Por qué Mary Poppins nos hace llorar
Estoy sentada en uno de esos sofás carísimos de las tiendas especializadas en el modernismo midcentury que es lo más hipster-cool de la última década. Me ofrecen un desayuno con champagne, facturas vienesas en miniatura, café excelente, yogurcitos con muesli orgánico (después de todo, estoy en un hotel cinco estrellas, pero de esos de lujo muy millennial de Tribeca). Me prenden la tele plana de 82 pulgadas de alta definición y empiezo a lagrimear, incontrolable.
Parezco una ilustración de la célebre frase respecto a que el dinero no hace la felicidad, pero siempre es mejor llorar en un Rolls Royce, o similar. Pero ni me estoy quedando en este hotel ni tengo una particular razón para estar triste, ni siquiera para sentir emoción intensa alguna. Estoy en un desayuno de trabajo: la presentación para la prensa de uno de los tantos films de estudios comerciales que se multiplican a fin de año. Claro que se trata de una nueva versión de Mary Poppins –El regreso de Mary Poppins – de los estudios Disney. Y en el momento en el que aparece una figura oscura con paraguas victoriano bajando del cielo, se me hace un nudo en la garganta y no me puedo contener.
Miro alrededor y, para mi sorpresa y alivio, varios de los otros avezados periodistas están en la misma situación.
Esto es vergonzoso por innumerables razones. En lo personal, en cuanto a niñeras del celuloide, siempre me gustó más María, la novicia rebelde que se enamora del capitán y que se escapa de los nazis junto con él y los niños. Poppins, en cambio, es una solterona excéntrica que no se deja seducir por el deshollinador (aunque este sea Dick Van Dyke, quien no puede ser más simpático), y que al final desaparece de la vida de todos sin siquiera dejar una dirección postal.
Por otra parte, la propia Mary Poppins desaprobaría totalmente el –poco característico en mí, debo aclarar– exceso de emoción que estoy demostrando. "Sobre todo en los libros en los que se basaron las películas, ella no solo era maravillosamente firme y antisentimental, sino hasta grosera –reconoce la actriz Emily Blunt, quien en El regreso de Mary Poppins ocupa el lugar de Julie Andrews como la célebre niñera–. Aunque lo hacía de una manera deliciosa, se necesitaba del personaje del deshollinador, que es un optimista sin un dejo de cinismo, para balancear la historia".
Mary Poppins nació de la pluma de la escritora británica P.L. Travers, en 1934. Son ocho libros que tienen como protagonista a la niñera mágica a quien el viento del este deposita en el número 17 de la calle Cherry Tree. Los libros fueron adaptados por Walt Disney en una película musical en 1964 que devino clásico y por la cual su protagonista recibió el Oscar. En la imagen más famosa del film, Poppins aterriza flotando con su paraguas justo cuando en esa casa se necesita una dosis de orden y felicidad, y se va de la misma manera cuando logra su cometido.
La nueva versión no es un remake, sino que se trata de nuevas aventuras. "Se tomaron viñetas de los libros originales para hacer el guion", explica Blunt, quien se basó en la forma en la que el personaje es descripto en ellos (quizá más abrupta y excéntrica de lo que la recordamos). Expresamente, Blunt evitó volver a ver el film original para no sentirse influenciada por la célebre interpretación que le dio Andrews.
Travers, de hecho, describió a Mary Poppins como una mujer "que nunca pierde el tiempo tratando de ser agradable" y, en los libros, da giros inesperados para una dama de la Inglaterra Eduardiana y luego Victoriana en su conversación. Blunt, vestida en tonos de rosa de pies a cabeza para el encuentro con la prensa, con sus grandes ojos azules delicadamente maquillados que completan la sinfonía pastel, suelta asimismo frases que sorprenden. Aún en el clima políticamente correcto actual, consultada, por ejemplo, sobre si le dio nervios o no encarnar a una figura tan icónica, reconoce que "para nada" hasta que una amiga le dijo "macho, tenés las bolas de acero". "Fue en la mitad de la filmación –recuerda Blunt–. Hasta entonces, no me había dado cuenta de que era un papel con el cual el público sentía una relación tan personal, tan íntima, y que emocionaba tanto a todos".
Ella confiesa, poco antes del estreno (en la Argentina será el jueves 24 de este mes), que su marido, el también actor John Krasinski, al volver a ver el film sobre la mítica niñera "se bajó un paquete entero de Kleenex llorando".
¿Qué es lo que tiene la figura de Mary Poppins que inmediatamente toca una fibra? Sea lo que sea, Londres lo supo utilizar. Tal es su impacto que en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos en la capital británica (2012), una de las escenas más recordadas fue cuando mágicamente cayó del cielo una multitud de Mary Poppins, con sus emblemáticos paraguas (y, de paso, ellas acabaron con todos los villanos de ficción que habían dominado la arena). "Creo que todos nos sentimos alguna vez superados por la fragilidad de lo que nos rodea y poco dispuestos a tener esperanza, por temor a que nuestros deseos sean destruidos una vez más –reconoce Blunt–. En ese sentido, saber que existe una figura como Mary Poppins te da tanta seguridad, porque si aparece en tu vida, va a ayudar a solucionar lo que haga falta".
Al respecto, Blunt asegura que el número musical con el que el deshollinador abre la película (en la cual la acción se traslada a cuando los chicos de la familia Banks ya son adultos, Londres está sumida en la Depresión de los años 30 y una tragedia personal acaba de golpearlos), marca un poco el mensaje que se quiere transmitir. Titulado Bajo el cielo tan bonito de Londres, es interpretado por Lin-Manuel Miranda, el genio detrás del musical Hamilton, quien reemplaza a Dick Van Dike (que, a su vez, aparece en un papel menor en la película). La letra dice que sí, que los tiempos son duros, y que si mirás hacia arriba, todo también se va a ver gris y deprimente. "Pero nunca sabés qué es lo que del cielo va a bajar –subraya Blunt–. Entonces, aunque solo sea por las dudas, no mires solo al piso cuando estés mal, porque, ¿quién sabe? Todo puede empezar a cambiar".
"Hormonas a flor de piel"
Blunt nació en Londres en 1983 y saltó a la fama por su trabajo en El diablo viste a la moda(2006). Otros de sus films más conocidos son La reina joven (2009), Al filo del mañana (2014), Sicario (2015), El cazador y la reina del hielo (2016) y La chica del tren (2016). Fue nominada a cuatro Globos de Oro (lo ganó por su papel de reparto en la miniserie La hija de Gideon), dos Premios del Círculo de Críticos de Cine de Londres, y un BAFTA. Esta noche, volverá a competir por los Globos de Oro, como Mejor actriz de comedia o musical [por TNT y TNT Series, a las 21].
Así como la original, la nueva película es un musical. Pero Blunt no es una novata en el tema del canto. Incluso grabó el cover de la canción "Me and Mrs. Jones" del álbum Call Me Irresponsible, de Michael Bublé, quien entonces era su novio. En pareja con Krasinski desde 2010, tuvieron a Hazel, su primera hija, en 2014. Y en 2016 llegó Violet.
Blunt reconoce que lo que más le costó fue encarnar a un ser que "no era tremendamente maternal, por decirlo de alguna manera", justo al final de su segundo embarazo. "Fue gracioso porque grabamos las canciones antes de comenzar a rodar, y yo era puras hormonas a flor de piel, estaba tan enorme que me movía con dificultad y tenía que cantar como alguien como Mary Poppins, que era todo lo contrario. Pero no solo funcionó, sino que creo que mi bebé desde adentro de mí disfrutó tanto de la música que hoy, con dos años, tiene por eso una voz maravillosa", sonríe la actriz, encantada con el recuerdo.
¿Qué es lo que más le gusta del personaje? "Cómo pone magia no solo en lo importante, sino en las actividades domésticas más banales, cotidianas, y así las llena de interés para los chicos", subraya.
Pero uno de los giros más interesantes, tanto en las películas como en los libros, es que Poppins les niega a los chicos que cualquier cosa fuera de lo común haya ocurrido. De hecho, su sano escepticismo y la forma en la que los lleva a reflexionar sobre los distintos puntos de vista que se puede tener es, según The Guardian, lo que la hace tan distinta. "Es una posición en contra de los sistemas de que llevan a los chicos a repetir sin pensar, sin analizar", sostuvo el matutino. El artículo aclara que, dado la complejidad del personaje, en una actriz menos sutil que Andrews todos estos matices hubieran sido difíciles de lograr.
Todo esto, sin embargo, no intimida –demasiado– a Blunt. "Rob [Marshall, el director] y Julie Andrews son grandes amigos, y ella le dio su bendición al proyecto, comprendiendo que se trata del siguiente capítulo en la historia el personaje. Rob me aseguró que ella va a estar encantada con mi interpretación, vamos a ver…".
Por lo pronto, bien al estilo Mary Poppins, que cuando termina su cometido abre su paraguas y desaparece sin dar ninguna explicación –y sin dejar derramar una lágrima–, Andrews no solo no se pronunció públicamente al respecto, sino que ya está en la piel de otro monstruo sagrado. Esta vez, claro, de manera literal: la misma semana del estreno en Estados Unidos de El regreso de Mary Poppins, ella sale a competirles en el mercado infantil interpretando a un ser subacuático con acento británico en Aquaman.
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