En 2005, Ariel Naso se fue de la Argentina en búsqueda de su destino; lo encontró siete años después en las paradisíacas Islas Baleares, en España
- 7 minutos de lectura'
Ariel Naso (44) es una celebridad en Ibiza. Su cuenta de Instagram está llena de fotos junto a gigantes como Leo Messi, Cristiano Ronaldo, Leonardo Di Caprio y Roberto Cavalli. Hace 16 años, al igual que muchos argentinos, decidió buscar su destino lejos del país. Se radicó en España. Trabajó pintando casas en Barcelona, instaló y fundió una parrilla en Marbella hasta que finalmente, en 2012, en las Islas Baleares, descubrió el negocio que lo conduciría a la fama y llenaría sus bolsillos.
“Soy como un vendedor ambulante declarado cien por cien. Atendí a más de 400 celebridades de la farándula”, explica Ariel sobre su trabajo que consiste en vender mojitos, el cóctel cubano, que se prepara con ron, azúcar, lima, hielo y menta.
-¿Dónde aprendiste a hacer tus famosos mojitos?
-Me enseñó un amigo en mi casa, en España. Yo no lo conocía hasta ese momento y nunca estuve en Cuba. Me gustó mucho y quedó como mi cóctel favorito.
Lo que jamás imaginó Ariel es que esa bebida, sumado a una ingeniosa forma de comercialización, le abriría las puertas de su exitoso negocio.
“En la Argentina no hay futuro para el que quiere hacer las cosas bien”
Oriundo de Villa Pueyrredón, Ariel explica que en la Argentina hizo “un poco de todo”. Fue obrero de la construcción y hasta disc jockey en eventos privados.
Sin embargo, en 2005, desencantado con la realidad del país decidió cruzar el Atlántico. “No hay futuro para el que quiere hacer las cosas bien. Es un desastre”, dice.
“Nosotros, los argentinos, estamos mal vistos en el mundo por sacar ventaja de todo y no se habla mucho de los casos como el mío. Y si no avanzamos es porque el sistema está fallando. El gobierno no puede cobrarte tantos impuestos, es un socio”, reflexiona.
“Invertí todo lo que tenía y me tiré al agua”
Los primeros años de Ariel en el viejo continente no fueron fáciles. Instalado en Barcelona, se dedicó un tiempo a pintar casas. Después viajó a Marbella y allí, junto a su pareja de aquel entonces, Olga y otro socio, fundaron una parrilla, aunque no tuvieron el éxito esperado.
“Se me ocurrió poner una parrilla con mi pareja y un socio que tenía en ese tiempo. El primer año nos fue bien y cuando asumió Mariano Rajoy, el turismo en Marbella cayó y nos fundimos”, cuenta.
Mientras luchaba por mantener su parrilla a flote, Ariel conoció a un compatriota que tenía un pasado similar y arrancaron juntos un nuevo proyecto: vender medialunas en Ibiza. “Él tenía un inversor ruso que le había propuesto ir a vender medialunas por la playa, en Ibiza. Y nos fuimos para allá. Empezamos bien, pero terminamos mal. Nos separamos porque él tenía ambiciones desmedidas”, cuenta Ariel sin querer profundizar en el tema.
“Entonces empecé solo a vender latas de coca cola, cervezas y agua mineral en la playa. También llegué a hacer panchos”, agrega.
Hasta que un día de verano en 2012, en la bahía de San Antonio, lugar elegido por las exclusivas embarcaciones para contemplar la puesta del sol, con la música de fondo de los afamados Café del Mar y Café Mambo, tuvo una idea que sería la clave de su negocio.
“Invertí 50 euros, que era todo lo que tenía, en comprar los ingredientes para preparar mojitos y me tiré al agua. Iba entre todos los barcos con una bolsa herméticamente cerrada atada a la espalda y unas patas de rana ofreciendo mis mojitos El primer barco al que le vendí era de una pareja de holandeses y recuerdo que les vendí dos mojitos”, dice.
-¿A cuánto vendiste los mojitos?
-En ese momento valían 7 euros. Hoy salen 20.
El ataque de las medusas y el nacimiento de “Mojitoman”
Con el transcurso de los días, Ariel se fue afianzando en su negocio. Cambió rápidamente las caminatas vendiendo latas en la playa por largas horas de nado entre las embarcaciones con su bar a cuestas.
“Siempre iba con un bañador, las patas de ranas y la bolsa en la espalda. Así, a lo bestia. Y generalmente acá, en temporada, hay muchas medusas. Una noche, iba nadando y me metí en un cardumen de medusas que me electrocutaron todo. Salí del agua como si me hubieran matado a latigazos. Por suerte, estaba cerca de la costa, así que mientras nadaba me saqué las patas de rana y con eso trataba de espantarlas para llegar a la orilla. Casi me desmayo y estaba solo, no me ayudó nadie. Al otro día, me compré el traje de neoprene y unos irlandeses, a los que les vendí, me asociaron con aquaman y me llamaron “mojitoman”. Y ahí surgió la idea. Pegó fuerte y causó mucha gracia a los turistas acá”, recuerda sobre lo que se convertiría en el nombre de su negocio.
-¿Cuál fue el máximo de botellas que vendiste en un día?
-Llegue a vender 12 botellas.
“Soy el Maradona del mojito”
Ariel tardó dos temporadas y media en adquirir una embarcación para dejar atrás el nado y ofrecer sus mojitos a bordo. “Con lo del mojito crecí, pero económicamente también tuve mis altibajos. No es que ahorré un montón de pasta. Me doy el lujo de vivir laburando solo cinco meses al año y vivo bien”, cuenta satisfecho.
-¿Sos conocido en Ibiza?
-Si, muy conocido, casi más que el gobernador. Se podría decir que soy el Maradona del mojito. De hecho, a Diego lo conocí en el año 98 en la Argentina.
En su pasado en Buenos Aires, Ariel también llegó a codearse con la farándula local. En la década de los ´90 asegura que trabajó con varios artistas nacionales, como el grupo Volcán, Silvio Soldán y hasta llegó a conocer a Diego Armando Maradona. “De él aprendí mucho, viendo cómo se manejaba en la vida. Tenía muchos códigos como hombre, más allá de que se le quemó la cabeza por la droga, él conservaba esos códigos que no cualquiera tiene”.
Actualmente su negocio funciona solo en Ibiza, aunque no descarta viajar cuando termine la temporada en las Islas Baleares a otras latitudes. “Tenía ganas de ir a Punta del Este, a la Isla Gorriti, pero pasó lo de la pandemia. Otros años fui al caribe, a la isla de Saint Barth, ahí le vendí a DiCaprio. A él lo atendí en tierra, mi mujer lo vio caminando por la playa y le dije vamos a encararlo. Le terminé vendiendo 17 mojitos”, cuenta.
-¿A que otros famosos vendiste los mojitos?
-A todo el mundo. A Cristiano Ronaldo, a Messi, a Paris Hilton. Atendí al mismísimo presidente de España, Mariano Rajoy.
-¿A cuál de todos ellos recordás mejor?
-A Roberto Cavalli. El día que le vendí a él, nos invitó a cenar y esa misma noche, conocí a Ezequiel “Pocho” Lavezzi que estaba en nuestra mesa. Nos trató muy bien, fue una experiencia inolvidable.
Lengua larga y Chanel para agasajar a sus clientes
Los días de Ariel pueden ser muy largos. “Me levanto alrededor de las ocho, organizó por la mañana lo que voy a vender en el día. Corto la lima, preparo la menta, las pajitas, botellas, hielo y cargo todo en el coche. Luego, subo todo al barco. Y empiezo a vender, a veces ni duermo. En el negocio, ahora estoy solo y trabajo con una chica que ofrece masajes a bordo”, dice.
“Me subo al barco y hago los mojitos, ese es mi trabajo”, simplifica Ariel. Sin embargo, mantener a un consumidor VIP conlleva sus excentricidades, como ponerse perfume Allure de Chanel antes de subir a la embarcación del cliente o colocarse una lengua larga con la que aparece en las fotos que sube en su Instagram.
“Lo hago porque atiendo al jet set del mundo. Una vez dijeron qué bien huele y dije ‘soy yo’. Y la lengua la compré en un carnaval de Saint Barth en 2016, pensé que estaba buena para llevarla a Ibiza y ver qué efecto causaba, y ahí quedó. Se la puso también Ronaldo y otros más”, explica.
-¿Cuál es el secreto de un buen mojito?
-Mucha lima.
-Y el ron, ¿Cuál usás?
-Esas son cosas que no te puedo decir porque es parte del secreto de mi negocio, pero si usas el Havana Club 5 te va a salir bien.
-Pensé que era el número 3…
-No, ese lo usan en Cuba porque son pobres (ríe).
Más notas de Todo es historia
Más leídas de Lifestyle
No fallan. Los siete trucos de un neurólogo para fortalecer y cuidar la memoria
Fin del misterio. La ciencia reveló dónde se encuentra el centro del universo
“Era un viejito ciego y sordo”. Recibió un pedido de ayuda para un animal atrapado en una alcantarilla y estaba por darse por vencida hasta que escuchó un ladrido
En fotos. Todos los invitados a la boda de Taina Laurino y Georgie Neuss en la Basílica del Santísimo Sacramento