Manu Chao, el reaparecido
Después de tantas idas, venidas y misterio en torno a su esperado nuevo álbum, el 4 de junio se editará Próxima estación, Esperanza , el segundo disco como solista del francés que revolucionó el rock latino
BARCELONA (El País).- Tal vez Manu Chao ya sabe que es imposible caer bien a todo el mundo. Prefiere definir su agenda, marcar su calendario. Su tan esperado nuevo disco, Próxima estación, Esperanza , llevaba anunciándose desde hace un par de años, pero se retrasaba y se retrasaba. Explicaciones, para todos los gustos: que si prefería que se siguiera vendiendo su exitoso debut como solista, Clandestino (lleva unas tres millones de copias vendidas), que si estaba reconstruyendo sus cintas en clave tecno. Cuenta, Manu: "Es que paré cuando decidí formar banda. Tenía en la cabeza a una serie de personas y sabía que habría química al juntarlas. Pero no tenía intención de salir de gira porque sí, tampoco me gusta hacer el papel de demonio y contribuir a romper grupos. Estaba terminando el disco cuando me enteré de que todos estaban libres, y no pude resistir, era como tener mi equipo de fútbol ideal.
-Imagino que un disco-collage como Próxima estación, Esperanza tiene problemas para conseguir los permisos de las grabaciones ajenas.
Manu: -No soy ni un inmenso cantante ni un inmenso músico, pero toco un poco de todo y lo paso bárbaro. Todo lo que oigo, sea un locutor de radio o una actriz de telenovela, lo considero materia prima. Lo utilizo y luego me planteo los permisos. Hay gente que lo cede sin problemas, como Radio Reloj, la emisora habanera, y hay tipos más tozudos, que quieren ganar más que yo. Tengo un problema: la música que ahora hago en mi estudio es imposible de sacar, hay samplers de todo dios. Fíjate que estoy pensando dejarlo caer en Internet, así como anónimamente...
-Aun así, parece exagerado que hayan pasado casi cuatro años entre los dos discos.
Manu: -Es que soy muy bruto. Aunque sé que no debo funcionar por conceptos, siempre caigo. Primero, empecé a recoger canciones en francés; a la semana, lo que me salían eran letras en portugués. Lo mismo pasó con la idea tecno. Hay que ser intuitivo, dejarte llevar por la música y no buscar orden o sentido. Aun así puedo decirte que Esperanza es el disco con el que menos he sufrido, todo ha sido diversión.
- Clandestino parecía un disco de espacios abiertos, y éste suena muy noctámbulo, como fruto del insomnio.
Manu: -Está hecho entre las seis de la tarde y las ocho de la mañana. Siempre he sido nocturno. En París, a veces veía amanecer y alucinaba al pasar por un mercado, me parecía estar en otro planeta.
-Hay una canción, Promiscuity , en la que dices que la promiscuidad engendra violencia. Hubo épocas en las que no predicabas el celibato.
Manu: -Perdona, me refiero a promiscuidad en el sentido de amontonamiento humano. En los barrios donde no hay espacio vital, surgen malos rollos. Lo escribí en un tren que iba de Senegal a Mali, más de dos días de viaje con las señoras gordas y los niños, tremendo.
-¿Qué aprendiste por esas tierras?
Manu: -Me encantó el concepto africano de familia. Quisiera tener doce, catorce hijos, pero a lo africano. Allí nadie sabe muy bien quién es el padre, eso no es lo importante. Todo el pueblo se cuida de que sean felices, tú te preocupas del hijo del vecino y al revés. Me da miedo la familia católica europea, en la que los hijos son propiedad de los padres y todos encerrados dentro de una casa.
Antoine Chao, el hermano de Manu, aún echa de menos al grupo de ambos, Mano Negra. En una oportunidad, sentenció: "Mano Negra era el grupo perfecto, ganábamos mucho dinero haciendo lo que nos apetecía".
-¿Coincides con esa valoración?
Manu: -Es cierto. Además, hoy no me avergüenza ganar dinero. Para comprar libertad, necesitas dinero. El otro día estaba en Italia y pensaba en lo afortunado que soy: llevo todos estos años de músico y siempre hice lo que quería. He metido la pata veinte veces, me he arrepentido de muchas cosas, pero siempre por decisión mía.
Aquellas aventuras con Mano Negra tenían un alto costo humano en tensiones, enfermedades, discrepancias. En 1995, Manu rompía la baraja Ñfue una separación a cara de perroÑ y empezaba a funcionar como agente libre. "Sí, fue una separación agria, como la de una pareja que lleva muchos años unida. El amor se transforma en odio, sin matices. Pero es que una buena banda, desde los Beatles hasta los Clash, es un milagro de alquimia que no puede durar. Mano Negra fueron ocho años sin vida privada.
-¿Se han calmado los odios?
Manu: -Totalmente. En los últimos meses, me he visto con todos en mis viajes a París. Algunos están haciendo música: P18, Flor del Fango. Con el tiempo, se desvanecen los malos rollos y queda lo importante: Mano Negra fue una escuela de vida, allí nos construimos como personas.
A continuación, Manu viajó por Africa, América, Europa. Y editó un disco único, Clandestino (1998), políglota diario de navegación rebosante de canciones elementales que expresaban una voluntad sediciosa. Crónicas de marginalidad enriquecidas por grabaciones captadas al vuelo: fragmentos de noticieros, de declaraciones, de mensajes de contestador, de discos ajenos. "Cuando acabó Mano Negra, mis amigos me advirtieron de que no iba a aguantar sin subirme a un escenario. Pero la verdadera droga eran los viajes. No podía quedarme 15 días sin moverme, era pavor a tener una casa, una familia, una situación estable. Me ha costado siete años aterrizar.
Aparentemente, Clandestino era un disco hecho a mano, con mínimas colaboraciones y tecnología barata. Una revelación para otros músicos trotamundos. "Es algo que aprendí después de Mano Negra. Mejor dicho, lo reaprendí. Antes, cuando tocaba en el metro con una guitarra, no sabía que tenía lo esencial. Cuando entras en un grupo, te mal acostumbras a los equipos de sonido, a los técnicos. Olvidas que basta una guitarra como la que traigo, que compré en la Argentina, algo básico, nada caro, que te sirva para viajar, que no pasa nada si se rompe.