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Aromas, visiones y sensaciones que le eran completamente ajenas. Desde temprana edad, el mundo la había sorprendido con fenómenos que nadie podía explicar. Sentía y veía lo que estaba más allá de la comprensión racional. Incluso, en muchas ocasiones, tenía sueños que después terminaban siendo precognitivos. “Me daba mucho miedo ir a dormir porque en la noche me sentía más vulnerable a las presencias que percibía. Hasta llegamos a adoptar un perrito para que me acompañara en las horas de sueño y, cerca de él, intentar descansar mejor. Por eso, durante mucho tiempo mi gran lucha fue tratar de no sentir, no escuchar, ni ver o percibir nada de todo aquello que me rodeaba”.
Nacida en la ciudad de Mar del Plata, Erica Montani (46) tuvo una infancia difícil y marcada por algunas situaciones que dejaron huella en su memoria. “Mi mamá quedó viuda cuando yo tenía cuatro meses. A mis cuatro años se volvió a casar y nos mudamos a Vicente López”. Ese período de su vida -y la etapa siguiente también- estuvieron marcados por las mudanzas. Cuando cumplió los doce años, la familia se instaló en Pilar, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires.
“Fui extremadamente rebelde”
“Mi infancia no fue fácil. Iba de psicóloga en psicóloga tratando de entender qué me pasaba. Siempre me había sentido diferente a los demás chicos. En la adolescencia fui extremadamente rebelde, aunque me mantuve rodeada de buenos amigos. Solo quería ser independiente, poder trabajar, estudiar y vivir mi vida en libertad. En mi casa me llamaban rebelde. Me criaron en un ambiente muy estricto y, a mi criterio, con bastante falta de cariño. Nunca me faltó nada pero no tenía una buena relación con mi mamá ni con mi papá adoptivo -él trabajaba y viajaba mucho por lo que no estaba mucho en casa-. A partir de todas las peleas que tenía con mi mamá y todo lo que hacía para ir en contra de los límites, me mandaban a terapia. Mi fantasía era irme cuando cumpliera 18″.
Así lo hizo. Se mudó sola a capital para poder estudiar y trabajar. Y a los 22 decidió que era momento de hacer experiencia en otras latitudes del mapa: se fue a vivir a Mallorca y después a Alemania. Cinco años después regresó a la Argentina. En ese momento conoció a una terapeuta que le sugirió visitar una escuela de filosofía. Esa recomendación cambió la forma en que Erica percibía el mundo.
“Descubrir la meditación fue una revelación”
Su paso por la escuela de filosofía la renovó por completo. Allí conoció gente que estaba también en una búsqueda interna de saber quiénes eran y a que venían a este plano. Pasaban días enteros en cursos, debates, reuniones, meditaciones y viajes. “Conocí amigos que hoy siguen siendo fundamentales en mi vida. Y compartí todos esos años con quien es hoy mi marido. Tengo recuerdos increíbles y hoy en día pienso que no tenía mucha conciencia de toda la formación y base espiritual que estaba recibiendo en ese momento”.
Todavía tenía mucho más por aprender. Fue en ese momento de intensa formación que el yoga llegó a su vida para transformarla. “Siempre había creído que era una disciplina aburrida. Pero entendí desde lo más profundo de mi ser la importancia de la meditación y fue una revelación. En esa época también corría. A partir del yoga comprendí que correr también era meditar. La práctica me invito a descubrir que meditar no es solo estar sentada o acostada en un mat, que también existen las meditaciones activas y son maravillosas para quienes pueden ser un poco reticentes a la idea de cerrar los ojos y quedarse quieto. Porque meditar no es dejar de pensar, meditar es contemplar”.
Siempre conectada con las energías, Erica se desarrolló en los campos de las meditaciones con bases filosóficas. Tomó cursos en Argentina y en Brasil y se sumergió en los universos del reiki, los cristales, los sahumos, el sound healing, constelaciones familiares y los registros akáshicos.
“Buscábamos un lugar donde pudiéramos estar seguros”
Los años de mayor turbulencia emocional ya habían pasado. Finalmente había encontrado el equilibrio que tanto necesitaba; había formado una familia; tenía un empleo estable como profesora de inglés en un colegio porteño e incluso se había convertido en mamá. Pero no se sentía tranquila ni en un lugar donde su alma pudiera estar alineada con su propósito.
“Nos mudamos definitivamente hace ya más de dos años. Buscábamos un lugar donde pudiéramos estar más seguros, más estables. Con un hijo adolescente nos preocupaba mucho lo que venía. Llegar a Weston fue un sueño que hoy podemos decir que hicimos realidad”, dice emocionada.
Atrás dejaron a la familia, el trabajo, los proyectos, los amigos, la casa, la comodidad y la tranquilidad económica. “A veces la migración parece algo fácil y no lo es. Se toman muchas decisiones y todas de alguna manera están ligadas a dejar de lado la zona de confort. Hoy seguimos creyendo que no nos equivocamos. Estamos disfrutando de todo lo que creímos que encontraríamos acá. Nos recibieron bien y conocimos gente hermosa”.
“Comparto mi lugar de paz”
Además, Erica tuvo la oportunidad de darle forma a un proyecto personal en el que, de alguna forma, resume todo lo aprendido en sus años de formación y aprendizaje. Lo llamó Omana y en él un equipo de profesionales que lidera ofrece diferentes terapias holísticas, además de espacios de psicología, nutrición y otras áreas que hacen al bienestar del cuerpo, la mente y el espíritu.
Fue la fusión de toda su formación a lo largo de casi treinta años. La experiencia docente sirvió de amalgama entre lo estudiado y la posibilidad de compartir y comunicar ese saber. Sus pilares en la escuela de filosofía funcionaron como sostén. Los talleres, los cursos, los seminarios y los retiros nutrieron el campo inmenso de posibilidades que tiene el mundo espiritual.
“Esta búsqueda constante en la que sigo hoy me dio la increíble experiencia de compartir humanamente todo lo que fui tomando de los grandes maestros que conocí en este recorrido. Nada de esto hubiera sido posible sin cruzarme con aquella psicóloga, una revolucionaria en ese entonces. Hoy tengo y comparto lo que yo siempre había buscado: un lugar de paz, un espacio para estar con uno mismo, conocerse, descubrir herramientas para poder estar mejor, buscar serenidad en la sociedad de hoy, con tanta exigencia y cansancio”.
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