En Pascuas de 1997, el grupo Heaven’s Gate celebró un ritual suicida. Aquel inhumano desenlace de la religión ufológica más famosa de la historia abrió interrogantes que recién hoy encuentran respuesta
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No tenían enemigos, nadie los instigó al suicidio y su teología, a 10 años de la fundación del grupo, dio un giro por la muerte de uno de sus mentores. ¿Cómo se preparan 39 personas para despedirse solemnemente y luego quitarse la vida? ¿Cómo se convencieron de que sus espíritus iban a subir a un OVNI que viajaba detrás de un cometa? Estas preguntas atraviesan la historia de Heaven’s Gate (Puerta del Cielo), el grupo que lideraron desde comienzos de los 70 Marshall Herff Applewhite y Bonnie Lu Nettles.
El grupo se llamó El Dúo o Los Dos, Metamorfosis Humana Universal (HIM), Vencedores Totales Anónimos y La Clase. Puerta del Cielo fue el último y quizá más acertado nombre que recibió el culto fundado por Los Dos, sucesivamente rebautizados ‘Guinea y Pig’, ‘Bo y Peep’ y ‘Do y Ti’. Applewhite (‘Do’), hijo de un ministro presbiteriano, era músico, profesor de canto y tuvo dos hijos. Nettles (‘Ti’), una ex seminarista bautista, era enfermera profesional, aficionada a la astrología y madre de cuatro hijos. Ambos estaban muy interesados en los OVNIs.
Divorciados de sus respectivas parejas, Los Dos unieron su destino en 1973 en un hospital donde trabajaba Nettles. Ella salía de un fracaso matrimonial y él de un desengaño amoroso. El vínculo entre ambos fue espiritual desde el principio. Pusieron una librería esotérica donde daban clases sobre Nueva Era, ufología y otros temas contraculturales. No bien empezó a crecer la idea de crear un grupo, Applewhite aportó las experiencias visionarias y Nettles el carisma. Ella fue, en el inicio, la auténtica líder. “Fue como si estuviésemos guiados por fuerzas más grandes que nosotros mismos”, explicaron en 1976.
A comienzos de 1975, las andanzas de la pareja cubrieron los Estados Unidos de titulares catástrofe. ¿El motivo? En su viaje proselitista, ‘Do y Ti’ consiguieron atraer a decenas de personas que, tras escuchar su mensaje, desaparecieron de sus hogares. A lo largo de esa marcha, una especie de road movie de la vida real, reclutaron hombres y mujeres ilusionados en abordar la nave que los iba a sacar de la Tierra para llevarlos a un planeta libre de todo Mal. Una serie documental de HBO Max estrenada el año pasado, “Puerta del Cielo: El Culto de los Cultos”, y el libro del profesor Benjamin E. Zeller, “Puerta del Cielo. Religión Ovni de los Estados Unidos de América” (Aurora Dorada, 2019), revelaron datos nuevos y esclarecedores sobre el suicidio colectivo más extraño y misterioso del siglo XX.
Su final apocalíptico consagró a Puerta del Cielo en la historia de las religiones alternativas. El 24 de marzo de 1997, un ex integrante del grupo recibió el aviso de visitar el Rancho Santa Fe, California. ¿Qué iba a encontrar? Los cuerpos de 39 de sus ex compañeros tendidos en sus camas, cubiertos por una mortaja morada y calzados con unas Nike por las que habían pagado 15 dólares el par. Todo era así, igual para todos. Todos tenían el pelo corto, todos lucían asexuados y, cuando salían a comer, todos se servían la misma porción. Todos los hombres iban a ser castrados. Un accidente frenó el plan: una cirugía para extirpar los testículos de un miembro falló y estuvieron a un paso de llevarlo al hospital. Applewhitte estuvo por entregarse a la Policía, convencido de que ya habían llegado muy lejos. “Fue retenido por los demás”, reveló un ex miembro en la serie de HBO Max. Zeller no desarrolló la crisis de las castraciones en su libro. “¿Qué pasó ese día? ¡Creo que Do se dio cuenta de que discutir la castración no ayudaría a hacer nuevos conversos!”, dijo a La Nación. El control del deseo sexual era el desafío más difícil.
El suicidio de este grupo, el más parecido a la tragedia de Templo del Pueblo en Jonestown, Guyana, veinte años antes, ahora ocurría en suelo estadounidense. Los integrantes de Puerta del Cielo habían dejado regalos, cartas y videos donde explicaban el sentido de su decisión e invitaban a otros a viajar “al verdadero Reino físico de los Cielos, el Nivel Evolutivo Superior al Humano”. Ellos no se quitaban la vida sino que iban al encuentro de otra vida, la verdadera. La señal que esperaban era el paso del cometa Hale-Bopp, que según alegó un ufólogo en el programa radial Cost to Cost, de Art Bell, era escoltado por un OVNI gigante. Se convencieron de que era la nave que los iba a pasar a buscar; por cierto, compraron un telescopio que pronto tiraron a la basura porque no mostró lo que querían ver.
Orígenes de “Los Dos”
El sistema de creencias de Puerta del Cielo era semejante al de toda una constelación de grupos que prometía el inminente rescate de los hermanos del espacio, un movimiento iniciado en 1950 por George Adamski, el contactee más famoso. Varios grupos inspirados en la Teosofía de Helena P. Blavatsky anticiparon la doctrina de ‘Do y Ti’: el alma humana evoluciona a través de múltiples encarnaciones y es guiada por maestros que habitan en planos físicos o espirituales. De abrevar en la New Age, El Dúo pasó a un milenarismo apocalíptico propio del protestantismo conservador, acompañado por elementos de ufología, esoterismo occidental y ciencia ficción. Benjamin Zeller, profesor de religión en la Universidad Lake Forest de Chicago, llamó a la propuesta de Do y Ti “una hermenéutica bíblica extraterrestre”. Sus miembros fueron buscadores espirituales que hallaron un espacio donde conocer otras personas con creencias parecidas. “No todos se quedaron. Los que sí, pensaron que el grupo tenía la Verdad, el camino a la vida eterna. Los miembros de Puerta del Cielo creían y sentían que no eran de la Tierra. El grupo confirmó esa idea y les dijo que pertenecían al espacio, el Siguiente Nivel”, argumenta Zeller. “Puerta del Cielo les ofreció significado. Les dio una comunidad. Les dijo cómo vivir sus vidas de una manera que les hiciera sentir que estaban haciendo lo correcto”.
El libro de Zeller es la guía que ilumina el mundo de Puerta del Cielo. En sus páginas descubrimos que sus fundadores iniciaron su carrera religiosa cautelosamente, casi sin buscar publicidad; sin embargo, a poco de andar, la recibieron. Vaya si la recibieron: sus actividades públicas tuvieron enorme prensa y repercusión. Toda negativa.
‘Do y Ti’ no eran tan distintos de Dorothy Martin, una profetisa milenarista que en 1954 anunció el inminente rescate de los elegidos cerca de Salt Lake. El psicólogo León Festinger y dos estudiantes de la Universidad de Minnesota, Henry Riecken y Stanley Schachter, infiltraron el grupo de Martin y en base a sus observaciones escribieron la tesis de Psicología “Cuando las profecías fallan” (1956). El fracaso del vaticinio, en vez de decepcionar, puede consolidar el grupo, concluyeron. A fines de 1975, los sociólogos Robert Balch y David Taylor cruzaron el umbral de Puerta del Cielo siguiendo el método de Festinger. “Era un grupo tan deficiente en liderazgo y estructura que parecía estar desmoronándose”, escribió Balch. Por entonces, ‘Do y Ti’ dejaban mucho tiempo sola a su gente y el control que ejercían era mínimo. “Era una verdadera religión con un sistema coherente de creencias que explicaba el orden del universo, daba sentido a la existencia y ofrecía un plan de salvación”, definió. En 1976, se establecieron en un lugar, dejaron de reclutar miembros e instituyeron un férreo control interno.
En 1975, cuando empezó el reclamo de los familiares, los líderes creían que iban a ser acosados y asesinados. Esta certeza dio lugar a la primera promesa espectacular del culto, a la que llamaron “La Demostración”. Dijeron ser Los Dos Testigos del Libro de Apocalipsis 11: 3. “Y nombraré a mis dos testigos, que profetizarán durante 1.260 días vestidos de cilicio”. La muerte ejemplar de Los Dos por parte de fuerzas policiales y su posterior resurrección iban a dejar sin palabras a un mundo incrédulo.
En camino al cielo alienígena
La Clase nunca fue perseguida por fuerzas federales. Pero ‘Do y Ti’ fueron apedreados por los medios. Aquellos crímenes, racionalizaron, no ocurrieron “sino en un plano metafórico”. Desde entonces, el grupo desarrolló una teología plástica, endureció su disciplina y propició su encapsulamiento basándose en una enseñanza central: deshumanizarse para alcanzar el Siguiente Nivel –la morada del Padre, el Cielo de los alienígenas– los iba a despojar de toda huella sexuada, terrícola y sensible. Convertirse en seres extraterrestres iba a significar estar listos para abandonar la Tierra.
La inesperada muerte de Nettles en 1985 impidió a uno de los líderes completar la travesía. También trastocó la teología del grupo, ya que hasta entonces esperaban una partida física hacia las estrellas. “En 1975 –escribió Balch– nadie tenía que morir para acceder al cielo; más bien, se requería un cuerpo físico vivo para abordar la nave”.
‘Ti’ no resucitó y su muerte llevó a Applewhite no sólo a tomar el mando, sino a introducir reformas teológicas. Aquí ocurrió lo que Festinger en su estudio del grupo de Salt Lake llamó “disonancia cognitiva”. Ellos creían fuertemente en dos cosas –explica Zeller. “Primero, que los OVNIs eran reales y los podrían abordar. Pero también creían que Nettles había muerto, ella murió ante sus ojos. Resolvieron esta disonancia de una manera que les permitió aceptar ambas ideas. Reinterpretaron que su viaje cósmico no iba a ser necesariamente en forma corporal. Quizás, la persona iba a poder abandonar su cuerpo e ir al espacio en forma espiritual y recibir allí un nuevo cuerpo. En eso creyeron”. Zeller escribió que el cáncer de ‘Ti’, que causó la primera muerte en el grupo, abrió la puerta a los suicidios en 1997. Sus almas viajarían para transformarse en seres maravillosos, asexuados y eternos del Siguiente Nivel. Su ideal eran los Grises de la ufología y la ciencia ficción.
Pertenecer no era fácil. Entrar en Puerta del Cielo era alejarse de su sexualidad, olvidarse del alcohol, asumir que iban a tener para siempre una pareja asignada que los iba a controlar y a quién también debían controlar y que deberían cortar lazos con el pasado y sus vínculos familiares y sociales. Tampoco podían ver televisión, salvo películas como Star Gate o series inspiradoras como Star Trek, cuyos capítulos anticipaban la vida que les aguardaba en el Siguiente Nivel. El hermano de Nichelle Nichols, Uhura en la serie, integró el grupo hasta el final. “Mi hermano era muy inteligente y un hombre realmente gentil. Tomó sus decisiones y nosotros las respetamos”, contestó la actriz frente a la pregunta inevitable “¿Por qué?”.
La serie de HBO Max reveló secretos que habían estado bien guardados. En un encuentro donde coexistieron ex miembros creyentes y escépticos participó Terrie, la hija de Bonny Nettles. Llevó las cartas que le envió su madre. En 1983, le sugirió adaptarse a la sociedad, lo contrario a lo que predicaba. Zeller describió así la reacción de los ex miembros. “Algunos estaban molestos, pensaron que era hipócrita. Otros dijeron que escribió esas cartas operando a nivel humano para mostrar compasión a ‘la hija de su vehículo’. Otros lo ignoraron”. Para Terrie, su madre le estaba escribiendo en código y quería abrirse del grupo. “Mi madre sentía mucha compasión por la gente, nunca hubiese llevado al grupo a ese final”.
¿Lavaje cerebral o voluntad de creer?
La respuesta instintiva frente al suicidio de 39 célibes que anunciaron su ascensión en una nave espacial que los iba a transportar al Reino de Dios y celebraron su partida en una lujosa mansión californiana es: “les lavaron el cerebro”.
Sin embargo, la existencia de técnicas mágicas de conversión es rechazada de plano por los estudiosos de la religión. Nadie es capaz de doblegar la voluntad de otra persona adulta para que tome decisiones extremas sin someterla a hambre, sed, confinamiento o tortura. Lo corriente, en cambio, es llegar con creencias que resultan validadas en el grupo, encontrar otras que encajan o suenan bien y engancharse con el carisma de uno o más líderes, aunque se han dado conversos que su contacto con las autoridades del grupo fue nulo, tenue o imaginario. El compromiso, en suma, está más cerca de la afinidad que de la coerción. “Esto no quiere decir –escribe Zeller– que los líderes no pudieron cometer actos de persuasión, usar las emociones, sus convicciones, sus esperanzas y temores para que se unan y se queden”. Pero esto, insiste, “es publicidad básica, y el mismo proceso se encuentra en la mayoría de los movimientos religiosos”. Para Balch y Taylor, la gente se unió porque encontró su mensaje creíble. Por eso cumplieron con sus demandas. Los que dudaron, desertaron o fueron expulsados, siendo el núcleo duro el que siguió adelante.
El camino al suicidio estaba escrito en el sitio web del grupo, pero el mundo les daba la espalda. Applewhite envejecía. ‘Ti’, Dios encarnado en el Siguiente Nivel, el punto más lejano del infierno terrestre, esperaba el regreso de ‘Do’ (Jesús) y sus discípulos. La señal cósmica estaba representada por el Hale-Bopp cruzando el cielo en Pascua. Los astros se alineaban. La Clase estaba lista para el salto final. “Morir dejó de ser una posibilidad para convertirse en una necesidad”, sintetizó Zeller.
Las investigaciones policiales y forenses determinaron que entre los días 22 y 23 de marzo de 1997 los treinta y nueve miembros se quitaron la vida, es decir, se liberaron de sus “vehículos”, como describían a sus cuerpos, meras vestiduras que los ataban al mundo que querían dejar. Al viaje fueron los mejores alumnos de La Clase. Desde su fundación habían desertado centenares. Meses antes del final, el grupo se empezó a desgranar. Se alejaron los menos convencidos y aquellos que creían tener tareas pendientes aquí abajo. Todos los ex adeptos coincidieron en que ‘Do’ no hizo nada para retenerlos.
En tres tandas, sin dejar nada librado al azar, la “tripulación” ingirió un cóctel mortal de salsa de manzana, fenobarbital y vodka y ataron a sus cuellos bolsas de plástico, con las que cubrieron sus cabezas. Todos estaban vestidos con el mismo uniforme, a los que, en los últimos días, le habían añadido un parche que rezaba “Equipo Visitante de Heaven’s Gate”, denotando que ya no eran terrestres sino viajeros de paso en el planeta.
Dos días después de la última tanda, el 26 de marzo, llegó a la mansión Río DiAngelo, conocido como Neoody. Este fue el ex miembro que recibió el aviso y llamó a la policía, informando sobre el hallazgo de los cuerpos y “el suicidio ritual de un grupo religioso”.
A DiAngelo le tocó explicar a la prensa lo que muy pocos podían comprender, ya que era más fácil reducir el final de Puerta del Cielo como una locura, y no, quizás, como una decisión largamente planificada. “Vivíamos como en un monasterio. Todos éramos célibes, ansiosos por progresar”, explicó DiAngelo. “Pasé mi vida buscando un propósito. Amaba a esta gente. Ellos significaban todo para mí”.
De Puerta del Cielo no se conocieron ex miembros enojados. Tienen sus diferencias, pero se llevan bien y ninguno piensa en suicidarse, aunque después de marzo de 1997 se unieron algunos ex miembros “demorados”. Los que quedaron en la Tierra no parecen interesados en formar nuevos grupos y se reúnen para recordar a sus amigos “allá arriba”.
En los últimos videos de sus días “en misión”, se ve al grupo de los 39 felices y celebrando su próximo “retorno a Dios”, pese a que el mundo les seguía dando la espalda.
¿Por qué no dejó de ser un grupo chico? Quedarse constituía un gran sacrificio, explica Zeller. “Los líderes del grupo exigieron mucho a sus seguidores, pero ofrecieron mucho más a cambio”.
Algunos dirán que los adeptos entregaron sus vidas “por nada”. Otros, que recibieron a cambio la vida eterna.
Robert Balch, el primer académico que sintió curiosidad por aquel pequeño grupo, piensa que Applewhitte finalmente logró el objetivo de “La Demostración”, lanzar una noticia que se propagaría por todo el mundo: “El suicidio colectivo –concluyó– les aseguró su inmortalidad”.
Habían alcanzado la ansiada graduación.
* Alejandro Agostinelli es editor del sitio especializado FactorElBlog.com
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