Desde su espectacular chacra de Entre Ríos, habla de su nueva vida conectado con la naturaleza, cómo perdió peso en cuatro meses y de sus ganas de enamorarse.
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“Cuando comenzó la cuarentena pasé momentos de gran incertidumbre. Me hacía mucha mala sangre por lo que estábamos viviendo, y me la pasaba enganchado a los noticieros porque sentía que tenía que estar informado y saber lo que pasaba en la Argentina y el mundo. Pero desde que llegué, el televisor fue desapareciendo de mi vida y fui conectando con lo que verdaderamente importa”, revela Pancho Dotto (65) desde “El Refugio”, su chacra de cuatro hectáreas en Libertador San Martín, Entre Ríos, donde vive desde fines de junio del año pasado. “Siempre tuve la fantasía de vivir acá, pero nunca había estado más de un mes… instalarme en “El Refugio” me cambió la vida”, cuenta el ex representante de modelos en los 90, que transitó un cambio en cuerpo –adelgazó16 kilogramos– y mente, “reconectando con mi interior”.
–¿La mudanza a Entre Ríos es definitiva?
–¡Totalmente! En Buenos Aires tengo la casa de mis sueños, pero la voy a vender. No quiero volver porque acá estoy muy bien… Ahora tengo la vida de mis sueños, cerca de la naturaleza. Mientras te hablo estoy tomando mate, descalzo y caminando por el pasto. Esto no lo cambio por nada.
–¿Cómo suele ser un día típico en “El Refugio”?
–Antes tenía caseros, pero ahora me encargo de todo yo. No puedo cargar mucho peso por mi columna, pero hago todos los trámites, superviso las obras y remodelaciones (cambié el alambrado y también hice un resto-bar en la antigua casa de los caseros), voy al pueblo a hacer las compras, le doy de comer a las gallinas. También preparo todo para la recepción de mis invitados el fin de semana. Estoy muy activo.
–¿Cómo hiciste para bajar tanto de peso?
–Hace cuatro meses vino a visitarme mi amigo deportólogo Marcelo San Martín, y empecé con él un tratamiento especial para adelgazar. Bajé 16 kilos y me siento súper liviano y vital. Le pedí que no me hiciera una dieta complicada porque yo no cocino ni un huevo frito. Igual, lo solucionamos con unas viandas para el almuerzo y la cena (con carne, pescado, verduras) y después a la mañana y a la tarde como yogur descremado, granola y frutas.
–¿Lo complementás con actividad física?
–Estuve haciendo a diario una hora de elongación, abdominales y ejercicios posturales. Y me encantaría empezar a hacer yoga. Empecé a escuchar a mi cuerpo.
–¿Entre tanta paz hay lugar para los balances?
–Claro. Yo tuve una vida muy intensa. Siempre me enorgullecía diciendo que me iba a morir trabajando y ese tipo de tonterías, y hoy me doy cuenta lo loco que estaba. Vivía para los demás, para el trabajo, para mis modelos. Hoy mi vida pasa por mí.
"De corregir algo, hubiese hecho una vida más razonable y hoy en vez de dormir con mi perro Crack estaría acompañado por una mujer"
–¿Te arrepentís de algo?
–No. En algún momento tuve bronca, porque sentía que no había recibido nada a cambio… pero como dice el dicho, me gusta hacer el bien sin mirar a quién. De corregir algo, hubiese hecho una vida más razonable y hoy en vez de dormir con mi perro Crack estaría acompañado por una mujer.
–Todavía estás a tiempo.
–Sí, creo que sí. Me gustaría enamorarme. Recuperé la vitalidad de sentir que puedo con todo. Porque muchas veces la gente a determinada edad se va abandonando, pensando que el tiempo ya le pasó… ¡pero sólo pasa cuando uno muere! Y quiero morirme joven lo más viejo posible.
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