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Llegó a su vida de forma inesperada, como suelen suceder los encuentros que están destinados a ocurrir. La habían encontrado en Adrogué, ciudad cabecera del partido de Almirante Brown en la Zona Sur del Gran Buenos Aires. Allí, acomodada en una pequeña caja con flores y velas -como si hubiera sido parte de una ofrenda o de algún rito de magia negra- yacía una gata de tan solo 260 gr. y poco tiempo de vida.
Quien la había rescatado no tenía experiencia con gatos. Y aunque puso buena voluntad y su mejor esfuerzo para que la gata saliera adelante, no fue suficiente. Al día siguiente, Mileva -así había sido bautizada- comenzó con convulsiones y un cuadro de hipotermia. “Fue en ese momento que entendí que Mile iba a necesitar más atención, mayores cuidados, y experiencia. Yo estaba ayudando de forma remota pero ante esa situación creí que lo mejor era que la gata viniera a mi casa. Y así comenzó esta historia”, recuerda Valeria Herrera.
“No queríamos hacerla sufrir”
Desde el principio, Mileva requirió de la ayuda de diversos médicos. De la mano de Valeria y Marcia, la gatita visitó a neurólogos, traumatólogos y kinesiólogos, entre otros profesionales de la salud. El diagnóstico era incierto: no se sabía con certeza el motivo de la lesión, pero sí que sus patitas traseras no tendrían solución. Pese a ese panorama desalentador, consultaron a tres traumatólogos más. Todos dijeron lo mismo: había una operación, que implicaba romper las rodillas para que se regeneraran, pero sin garantías de que el procedimiento funcionara. “Con Marcia decidimos que no era una opción. No queríamos hacerla sufrir sin sentido”.
Valeria y Marcia optaron sin embargo por sumar sesiones de fisiatría a la recuperación de la gatita. El objetivo era poder mejorar el control de esfínteres. “Mejoró muchísimo. Pero todavía no controla 100% las ganas de hacer pis y caca. Si bien creemos que Mile registra que tiene ganas de ir al baño, eso no es algo que siempre suceda. Entonces, para evitar infecciones urinarias, le vaciamos la vejiga al cambiarle los pañalitos. Ya estamos acostumbradas pero todavía nos acordamos de cuando llegó: eran tan mini, que no nos animábamos a apretarla, así que íbamos cada 48 horas a la veterinaria para que se lo hicieran”.
Vida de gato
Mileva siempre se mostró feliz e hiperactiva, con muchas ganas de vivir. En la casa de Valeria se adaptó rápidamente a la convivencia con los gatos mayores. Zeus y Hamal oficiaron de maestros. Mileva aprendió a ser gato con ellos: a jugar, cazar, limpiarse, rascar y ronronear.
Sin embargo, los episodios de pis con sangre, fiebre y vómitos empezaron a ser cada vez más recurrentes. Hasta que en marzo del año pasado llegó una de las peores noticias.: Mile tenía leucemia felina o ViLeF, una enfermedad crónica provocada por un retrovirus y cuya sintomatologías más común es el debilitamiento del sistema inmune del gato (inmunosupresión). Esto deja al animal expuesto a una amplia variedad de enfermedades e infecciones secundarias.
“Pero Mile nos seguía sorprendiendo. Visitamos a una especialista en enfermedades infecciosas de gatos y como Mile era tan pequeña, solo nos indicó medicación para reforzar su sistema inmune. Pese a sus altibajos, Mile seguía siendo una gatita hermosa y feliz, que crecía día a día, demostrándonos que una discapacidad no es impedimento”.
Marcia y Valeria, que comparten el cuidado de Mileva, aprendieron a observarla, a entenderla y a anticiparse a las infecciones. En esta familia, fue y es fundamental la ayuda de especialistas: los veterinarios clínicos de la clínica del Labrador; la Dra. Amelia Gisbert y el apoyo incondicional de Belén, la niñera de la gata.
“Es imposible no amarla”
Hoy Mileva tiene dos años y es una gata que usa pañales. “Hay que vaciarle la vejiga, estar atenta a sus síntomas y darle la medicación que necesita, ponerle cremitas en la colita y, si está con infeccion, suministrarle antibióticos. Gracias a todos los cuidados, ella es una gatita feliz e interactúa con sus hermanos en mi casa (mis otros gatos están vacunados contra el ViLeF). En la casa de Marcia, su otra mamá, es hija única. Es impresionante cómo tiene claro qué hacer en cada casa: en una es una gata salvaje y adolescente peleadora, y en la otra una mimosa 100% malcriada”.
Eso no es todo. En 2022 también atravesó y superó una peritonitis infecciosa felina (PIF), una enfermedad que hasta hace poco llevaba al gato a la muerte pero que hoy tiene tratamiento. Además de los veterinarios clínicos, la gatita es atendida por un nefrólogo, un cardiólogo, un nutricionista y un acupunturista.
“Es imposible no amarla. E imposible no querer dejarle un mensaje a todos los especialistas que la vieron con pena y dudaban de que superara los meses de vida: Mileva nos enseña todos los días que con amor y responsabilidad se puede. El limite lo pondrá ella, mientras sea feliz, no sufra ni tenga dolor, la vamos a acompañar y hacer todo lo necesario para que esté bien”.
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