Choripán, sándwich de vacío y otras bondades parrilleras que tanto vecinos como habitués agradecen para no caer en el fast food cuando no es horario de cena o almuerzo
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En el barrio Villa Ortúzar, en la intersección de la Avenida Álvarez Thomas y Donado, se encuentra ubicada una parrilla que tiene una singular particularidad: está abierta las 24 horas y todos los días de la semana. De los 365 días del año, cierra solamente en Navidad y Año Nuevo. A cualquier hora los clientes pueden solicitar desde un choripán hasta una porción de asado con papas fritas. Durante las madrugadas hay gran concurrencia y la esquina es una de las paradas técnicas preferidas de los taxistas. Desde hace 30 años que “Lo de Charly” se transformó en un clásico porteño que traspasa generaciones.
Un enorme letrero de color rojo y letras blancas lo anticipa antes de ingresar: “Abierto las 24hs”. Pero sus horarios ya son conocidos entre los vecinos del barrio y habitués: “Si andás con hambre a la madrugada ya sabés donde caer, siempre tienen carne recién asada”, “Las porciones son generosas y para compartir”, suelen ser algunos de los comentarios de quienes la recomiendan entre sus amigos y familiares.
“Mi cuñado siempre me contaba de una parrilla que estaba abierta las 24 horas, que atendían muy bien, la comida era buena y los mozos tenían una recomendación para cada comensal. Un día regresando de una fiesta bien entrada la madrugada teníamos ganas de ir a comer algo pero no queríamos caer en nada demasiado chatarra. Entonces pegamos un volantazo y de Costanera terminamos desayunando ahí”, recuerda a LA NACIÓN, Federico Pavlidis (47). En aquella época él solía frecuentar la parrilla de madrugada, pero ahora se acerca en el horario del mediodía. “Me gustan las mesas que dan justo a la ochava de Álvarez Thomas, sentarme apenas el sol se clave en el medio del cielo y almorzar un sándwich de vacío. Este año confirmé que es el mejor de Buenos Aires. Confieso que son varios los mediodías entre semana que me escapo en la bici a almorzar bajo el sol”, cuenta.
Una pareja, todos los días, a la misma hora
En la mesa de siempre están sentados Carlitos y Marga, un matrimonio de más de 70 años, que frecuentan la parrilla todos los mediodías. “Venimos con mi señora hace más de 20 años. La carne es espectacular, las porciones son abundantes y toda la atención del personal es para destacar. Acá me siento muy bien y conforme, es como mi segunda casa”, asegura, quien con sinceridad la considera “la mejor parrilla de Buenos Aires”. En las calurosas tardes veraniegas, la pareja suele acercarse a disfrutar de una cerveza en la vereda.
¿Quién es el famoso Charly?
La historia de la parrilla comenzó en octubre de 1991 cuando Carlos Solnie, al que precisamente llamaban “Charly”, con tan solo 20 años se le ocurrió la fantástica idea de comenzar a vender sándwiches en su barrio. El joven no tenía experiencia en el rubro gastronómico, pero entre sus amigos ya era considerado un gran asador. Se compró un tambor (con capacidad para 200 litros) y en la vereda de Avenida Álvarez Thomas y Donado arrancó a ofrecer sus especialidades: choripán y sándwiches de vacío y bondiola. La propuesta era sencilla, pero al poco tiempo sus generosas porciones ganaron fama en la ciudad. A toda hora se acercaban transeúntes y taxistas, que hacían cola para disfrutar de un sándwich al paso. Con los años nació la leyenda.
“Siempre estuvo en la misma esquina. Primero con su tamborcito y, poco a poco, fue haciéndose su clientela y creciendo. Charly era todo un personaje del barrio, muy generoso y un as en los fuegos. Donde se lo necesitaba allí estaba él, trabajaba a la par nuestra. De igual a igual”, así lo recuerda Hugo Archiprete, uno de los gerentes del restaurante y quién arrancó a trabajar aquí hace más de dos décadas.
Con los años la parrilla al paso se transformó: sumaron algunas mesas en la vereda y se alquiló el local de la esquina con salón. Por las noches solía haber gran concurrencia y si algún cliente llegaba hambriento pasada la medianoche, Don Charly siempre estaba dispuesto a deleitarlo con sus carnes a las brasas. “A las dos o tres de la mañana él seguía sacando pedidos. Un buen día apostó a armar un plan para estar abierto las 24hs”, cuenta Hugo. Al tiempo, se transformó en su marca registrada.
Sándwich de vacío...para desayunar
Las gigantescas parrillas al carbón están encendidas a toda hora, los asadores son grandes expertos en los fuegos. Llevan años en el oficio. Los habitués los llaman por su nombre: Negro, Carlos, Héctor, Miguelito, Ángel y Tito. “Vengas a la hora que vengas, siempre la llama va a estar encendida y vas a encontrar comida. Solamente se apaga para Navidad y Año nuevo”, afirma Hugo. De los sándwiches los más solicitados son el choripán y el de vacío. El de bondiola no se queda atrás. Luego, el cliente a su gusto puede ponerle salsas caseras: chimichurri, criolla o provenzal. Al ser abundantes varios suelen compartirlo.
Los parroquianos también destacan sus achuras: chinchulines, mollejas y riñones (que pueden pedirse a la provenzal). “Cuando vengo con amigos siempre empezamos con una tablita de achuras que salen jugosas y recién hechas a la parrilla”, confiesa Pavlidis. La parrillada para dos personas (que perfectamente pueden comer tres) es una de las estrellas. Trae un poco de todo: chorizo, morcilla, chinchulín, riñón, asado, vacío, bondiola y provoleta. De los cortes de carne, salen mucho el asado, vacío de novillo y bife de chorizo.
Los fines de semana suelen ser los días más concurridos. Pero por la madrugada también tienen su fiel clientela. “Hay veces que se trabaja más a las 3 o 4 de la mañana que a las 12 del mediodía. Los domingos a la madrugada es un clásico que lleguen jóvenes a comerse una hamburguesa o choripán a la salida del boliche. Muchos empleados que trabajan por la noche pasan a comer algo antes de irse a dormir”, cuenta. Aquí los parrilleros no se sorprenden si algún cliente les pide un sándwich de bondiola o vacío para desayunar. Los miércoles y jueves por la noche es un clásico que se reúnan grupos de amigos después de jugar al fútbol y los domingos, a la hora del almuerzo, el clima es muy familiar. “Tenemos clientes desde hace años. Como una familia que viene religiosamente desde Lanús, todos los fines de semana, hace 20 años. Conocemos a sus hijos desde chiquitos y ahora son adolescentes”, dice Archiprete.
Los famosos y sus gustos nocturnos
En el salón las paredes atesoran gran cantidad de fotografías de deportistas, cantantes y personalidades que en alguna oportunidad han disfrutado de sus especialidades. Abel Pintos, Fito Páez, Vicentico, Andrés Calamaro, Dante Spinetta, Juanse, Luisana y Darío Lopilato, Nicolás Cabre, Mike Amigorena, Campi, Julio César Falcioni, Luis Scola, Sergio “Checho” Batista, Hugo Gatti, entre muchísimos más. Recientemente, el artista Federico De Paola diseñó un pintoresco mural titulado “La mesa soñada” con Diego Maradona, Gustavo Cerati, Piluso y el flaco Spinetta.
Lamentablemente, hace algunos años el alma mater de la parrilla falleció a los 42 años. “Charly se nos fue muy joven”, dice compungido Hugo. Todos lo recuerdan con afecto. “Nos dejó un montón de enseñanzas, entre ellas, la de atender bien a los clientes y que se sientan como en su propia casa. Creo que fue un visionario”, concluye Hugo.
Las 24 horas del día, como le gustaba a su creador Charly, su parrilla siempre estará encendida en la misma ochava de Villa Ortúzar.
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