niño para los nenes de la organización. Nos trajeron juguetes, heleados e hicimos un evento gigante.
Nina tuvo como partenaire a Facundo Mazzei, uno de los bailarines más conocidos en la actualidad, que en ese entonces recién empezaba. Durante las primeras dos galas obtuvieron el segundo puntaje más alto: solo fueron superados por Paula Robles y su bailarín, que resultarían subcampeones. Se lució primero con “YMCA” y luego “Obladi Oblada” por Celia Cruz.
No tuvieron chamamé, pero a Nina le tocó “rock and roll”, “axé”, “jazz”, el polémico “baile del caño” y fue nominada con la “lambada”. Después de siete galas, el público al teléfono la condenó y salvó a Ileana Calabró con un contundente 69 por ciento de los votos. A esa altura ya se habían ido Anabel Cherubito, Silvia Süller, la “Hiena” Barrios, Soledad Solaro, “Locomotora” Oliveras, Carolina Oltra y Paula Morales. De todos, Nina era una de la que menos formación de bailarina tenía, pero no se achica:
–El caño me salió muy bien porque hay que tener mucha fuerza en los brazos. Me tiraba de la cola y bajaba. Ahí tenés que empezar a girar y después vas sola –explica quince años después–. Practicábamos todos los días. Íbamos a un gimnasio cerca de Liniers a la mañana y hasta el mediodía o sino de 13 a 17 horas. Para la primera música tuvimos más o menos un mes, pero después era todo en una semana.
–¿Aprendió a bailar?
–Más o menos. No bien, más o menos. Pero me divertí. Un día fuimos con Flor de la V a lo de Mirtha Legrand y había unos platos gigantes con un conito y unas ramas alrededor del plato. Yo no sabía qué era, si se podía comer ni siquiera con qué cubiertos. Yo le decía a ella por lo bajo, “¿qué tenedor uso?” y se mataba de risa. Nadie comía, así que llegó el corte, agarré el conito y me lo comí con la mano. Ella hizo lo mismo y nos matábamos de risa.
–¿Le sirvió a la organización la exposición mediática?
–Nos sirvió. La gente te respeta, te agradece. Eso es muy nutritivo para mí.
–¿Y qué buscaban los medios de usted?
–Sabés que no sé. Nunca lo pensé. Yo aproveché por el tema de la organización y a veces estar en los medios para los pobres es como que podemos hacer algo relevante.
–¿Por qué se dio el fenómeno de que ustedes fueran tan mediáticos?
–Está vivo eso en el movimiento. Nos tienen mucho respeto porque hemos rechazado siempre los ofrecimientos. Nunca nos metimos en el sistema del gobierno: nos ofrecieron puestos en ANSES, PAMI, Asistencia Social y nos decían que desde adentro íbamos a tener más cosas por nuestros compañeros.
Su vínculo con Raúl Castells desde hace algunos años solo es militante. Están separados desde hace diez años. Con el impulso del Bailando, su último sueño de pareja fue la presidencia. Consiguieron 48 mil votos, un 0,25 por ciento del padrón y, desde entonces, su presencia mediática bajó considerablemente. Desde que se recibió en 2011, Nina empezó a dar clases. Hoy enseña en cinco escuelas diferentes cerca de su casa en Lomas de Zamora.
–Su cambio de vida es evidente. ¿Está contenta con su nueva versión?
–Tenía que cambiar. Era empleada doméstica en negro y el día de mañana quería tener una jubilación. Quería tener conocimiento, capacitarme y ser alguien. Me acuerdo que me decían “ya sos Nina Pelozo”, pero yo quería ser alguien, tener un título que nadie me lo saque... y me hizo muy bien. Sigo militando, pero menos por el tiempo que me lleva el trabajo. Ahí tenés que hacer de todo: de psicóloga, de asistente social... Hay muchos problemas: padres que se separan, padres presos, chicos con problemas de concentración, entonces tenés que estar encima.
–¿Cómo se define como profesora? ¿La reconocieron sus alumnos?
–Cuando me fui a presentar el primer día, dicen “la profesora de Biología” y los pibes decían “esta es la que hace piquetes”, “profe, vamos a hacer piquetes juntos”... Después me relajé. No soy brava como profesora. No tengo paciencia con los chicos, pero con los alumnos sí. Nadie lo cree, pero es así.
–¿Porqué eligió Biología?
–Yo vengo del campo, siempre me gustó el medioambiente, los seres vivos, la siembra. También estoy con salud y adolescencia, doy la parte de ESI que es de lo que más me gusta porque ayudamos mucho a los chicos.
–¿Cómo hizo con las clases virtuales?
–Eso me mató. Me agarró un infarto ocular de tanta información que me mandaban por mail, que rellenar esta planilla... Me cuesta la computadora. Yo les dije, “chicos hagamos por Whatsapp porque no se puede hacer nada”. La mayoría no tiene internet en la casa. Todo era cambio y aprendimos.
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